Seineldín, el último de los carapintadas


Aquel caliente 3 de diciembre de 1990 algo cambió para siempre, una etapa que no pudo resolver Alfonsín y sí Menem. Se cerró la cuestión militar y se abrió la economía.


En la historia reciente de nuestro país, el mes de diciembre suele traer consigo fuertes incertidumbres políticas y sacudones sociales y 1990 no fue una excepción. En efecto, el 3 de diciembre de aquel año signado por el fin del Mundo Bipolar se produjo el último de los levantamientos militares posteriores al retorno a la democracia. Con la resolución de este conflicto se dio fin a una agonística de décadas entre el poder político y militar, subyugando definitivamente el primero al segundo. A su vez, la asonada carapintada que tomó el edificio Libertador, a metros de la Casa Rosada, tuvo el condimento extra de que su autor intelectual se encontraba preso en San Martín de los Andes, el coronel Mohamed Alí Seineldin, y que se llevó adelante a horas del arribo de George Bush en la primera visita de Estado de un presidente estadounidense al país en treinta años.

El levantamiento carapintada de diciembre de 1990 fue el cuarto y último alzamiento militar desde el retorno a la democracia en 1983. En los primeros dos, abril de 1987 (Semana Santa) y enero de 1988, se destacó la figura de Aldo Rico; mientras que en los segundos dos, diciembre de 1988 y diciembre de 1990, el protagonista fue el coronel Mohamed Alí Seineldin, presente literal, durante el primero, o figurativamente durante el segundo. Seineldin, graduado del Colegio Militar de la Nación en 1957, estuvo presente en todo el ciclo del último tramo del peronismo en el setenta y la última dictadura: participó en el Operativo Independencia, en el Mundial de 1978 y en la Guerra de las Malvinas (donde incluso fue él quién le dio el sonoro nombre de Operación Virgen del Rosario a los hechos del 2 de abril).

A su vez, recuperada la democracia, Alfonsín lo designó agregado militar en la Embajada de Panamá, donde tuvo trato directo Noriega. Y luego resultó el puntal de las rebeliones encabezadas por Aldo Rico en el 87 y 88, para después ser líder de la tercera. Todo este recorrido lo convierte en un verdadero ícono de dos décadas caracterizadas por el recrudecimiento de la Guerra Fría y las sangrientas dictaduras en América Latina.

A lo largo de 1988, Seineldin fue tejiendo una sinuosa relación con Carlos Menem. Este, en búsqueda de terminar con los conflictos internos en las fuerzas armadas, había generado una serie de acercamientos preelectorales en el marco de una retórica de campaña que había echado a mano entre otras cosas al antiimperialismo. En el marco de ese recorrido, y siendo el riojano ya primer mandatario del país, se presentaron los indultos de octubre de 1989, que incluyeron a quienes habían participado de los levantamientos. Ya en el gobierno, la perspectiva dialoguista era más compleja, y así la estrategia de Menem se había vuelto más compleja, buscando dividir entre virulentos y moderados.

En ese marco, Seineldin tenía un papel a priori de relevancia: mientras Rico y otros fueron dados de baja, el destino para Seineldin fue finalmente otro, el retiro obligatorio, que vino en noviembre de 1989. Sin embargo, el “divide y reinarás” no se mostró del todo exitoso como estrategia de control de los díscolos carapintadas para el menemismo. En octubre de 1990, Seineldin dejó una carta en Casa Rosada advirtiendo de las diferencias internas en el Ejército, preanunciando las acciones de diciembre. Por este gesto desafiante fue detenido a pedido del gobierno, lo que de hecho dio uno de los objetivos de la posterior revuelta, su liberación.

El alzamiento se inició por la madrugada del 3 de diciembre cuando el Ejército tomó el Edificio Libertador, que era la sede del Estado Mayor del Ejército; el Regimiento de Infantería 1 Patricios, la fábrica de Tanques Medianos y dependencias del Batallón de Intendencia 601 de El Palomar. Dicen que el presidente Menem no contempló las negociaciones como una opción, incluso amenazando con bombardear el edificio Libertador.

De forma expresa, y sin convocar a los partidos políticos, declaró el estado de sitio. La rendición llegó cerca de las 20 con un saldo de 14 muertos. Martin Balza, entonces subjefe del Estado Mayor General del Ejército (EMGE), fue quien tomó la rendición de los rebeldes. Al año el también icónico Balza pasaría a ser jefe del EMGE y comenzaría un profundo proceso de reordenamiento interno de las fuerzas.

Lo que acaso no es tan recordado es el hecho que el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, se encontraba en tour sudamericano y tenía como próximo destino la Argentina, el 5 de diciembre. El objetivo de los Estados Unidos era la apertura económica y los primeros pasos de la “Iniciativa de las Américas”, que luego sería conocida como el ALCA. Durante la conferencia de prensa a su llegada, Bush destacó la contundente respuesta a los sublevados. Hasta para acelerar las famosas relaciones carnales fue importante entonces el evento.

El proceso legal que luego siguió tuvo también mil particularidades y tuvo su clímax el 7 de agosto de 1991 con el alegato final de Seineldin intitulado “El nuevo orden mundial”. En este desplegó maquinaciones del imperialismo estadounidense y de “su servidor” en Argentina, Menem. Condenado finalmente, Duhalde lo indultó el 20 de mayo de 2003, una de sus últimas acciones como presidente. Seineldìn hasta se dio el lujo de volver a participar, mutatis mutandis, de la política vernácula.

Aquel caliente 3 de diciembre de 1990 algo cambió para siempre. Dicha fecha simbolizó el cierre de una etapa que no pudo cerrar Alfonsín y Menem sí. En cuestión de meses se dio por cerrada la cuestión militar (hecho reforzado luego con la supresión del servicio militar tras el caso Carrasco), y se abrió la economía, cuyos símbolos fueron las privatizaciones y la visita de Bush, consolidándose poco después con la llegada de Domingo Cavallo a la cartera de Economía y el peso convertible. En esos meses, sin darnos cuenta, se definió una década, una “paz y administración” efímera.

* Analista político y estratega en Marketing Político.

** Historiador, Director de la Licenciatura en Criminología y Ciencias Forenses, Sede Alto Valle – Valle Medio. Universidad Nacional de Río Negro.


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