Educación: aportes de viejos y jóvenes

Gladys Seppi Fernández *


He leído una nota que pondera el legado de generaciones anteriores y denosta a las de hoy.

Habla de la dignidad humana, de la ética, de la preocupación de los viejos padres por darles estudios a los hijos, pasaporte éste a un mejor porvenir, donde reina el trabajo y el esfuerzo vale la pena, valores perdidos en un mundo cargado de novedades, cambios vertiginosos e incertidumbre.

Pondera el escrito que he leído, al gran país que se supo construir tiempo atrás.

El tono de la nota es de nostalgia y lamento, sostiene que todos los valores están desapareciendo en pos de las ganancias, el dinero, el bienestar material. Lo que hace muy infeliz al ser humano.

Leer esa nota me ha llevado a una profunda reflexión, a muchos cuestionamientos.

Admiro el crecimiento de la especie. Admiro las luchas actuales y sus conquistas increíbles.

¿Acaso no pudo lograrse una adecuada armonización entre lo que nos viene del pasado y lo nuevo?

Observar la conducta de los jóvenes que tengo cerca me permite decir:

Es verdad que los tiempos que transitamos obligan a la mayoría de los jóvenes en edad de mantener un hogar a invertir la mayoría de su tiempo en un trabajo que le produzca los bienes necesarios a la actual sobrevivencia, pero, en medio del cansancio, y a veces la desesperanza, hay muchos jóvenes que aún advierten y claman por llevar a sus vidas la tranquilidad de espíritu que les dé, realmente, paz interior y la sensación de un buen sentido. La tranquilidad de obrar de acuerdo a su conciencia.

Intentan hacer y hacen lo más que pueden con honestidad, con dignidad.

Es verdad que los mayores, ya sea con el voto de confianza que les dimos a los que gobiernan el destino del país o con la total indiferencia por ese destino, hemos errado y les estamos legando a los que nos siguen un país destrozado, desesperanzado.

Es verdad que pusimos nuestra propia suerte en manos de gente sin valores, sin verdadero amor a la Argentina.

Es verdad también que suma a nuestra propia desventura el hecho de que la hora histórica mundial está signada por el materialismo, el hedonismo, el descreimiento en el poder del trabajo, la austeridad y la fuerza de valores como la verdad, la honestidad, el mérito, faltas que en nuestro país se han agudizado hasta un grado destructivo.

Todas estas y otras razones han vuelto más difícil la vida, más descarnada la lucha por mantener el hogar, por llevar la vida a su mayor punto de dignidad.

Pero es verdad que nunca como ahora el ser humano ha creado tanto para dar al hombre más años de vida y mejor calidad de vida a esos años.

Debiéramos aprovechar al máximo esos adelantos.

La juventud actual nos sorprende con el manejo de la tecnología y el conocimiento de variadas ciencias que han dado saltos de siglos hacia adelante y que nos transforma, a los de ayer, en sus necesitados discípulos.

¡Hay un mundo de novedades por aprender!

Tal vez lo que deba trabajarse, mejorase, es la adecuada conjunción de un tiempo que se va y otro que ha llegado con tanto sorprendente.

Por eso nos queda bregar para:

Que los viejos se acomoden a los nuevos tiempos sin renunciar a sus principios. Que estén presentes y…

Que los hagan realmente férreos, insistiendo en lo que, de ninguna manera puede perderse, sino sumándolos a las conquistas de hoy para hacerlas más valederas.

Que todas las edades juntas volvamos al cultivo de los grandes valores.

Que apoyemos su estricto cumplimiento. Que no le demos aire a la desvergüenza, la deshonestidad, el descaro, la mentira y el despojo del país.

• Que juntos, viejos y jóvenes, volvamos a poner a andar una nación destinada a ser una gran Nación, lucha para la cual no hemos sabido armonizarnos. No hemos sabido sumar lo nuevo sin quitarle valor y resplandor a lo que viene de antaño y debe apoyar nuestro encuentro con un destino superior.

Es hora de creer, cada uno a su edad, en sí mismos y en la Patria por hacer. Una nación que, debemos, para nuestra propia conveniencia, construir de la mejor manera posible.


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