La batalla contra la covid-19 desde la terapia intensiva de Bariloche
Germán Santamarina, el jefe del área en el hospital Ramón Carrillo, relata su experiencia cercana con el coronavirus, a casi diez meses del desembarco de la pandemia en la región. “Es vida o muerte. No hay término medio”.
Mientras cursaba el cuarto año del secundario, Germán Santamaría tomó una decisión trascendental. Quería ser forense. Admite que tal vez la serie de televisión Doctor Quincy, que se emitió por los años 80, protagonizada el actor Jack Klugman, que interpretaba a un médico forense, influyó en esa elección. “Empecé la facultad queriendo ser forense, pero acercándome a los últimos años me di cuenta que era mejor ayudar a los pacientes a seguir viviendo que analizar los muertos”, explica.
Hace casi 20 años que Santamarina trabaja en unidades de terapia intensiva. “Siempre en hospitales públicos”, aclara. Hace 2 años que se desempeña como jefe de esa unidad en el hospital Ramón Carrillo de Bariloche.
Sostiene que la guerra contra la pandemia causada por el coronavirus es una batalla que transcurre día a día. Y siente que hoy, el virus está ganando.
Cuenta que apenas circuló la información de la pandemia a finales de 2019 y principios del año pasado, se prepararon. “Los que hacemos terapia intensiva estamos preparados para la patología crítica. Entonces, de alguna forma cuando se compara que esto es una guerra, en eso estamos de acuerdo: hay un enemigo que es el virus que afecta a todo el mundo y que está dejando víctimas”, sostiene.
“En esto está claro que nosotros somos los soldados de la primera línea que tuvimos que prepararnos para afrontarlo y eso se hizo”, afirma.
Afirma que desde la dirección del hospital como del Ministerio de Salud se presentó una planificación para aumentar la cantidad de camas en terapia intensiva. “Se ha logrado ampliar en más del 40 por ciento la capacidad de internación para dar respuesta, que es la que estamos dando ahora”, destaca.
“No sabría decirte si la atención primaria estuvo a la altura, yo creo que no”, opina. “Si no, no veríamos las cosas que vemos en los barrios”, agrega.
Dice que cuando arrancaron lo vio como un buen desafío. Los datos de los primeros meses en Bariloche eran alentadores. “Estábamos conformes de cómo podíamos ofrecerles atención a los pacientes. Pero a esta altura donde el virus sigue ganando la batalla, ahí ya empieza a haber momentos de frustración”, reconoce.
Creo que tanto las autoridades sanitarias nacionales como provinciales estuvieron a la altura en el momento en el que invirtieron mucho en preparar al sistema de salud para afrontar esta crisis, pero claudicaron al momento de la presión económica”.
Germán Santamaría
“Nosotros empezamos a hacer lo que sabemos hacer: el sostén de órganos de los pacientes para evitar que se mueran. Para nosotros la terapia intensiva es que no se muera el que no se tiene que morir, donde hay patologías que pueden ser recuperables, como es el covid. Y nosotros estamos ahí para garantizar que esa persona sobreviva”, explica.
Pero advierte “va a ser más de un año que el covid existe en el mundo y hasta ahora no hemos podido derrotarlo”.
La frustración
“Y cada vez con más esfuerzo. Eso es lo que nos está pasando hoy. Hay personal cansado. Eso sí se nota y la frustración que estamos viendo es que se están muriendo los mayores de 60 años que están ingresando a terapia intensiva”, informa.
“Tenemos una mortalidad que está ya cercana al 50 por ciento de los pacientes covid. Entonces eso es lo que estamos viendo y ahí es donde se hace muy duro”, afirma Santamaría.
“Ya llevamos más de tres meses con lo que se llama ‘giro cama’. Estamos teniendo un índice de ocupación cercano al 100 por ciento en los últimos tiempos”, advierte.
“Damos un alta, pero no pasan horas que ya sabemos que viene otro paciente a ocupar la cama, entonces se limpia rápido, se prepara la unidad porque apenas logramos que el paciente está fuera de peligro, intentamos sacarlo porque sabemos que hay muchos esperando”, cuenta. “Hoy, los pacientes de covid están ocupando casi el 70 u 80 por ciento de la internación nuestra. Eso no pasaba al principio”, expresa.
No hay tiempo. Ni para agradecer los saludos cargados de afecto que les dejan los pacientes que reciben el alta médica. “No lo podemos disfrutar porque les damos el alta y ya viene otro. Ahí es donde nos agarramos la cabeza. Y los partes diarios, decimos: otra vez 100 contagios más y nos enojamos con la gente”, reconoce.
“Se nota el cansancio en mis compañeros. A todos nos ha pasado. Llegás muy cansado a la casa, casi no podés interactuar con la familia. Eso es terrible”, plantea.
