¿Por qué pierde mercados externos la manzana argentina?
Una de las causas esta dada porque el mundo cambio en estas últimas décadas y poco a poco nuestro país fue quedando relegado de los mercados al no poder -o no querer- adaptarse a esa nueva realidad que se imponía.
Es llamativo como parte importante de las sociedades se mueven por los estímulos que generan ciertos relatos. En el plano político esto se observa con mucha periodicidad. Es una probada forma de promover cambios de expectativas de corto plazo. Sin embargo, la realidad termina por mostrar que esta épica pocas veces se materializa en los hechos.
Es una herramienta que se aplica en la política de la mayoría de los países del globo, pero en la Argentina con mayor intensidad.
Es un fenómeno que se refleja con claridad en ciertas facetas económicas: “No hay como la carne de nuestro país”; “Somos el granero del mundo”; “Con Vaca Muerta se habla ya de la Argentina como la nueva Arabia Saudita”; “No vamos a parar hasta exportar 30.000 millones de dólares en gas y petróleo”; entre otros tantos mensajes de esperanza que da el poder político sobre una sociedad que, en las últimas décadas, no para de caer en forma vertiginosa en todos sus aspectos.
El Valle de Río Negro y Neuquén no queda fuera de este relato. Durante décadas quisimos creer que teníamos la mejor pera y manzana del planeta; y por consiguiente fue histórico aquel mensaje esperanzador que cada año empresarios le daban a sus productores: “La próxima temporada seguramente nos irá mejor”. Frase acompañada en forma inmediata de las siguientes palabras: “Nuestras peras y manzanas son las más demandadas del planeta”; como si fuesen únicas. Las promesas de mejoras nunca llegaron.
El mundo cambio en estas últimas décadas y poco a poco nuestro país fue quedando relegado de los mercados al no poder -o no querer- adaptarse a esa nueva realidad que se imponía. Las consecuencias están a la vista y solo basta observar la evolución que han reflejado los indicadores sociales -en nuestra región y en todo el país- como para entender lo profundo de la crisis que atravesamos. La fruticultura es parte de este paisaje.
Una de las variables que muestra la degradación de la actividad frutícola del Valle en estas últimas décadas es aquella que contempla la evolución que han tenido los destinos de nuestra oferta exportable.
Durante la temporada 1990 una parte importante de las colocaciones de manzanas se orientaban a mercados de alto poder adquisitivo sobre los que se pagaban muy buenos retornos. Estadísticas privadas dan cuenta en este sentido que, en aquel entonces, el 38% de la manzana se orientaba a Brasil y más del 55% a mercados europeos que demandaban calidad y abonaban muy buenos precios.
El año pasado, el 29% fue con destino a nuestro principal socio del Mercosur y cerca del 44% a países de alto riesgo y bajo poder adquisitivo. Los datos oficiales dados por el departamento de comercio exterior del INDEC dan cuenta que los cuatro principales destinos de nuestra oferta exportable durante la presente temporada fueron: Brasil, Paraguay, Bolivia y Rusia.
En solo 30 años la matriz exportadora de manzanas del Valle de Río Negro y Neuquén mutó sensiblemente generando una significativa disminución de ingresos.
Cuando se hacen las cuentas sobre lo que es hoy el comercio externo de manzanas y lo que fue hace tres décadas atrás, las pérdidas consolidadas son significativas.
Por las exportaciones de esta pomácea durante el año pasado, las proyecciones muestran que la actividad facturará unos 75 millones de dólares. De haber mantenido los volúmenes y los mercados consolidados en 1990 las empresas deberían estar facturando hoy poco más de 210 millones de dólares. Es decir, casi tres veces las divisas que llegaron el año pasado.
Causas
Cuando se estudian las estadísticas de la actividad frutícola (tanto local como internacional) en las décadas del 70 y del 80 se puede esbozar el camino en el que desemboca el Valle de Río Negro y Neuquén en los 90 y, a partir de allí, la aceleración del proceso de degradación que sufre la actividad.
Tres, entre otras, son las variables que argumentan esta pérdida de mercado para la manzana de nuestros valles.
