La historia del pulpero de la F-100 de Las Grutas: esfuerzo y sacrificio detrás del video viral
Cristian Firmapaz asombró a todos con su habilidad al volante entre las olas y las piedras. Sale a hachar leña al monte a las 4 AM, en el verano recolecta pulpitos en la costa, es mecánico y le llevan viejas chatas para que haga milagros como con la suya. Tiene 35 años, tres hijos y pronto será abuelo. Su orgullo: "A mi familia nunca le hice faltar nada".
Cristian tiene 35 años que se ven en la agilidad de sus movimientos, pero contrastan con las líneas de su cara, que cuentan más historias que las que sus palabras revelan. Su cuerpo flaco emerge del capó de una camioneta, de ésas que lo acompañan desde chico. Ésta es de su suegro. Se la trajo hace un rato, a la espera de que haga uno de esos milagros que él naturaliza. Es que hacer durar lo que otros verían descartable es una habilidad innata, tan suya que ni siquiera la considera meritoria.
Pero el resto sí la valora. Y cómo se corrió la bola de que él hace andar hasta lo imposible, en esa esquina en la que la familia Firmapaz reina hay un rejunte de vehículos de otros tiempos.
La vereda es el taller del Negro o El Pata, como le dicen a Cristian. Allí tiene una privacidad que no se respira adentro. Es que en la casa familiar viven sus padres, él, y dos de sus seis hermanos. Los más jóvenes, a medida que formaron pareja, fueron construyendo departamentitos detrás de la vivienda paterna, y hoy son 11 las personas que conviven detrás de esas paredes escoltadas por autos viejos.
Hasta hace poco eran 12, porque también vivía su abuelo paterno. Aunque, como Cristian, se la pasaba más en la vereda que adentro. “Era mal llevado” cuenta. Y las lágrimas lo asaltan como a un chico. “Pero conmigo era distinto” se emociona.
El duelo, de repente, le recuerda la vida. Será abuelo dentro de poco, porque su hija mayor, de 17, está de 5 meses. “Va a estar lindo ser abuelo joven” dice. “Mi nieto va a terminar pensando ‘este viejo no se muere más’” remata, y se ríe de la ocurrencia.
También tiene una nena de 7 y un varón de 11. Todos con su mujer de toda la vida, con la que vive desde hace 20 años. El, como ocurrirá con su hija, también fue padre a los 17. “A partir de ahí tuve que pensar en llevar siempre un plato de comida a la mesa” recuerda.
Igual, la responsabilidad fue algo que mamó desde chico. Su papá fue recolector costero de pulpitos, o «pulpero», como se conoce en la zona a estos trabajadores, que capturan en las playas a estos animalitos. Usan un gancho, y los sorprenden cuando se esconden entre las piedras, para esperar que suba la marea.
Eso, lo hacía de enero a abril. E iba en busca de leña el resto de los meses, actividades que Cristian también heredó. Como la destreza con las manos que tiene su mamá, que fue filetera en plantas pesqueras. Aunque a él le tocó ser hábil con los fierros, y hurgar en las tripas de máquinas indescifrables.
Por lo demás, pulpea desde siempre, y aprendió a manejar a los 12. Empezó con un auto, y enseguida pasó a las camionetas, rústicas y aguantadoras, como la Ford F100 que lo hizo popular. “Mi hermano dice que, a la camio, le va a poner un calco que diga ‘La Famosa’” cuenta, y se ríe de la trascendencia que ganaron, tanto su vehículo como él.
Por esta fama, pasó de ignorar su teléfono a dejarlo en manos de su esposa, porque a cada rato lo llaman para hacerle notas, o lo buscan conocidos para felicitarlo.
Incluso le crearon una cuenta en Facebook, que busca sumar adhesiones para que Ford le regale una camioneta. Y la firma ya se contactó para ofrecerse a restaurar la suya. Además, su sencillez se ganó el corazón de la gente, que le pidió que abriera una cuenta en el banco, para recibir los depósitos de los que quieran contribuir.
“Volví a soñar” reconoce Cristian, que, desde los 17, sólo se permitía pensar en resolver lo urgente.
Sus sueños, igual, son realistas, y pasan por asentarse y darle descanso al cuerpo. “Un trabajo estable, en el que me den obra social para mi mujer y mis hijos” empieza. “Y si Ford me restaura la camioneta, eso sería algo grande” sigue. Y, cuando agarra envión, agrega “Si además me quieren regalar una de ésas 4×4, ya me veo, paseando con la familia” y sonríe de nuevo, esperanzado.
Los días en los que Cristian sale a trabajar en la playa comienzan muy temprano. A las 4 de la mañana se sube a la Ford y recorre los 15 km que separan San Antonio Oeste, que es el lugar donde está su casa, del balneario Las Grutas.
Al llegar a la villa turística, le quedan por recorrer 42 km en dirección al sur. Su destino final está cerca del Fuerte Argentino, una enorme meseta que se visita con fines turísticos. Un poco más lejos, hay una zona de monte en la que el hombre se dedica a hachar leña.
Ése fue el escenario que se popularizó en el video que lo muestra manejar con una habilidad increíble. Volvía, cargado, zigzagueando por la playa, mientras la Ford, con él al mando, se movía con una gracia anfibia, sorteando piedras y espuma.
Lo cierto es que hacer leña y venderla es su método de subsistencia durante el invierno. Todo cambia cuando arranca enero. A partir de ese mes traslada a la familia a un ranchito que tiene levantado en la zona, y, mientras él pulpea, los chicos y su esposa disfrutan del lugar. La recolección y venta de pulpos suele durar hasta abril. Luego, otra vez el hacha y el pico le marcan el pulso a los meses de frío.
“Es un trabajo duro. Cansa” confiesa Cristian. “Pero no queda otra, y a mi familia nunca le hice faltar nada” dice.
Su labor como mecánico suple los baches que surgen cuándo flaquean el resto de sus ocupaciones. “Igual, no me quejo. Soy más duro que mi ‘camio’, y siempre supe arreglármelas” remata, con orgullo.
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