La internación
“Hay un porcentaje de pacientes que por más que hagas lo que hagas termina falleciendo. Y ahí es donde viene la frustración en cuanto vos le tenés que decir al familiar: vamos a hacer todo lo posible para darle tiempo que su pulmón se recupere, porque principalmente la afectación es de neumonía grave”, explica.
Dice que son 20 días mínimo de internación en terapia, incluso con respirador, y en esos días van viendo la tendencia. “Y vamos viendo quiénes son los que empiezan a mejorar y quiénes nunca se recuperan y en eso de ir explicando a la familia lo que está pasando termina siendo muy duro”, asegura.
“Porque en esta situación vemos las dos cosas. Nosotros seguimos viendo pacientes morir de covid, la familia ver a su familiar morir y salir afuera y encontrarte como que pareciera que no pasa nada. Hoy esa es la frustración más grande que tenemos”, reconoció Santamaría.
Asevera que cuando le ponen un respirador a un paciente, “nosotros hacemos un coma farmacológico, una anestesia total, que hace que el paciente no tenga agonía. No hay un sufrimiento y esperamos una mejora y lo despertamos o puede terminar falleciendo. Terapia intensiva es vida o muerte. No hay término medio”.
Momentos duros
Manifiesta que en el transcurrir de esa enfermedad “si los pacientes están muy mal y no se recuperan, también es duro”. “Nosotros les explicamos. Son pacientes que están lúcidos, cuando están con mucha falta de aire y nos transmiten su miedo. Algunos que dudan, les tenemos que pedir permiso si quieren recibir un respirador y muchos ya han tenido el antecedente que se le ha muerto un familiar cercano”, revela.
“Entonces hay mucho miedo y algunos de ellos que no salen. Pero la agonía y lo malo lo vemos nosotros, los que trabajamos, el personal, y la familia que lo viene a ver. No hay un sufrimiento del paciente. Que eso es lo menos malo, el alivio para el familiar”, indica.
“Ese día a día, ese trajinar que nosotros debemos transmitir, que está fracasando el tratamiento, que el cuerpo del paciente no está resistiendo, y salir a la calle y ver como que esto no pasa o esas discusiones que vacuna sí o vacuna no, todas estas cosas generan más daño, me parece, que la enfermedad en sí”, plantea Santamaría.
“La discusión esta bien, no hay que tomarla a la ligera, pero todas las vacunas son mejores que ninguna”, añade. Dice que hasta ahora las vacunas han demostrado muy buena eficacia en el mundo. “Me parece bien que no sea obligatoria. Como es algo muy precoz, que no cumplió todas las etapas, pero nosotros estamos obligados como personal de salud, estar bien para seguir atendiendo”, manifiesta.
La flexibilización
“Está pagando esta gente, los fallecidos, las víctimas del covid, son el resultado de la flexiblización de las medidas. De eso no tenemos duda”, afirma.
“Porque no pueden dejar de decir que estamos viendo eso. Hoy hay turismo, hay flexibilización. Salís a la calle y de vuelta hay problemas de tránsito, no conseguís lugar para estacionar. Se volvió a una vida normal. Gente por todos lados, más o menos uso de barbijos”, describe.
Dice que hay un mensaje “de flexibilizar todo, que no se condice con el momento que estamos viviendo y menos se condice con el dolor de lo que nosotros estamos transmitiendo a los familiares de un paciente que se está muriendo”.
“Seguimos dando respuesta en el sistema sanitario a esas personas enfermas, pero también es a un alto costo, es mucho más trabajo, del que veníamos teniendo”, puntualiza.
“Desde que empezó la pandemia, somos 7 especialistas en terapia intensiva y estamos haciendo guardias de 24 horas de a dos, para cubrir 14 o 15 pacientes graves todos los días, con 48 horas de descanso”, comenta.
Son 14 guardias en una semana con 7 médicos. 2 guardias por semana hacen todos. Hay entre 1,5 y 2 enfermeras por cada paciente internado. Las enfermeras cumplen jornadas de 8 a 16 horas, pero la mayoría trabaja 16 horas, “generando francos cada tanto; es muchísima la demanda de trabajo, mucamas duplicadas, necesitas 2 mucamas para mantener todo muy limpio para evitar los contagios”.
Hasta el momento hubo muy poco personal contagiado en el equipo de terapia intensiva del hospital. “La verdad que hay muchísimo cuidado, aprendimos a cuidarnos mucho, a mantener las medidas de cuidado, estamos muy bien”, asegura Santamaría.
“Ya nos acostumbramos, la verdad que lo hacemos automáticamente. Los pacientes de covid están todos en box vidriados individuales, donde no hay contacto con el exterior, con presión negativa, sacamos todo el aire hacia afuera de la unidad, no hay forma que quede el virus flotando mucho tiempo. Y con filtros, tenemos todo un sistema de seguridad que se pudo preparar”, destaca.
“Son unidades preparadas para patologías infecciosas”, aclara. Hay 11 box preparados para pacientes con enfermedades infecciosas.
