Juicio La Escuelita: el exilio y la búsqueda incansable

El derrotero de los perseguidos políticos y la tortura de Darío Altomaro y Susana Mujica. La lucha incansable de Beba.

“Soy hija de Darío Altomaro y Susana Mujica”, dijo ayer Matilde desde Francia, en la apertura del juicio por delitos de lesa humanidad en Neuquén.


Describió el secuestro y tortura de su madre, en base al relato que le transmitió su abuela Beba Mujica (Josefa Lépore), y lo que supo de ambos por el testimonio de su padre, Darío Altomaro.

Matilde explicó que sus papás estaban separados cuando los seis integrantes del grupo de tareas, que se identificaron como de la policía Federal, ingresaron el 9 de junio de 1976 a la casa.


“Ya no estaban juntos, pero tenían buen trato”, dijo Matilde mientras especificó que “a mi padre lo liberaron el día de su cumpleaños, lo tiraron en un descampado y llegó hasta una YPF donde se desmayó. Mi mamá está desaparecida hasta hoy”.


A su turno Lucio Espíndola, desde México, relató que el día del secuestro preparaban un espectáculo de títeres con Altomaro en la UNC, cuando les faltó una conexión para las luces y fueron a buscarla a la casa de Altomaro y allí se encontraron con el grupo de tareas que se los llevó a ambos, encapuchados y por separado.

“El dolor con el que vivía mi abuela Beba es el más fuerte que vi en mi vida. No sé de dónde sacaba fuerza para seguir buscando”.

Matilde Altomaro Mujica, hija de Susana Mujica, desaparecida.

A mi me largaron a las 4 de la mañana en la calle; me torturaron personas que no conocía en un lugar que para mí era el Batallón 181 de Comunicaciones, donde se oían otros gritos de personas “, describió.
Explicó que a Darío Altomaro lo volvió a ver cuando fue liberado en Bahía Blanca “bastantes días después y me contó que lo torturaron muchísimo y me dijo otras cosas muy tristes”.


El público siguió en un silencio expectante la impactante transmisión de lo que fue el secuestro de Susana Mujica que la abuela Beba, fundadora de Madres de Plaza de Mayo en Neuquén, le compartió a su nieta Matilde; quien se crió en el exilio en México desde 1981.

“Entre los 15 y los 20 años aprendí a conocer a mi abuela; me enseñó a poder hablar y a llamar las cosas por su nombre. Y a no claudicar”, dijo Matilde.


Agregó que en una larga visita de 9 meses que hizo a Neuquén, conoció el lugar del secuestro, los detalles de lo que había pasado en 1976 y “toda esa basura que tuvo que vivir presentando Hábeas Corpus y buscando hasta debajo de las piedras. Cuando todos le cerraban las puertas, ella nunca paró. Todos los días hacía algo por conocer qué había sido de mi mamá y de los 30.000 como ella decía. Iba a las radios y a hablar a los secundarios”, describió.


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