Ciencia veloz contra el Covid: se hicieron tests, vacunas y terapias
Investigadores de todo el mundo se enfocaron en la pandemia un año atrás. Ya se superaron los 100.000 artículos sobre el coronavirus, y se han registrado más de 4.800 estudios en curso sobre tratamientos y vacunas eficaces y seguras.
Hace un año, la población de Argentina entraba en un aislamiento masivo como una manera de desacelerar los contagios por el coronavirus, que había empezado a golpear en China y se expandió por el mundo. La Organización Mundial de la Salud ya había declarado que se trataba de una pandemia, e investigadores científicos de todo el planeta ya estaban trabajando para dar respuestas a los desafíos que el nuevo virus implicaba. No había vacunas ni tratamientos específicos en aquel momento.
Pero un año después -con una rapidez que nunca antes se había observado-la humanidad ya cuenta con diversos tests para detectar el virus, vacunas eficaces y seguras (aunque existen dificultades en la producción y en la distribución global), y hay más opciones para el tratamiento de los enfermos en diferentes estadíos. También se ha estudiado el impacto positivo de que la gente cumpla con el uso de barbijos, distanciamiento físico, y evite reuniones sociales con personas no convivientes en lugares cerrados y sin ventilación.
Desde la Argentina, la investigación científica se unió con la iniciativa de la Unidad Coronavirus que formó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a cargo de Roberto Salvarezza, incluyendo a investigadores de Neuquén y Río Negro. Entre las soluciones que se aportaron, estuvieron los diferentes tests de diagnóstico del coronavirus, que sirven para detectarlo durante la infección o después.
El equipo de Andrea Gamarnik, de la Fundación Instituto Leloir, empezó a trabajar contra reloj en marzo de 2020 porque los tests eran escasos. Se producían en otros países y habían subido los precios al convertirse en uno de los bienes más valorados en el medio de la pandemia.
Había muchas preguntas pendientes hace un año. Algunas cuestiones aún lo están por la complejidad de la infección y su gravedad, sus modos de transmisión, el desarrollo de la enfermedad en el organismo durante y después de la infección, y en el impacto social, ambiental y económico, entre otros aspectos.
Un mes después de los primeros casos confirmados ya había 164 artículos científicos sobre el nuevo virus y la enfermedad. Hoy ya se superaron los 100.000 artículos, y se han registrado más de 4.800 estudios en curso sobre tratamientos y vacunas.
Muchos de los científicos trabajan en áreas relacionadas con virus y otras enfermedades cercanas. Recién en julio del año pasado hubo más pruebas de que las personas se pueden contagiar el virus y no tener síntomas. Son los asintomáticos, que igual pueden contagiar a otros y han pasado a ser uno de los desafíos de la respuesta a la pandemia.
Todavía hay gente que se reúne con otras personas porque cree que si no tiene síntomas, está sano. Sin embargo, alguien sin síntomas, sí puede estar contagiado y transmitir el virus. Otro conocimiento que aportaron los científicos es que el coronavirus puede estar suspendido en aerosoles en el aire por varias horas. Por lo cual, los espacios cerrados, como oficinas y escuelas, pueden ser una trampa para infectarse si no hay ventilación permanente.
Hubo científicos que estudiaban cuestiones como las partículas del Universo, la nanotecnología, o el cáncer, pero su compromiso social hizo que cambiaran de rumbo. Por ejemplo, el equipo de Griselda Polla, de la Universidad Nacional de San Martín y del Conicet, se puso a trabajar con investigadores de otras instituciones y se hizo un acuerdo con una pyme que resultó en los tapabocas de alta protección que hoy mucha gente compra por Internet y llama “barbijos del Conicet”.
Las vacunas
Si había una infección por un nuevo virus, existía la posibilidad de desarrollar vacunas que dieran protección, como las que existen para la gripe, el neumococo o la tuberculosis. Al principio, se largaron ocho proyectos sobre vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2, y se fueron sumando más. Según el portal bioRENDER, que hace un seguimiento minuto a minuto, hay 204 candidatos vacunales en desarrollo, de los cuales 80 ensayos se están realizando ya en las fases con voluntarios humanos.
Los ensayos con vacunas emplean todo tipo de tecnologías: virus vivos atenuados, virus inactivados, subunidades de proteínas, vectores virales recombinantes, partículas similares a virus (VLP), ADN y ARNm.
Nunca antes en el mundo hubo tanta colaboración para el desarrollo de vacunas entre entidades públicas, privadas, centros de investigación, universidades, farmacéuticas, empresas y ONG.
Algunos proyectos ya se han abandonado, pero otros ya fueron autorizados por la OMS: Pfizer/BioNTech y Moderna con tecnología ARNm, AstraZeneca/Oxford y Sputnik V con tecnología de adenovirus recombinantes y la china Sinopharm, con coronavirus inactivos.
En la Argentina, desde diciembre pasado ya se aplican vacunas elaboradas en Rusia, China y la India, a través de compras que hizo el Ministerio de Salud de la Nación con diferentes empresas. Están solo autorizadas para uso de emergencia por la pandemia. Hay demoras en las entregas de las dosis, y una de las razones es que varios países desarrollados han acaparado la mayoría de la producción.
Se esperan aún más dosis para completar la vacunación de los grupos de mayor riesgo de complicaciones, como las personas mayores de 60 años, y del personal estratégico del país, como el personal de salud, los docentes, y el personal de Seguridad y Fuerzas Armadas.
En cuanto a tratamientos contra la infección por el coronavirus, se ha evaluado la eficacia y la seguridad en 498 ensayos registrados, de los cuales 411 fueron con voluntarios. Hasta ahora, los fármacos como el remdesivir, anticuerpos monoclonales y el esteroide dexametasona han mejorado la atención a los pacientes, y permitieron que los médicos se encuentren en mejor posición que cuando el virus se disparó el año pasado.
Sin embargo, estos fármacos no son la panacea para todos. Se desaconseja usar ibuprofeno inhalado o ivermectina porque no hay evidencias hoy de que sirvan para COVID-19. El dióxido de cloro, que algunos usaron por desinformación, es altamente riesgoso para la vida.
En la Argentina y en otros países se hicieron estudios clínicos sobre el uso del plasma de personas que se recuperaron y el suero equino hiperinmune, y se encontró que sirven en los primeros días de la infección y para algunos pacientes. Ha sido un año intenso. Desde la Defensoría del Pueblo de la Nación, el abogado Maximiliano Nitto contó que reciben consultas. “Más allá de las muertes, la pandemia ha llevado a ejercer la ciudadanía sanitaria- sostuvo Nitto, de la Comisión Nacional de Inmunizaciones-. Más personas tienen conciencia sobre los beneficios y los riesgos de la investigación”.
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