“Al principio, entrábamos y nos mirábamos, nos controlábamos que te pusieras bien el camisolín, los elementos de protección, los guantes, que te sacaras todo con un orden correcto para no tocarse. Cuando hiciste algo mal, te tocaste y te contagiaste, porque es muy contagioso”, recuerda.
“Entonces a esta altura incorporamos muy bien los tiempos de los cuidados, como hay que hacer las cosas. No nos hemos relajado, para nada. Sabes que no hay nadie que no esté con barbijo, nadie sin camisolines en cada unidad. Todo muy automatizado”.
Injusticia
“Estás subestimando a un virus que sigue matando gente y y los que no mueren es porque le estamos tratando de dar respuesta a costa de mucho trabajo de todos y llega un momento en que el cansancio se empieza a notar, no tanto el físico porque nos recuperamos, pero el no ver medidas que acompañen a esta situación. ¿Por qué hay tanto relajo, tanta subestimación? No queda claro”, lamenta.
Santamarina dice que cuando finaliza su jornada laboral en terapia intensiva y sale a la calle, la sensación que tiene estos días, es de “injusticia. Sobre todo, para las familias de las víctimas, es injusto para el personal de salud”.
Y recordó el caso de su compañero, el enfermero Carlos Burgos, que murió por covid. “Es algo injusto, principalmente para los que han sido víctimas de covid y para nuestras familias, porque yo llego a mi casa y seguimos teniendo el miedo de ser nosotros los que contagiamos a nuestros familiares”, admite.
Aclara que ya están viendo “pacientes graves con segunda infección por covid. No hay que negar esas cosas hay que verlas claramente”.
“No pensamos que iba a ser tan dura la batalla. Nosotros tuvimos la experiencia de la gripe A, pero fue mucho menos agresiva, mucho menos contagiosa”, rememora.
“Estamos en el peor momento para haber flexibilizado. Claramente fue un error, Por eso digo no soy de los que le echan la culpa a la gente”, aclara. Y cuestiona los mensajes que transmiten las autoridades nacionales, provinciales o municipales, porque en su opinión son contradictorios.
Autonomía
“Para los que trabajamos en esto por una cuestión ética y de vocación, todos los pacientes son iguales, a todos le ponemos la misma garra para que salgan adelante”, asegura. “Este virus lo que nos genera en muchos pacientes es una mejoría inicial, pero las secuelas son tan graves que después en el momento en que empiezan a mejorar, a veces los garra una infección intrahospitalaria, bacteriana y eso termina generando la muerte”, detalla.
“Entonces, nos entusiasmamos, la familia también lo ve mejor. Los primeros 10 o 15 días, y la frustración de ver que venía bien y después empeoró”, agrega.
Destaca que la autonomía del paciente es lo principal. Relata que hubo pacientes “que nos pidieron que esperemos un poco antes de ponerle en respirador porque tenía miedo, dudas. Estamos viendo de todo”.
Para Santamaría, “hay que cortar esta pandemia no solo para sobrevivir, sino para que el resto de las enfermedades que necesitan atención médica puedan ser atendidas”.
“Tenemos pacientes oncológicos con cirugías que no se pueden hacer porque no hay posibilidades de internarlos. Eso es terrible y eso también es muy injusto”, opina.
Considera que los gobernantes “entraron en la falsa contradicción entre economía y salud. Muchos planteaban o me muero de hambre o me muero de covid. Y no hay que morirse de ninguna de las dos cosas”.
El barbijo casi adherido a la piel
En los estrechos pasillos de la unidad de terapia intensiva hay silencio. Apenas se perciben unos murmullos. Unos monitores multiparamétricos hay en un rincón apiñados y los pacientes en los box dando la batalla contra el covid-19 por sobrevivir.
Germán Santamaría, como todos sus compañeros de terapia, usan tantas horas el barbijo que ya casi lo tienen adherido a la piel.
“Teníamos molestias todo el tiempo en los ojos y no sabíamos qué era. Claro cuando vos respirás se te secan los ojos y llegás muy cansado a la noche, cuesta leer, las alergias, tenés lastimadas las narices”, explica.
“Si no me hacías la pregunta del barbijo no me daba cuenta, porque ya lo tengo incorporado”, responde, riendo. Pero el barbijo no deja ver ni la sonrisa. “A la noche me arden los ojos y es eso. Al principio nos parecía que era una medida que no tenía sentido y es muy útil y aparte ayuda al distanciamiento”, observa.
Está feliz de su trabajo, porque “la mayoría de los pacientes andan bien y eso es lo más gratificante y si no existieran las terapias intensivas las personas morirían”. “Desde que se inventaron los respiradores, los equipos para sostener órganos. Es lo que más me gustó y me sigue gustando, ayudar a los pacientes a seguir viviendo”, asegura.
Comentarios