-Las condiciones macro del país. En los últimos 50 años el deterioro económico fue casi una constante en la historia de la Argentina. La falta de políticas estables que permiten el desarrollo de inversiones de mediano y largo plazo -como es el caso de la fruticultura- fueron determinantes en el estancamiento del Valle. En las últimas tres décadas el país sufrió 10 crisis económicas que se tradujeron en una descapitalización del sistema. Esto determinó -ante la carencia de inversiones en tecnología- un aumento de costos internos que dejó a gran parte del sector fuera de los grandes mercados por falta de competitividad. El continuo sesgo anti exportador, terminó por cumplir la faena.
-La fuerte incursión de nuevos jugadores en el mercado. En 1990 las exportaciones de manzanas del hemisferio sur alcanzaron 1,01 millones de toneladas concentrando la Argentina del 26% del total de esta oferta. Las proyecciones del departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) dan cuenta que en 2020 las ventas externas de esta región tocaron los 1,72 millones de toneladas, participando la Argentina con el 6% del total de estas ventas. Es decir, en estas tres últimas décadas la oferta exportable de manzanas del hemisferio sur (Argentina, Chile, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y Brasil) creció 70% y la participación del Valle de Río Negro y Neuquén se desplomó en 20 puntos porcentuales. Es interesante ver la evolución que han tenido en estas últimas décadas las exportaciones de Chile y la Argentina para poder hacernos una idea de lo que estamos comentando.
-La aparición de nuevas variedades. Durante años el mercado internacional de manzanas estaba enfocado principalmente a variedades commodity, como ha sido la tradicional Red Delicious en nuestro país. Sin embargo, a partir de la década del 90 comenzaron a aparecer las nuevas variedades (Gala y Fuji, entre otras) que suplantaron a estas últimas y ya entrado el presente siglo muchos países ofrecieron variedades de las denominadas “boutique” con las que controlan -con producciones limitadas- la oferta en el mercado. El recambio varietal y el remplazo de variedades tradicionales por sus clones mejorados es una tendencia irreversible dentro del mercado internacional de la manzana. Argentina está lejos de lograr este tipo de tecnología -con variedades propias- y tiene serias dificultades para incorporarla en una superficie tal que permita un cambio de tendencia de nuestras exportaciones. La mayor parte de nuestros competidores del hemisferio sur han aplicado una política de reconversión que les ha permitido mantener sostenida su oferta exportable de manzanas.
Todas estas variables terminan por reflejar el achique del sistema frutícola en estos últimos 50 años. De no comenzar a dar señales claras los Gobiernos para estabilizar la economía, la principal actividad del Valle de Río Negro y Neuquén continuará profundizando su deterioro.
Las peras, en la misma sintonía
A diferencia de lo que se observa con las manzanas, las exportaciones de peras argentinas tienen dos ciclos bien diferenciados. El primero de ellos, un importante saltó en el crecimiento de las ventas externas que se produce a partir de inicios de la década del 80. El segundo, a partir de 2010, en donde comienzan a caer los embarques por problemas de colocación en destino y una mayor oferta competitiva de los países del hemisferio sur.
Independientemente de ello, se observa un desarrollo positivo -en volumen- al analizar los últimos 50 años comerciales de esta especie como así también una importante participación de la oferta argentina dentro de las exportaciones totales del hemisferio sur.
Es así como, en la actualidad, nuestro país se mantiene como el principal exportador de peras.
Pero al trabajar sobre los destinos hacia donde se orienta nuestra pera, aquí vemos los mismos problemas que tiene la manzana. En las últimas décadas se observa que las firmas exportadoras están cambiando mercados de alto poder adquisitivo (que demandan calidad) por otros que son secundario y, por ende, terminan generando menores retornos.
En 1990 más del 60% de las exportaciones de peras argentinas se orientaban a países de alto poder adquisitivo; fundamentalmente Europa y Estados Unidos. Treinta años después esta participación cayó a poco más del 30%. Durante la temporada pasada, el 65% de la pera al exterior se orientó a países con poblaciones de bajo poder adquisitivo. Por dar un ejemplo, el 55% de las exportaciones del año pasado las absorbió el mercado de Brasil y Rusia.
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