Harry ya no es el de antes
LONDRES, (DPA) – ¿Qué debería hacer Tony Blair si estuviera esperando una llamada de George Bush pero no quisiera contestar el teléfono? Pues ni más ni menos que pedirle a su homólogo del mundo mágico, Cornelius Fudge, un encantamiento para que Bush se olvide de que quería llamarlo.
El encuentro entre Fudge y el primer ministro es una de las pocas anécdotas divertidas del sexto tomo de Harry Potter, «Harry Potter y el príncipe mestizo». Porque no, en esta ocasión no hay mucho por lo que reír.
Parece que Lord Voldemort está a punto de vencer. Todo comienza con una tremenda traición. Luego, Draco Malfoy le rompe la nariz a Harry. Se averigua que Lord Voldemort ya torturaba a conejos de niño.
Entre medio, un pequeño rayo de luz: Harry besa a la hermana de Ron, Ginny, delante de 50 personas. «Tras algunos momentos -podría haber sido media hora, ¿o quizás varios días?-, todo quedó en silencio. Los ojos de Harry buscaron a Ron. Durante una fracción de segundo se miraron, luego Ron hizo un movimiento de cabeza apenas perceptible. 'Bueno, si tiene que ser…'». Pero esto es lo más bonito que va a pasar durante este año escolar.
Cuidado, amigos de Potter: al final hay que ser fuertes. Por favor, no crean que la muerte del padrino de Harry, Sirius Black, en el tomo anterior los ha preparado para lo que les espera en esta ocasión.
El asesinato del final -no vamos a desvelar aquí de quién se trata- es el punto culminante del libro, el momento hacia el que se dirige todo. Y J.K. Rowling nos sorprende: La víctima lucha denodadamente, habla, adula, pacta y casi logra su objetivo, aunque acab perdiendo toda esperanza. Al final, ruega por su vida.
La autora muestra un gran talento narrativo. Pero en general «Harry Potter y el príncipe mestizo» es más flojo que las partes anteriores. Por primera vez no se puede decir que sea una historia cerrada en sí. Más bien supone un preparativo para el séptimo y último tomo, lleno de miradas al pasado, como suele suceder en las películas antes de que se resuelva el asesinato.
Este libro se sitúa más o menos en el momento en el que en otra historia se diría: «Harry, ve buscando el coche…». Sobre todo las dos primeras partes destacaron por una acción rápida. Rowling supo evitar lo superfluo. Pero en esta ocasión hay muchas historias paralelas. Se llega a desear que Harry se deje de tonterías y vaya definitivamente al grano.
Pero el héroe, que en la última ocasión se había vuelto a mostrar combativo y emprendedor, permanece esta vez extrañamente gris.
El quinto tomo fue algo así como una novela educativa y de amor. Empezaban a mezclarse grises en la infantil postura de todo blanco o negro que Harry había mantenido hasta ese momento.
Poco a poco se iba dando cuenta de que su padre no sólo había sido un héroe sino que, como todos, también tenía sus puntos débiles. Pero en el nuevo libro la frontera entre el bien y el mal vuelve a ser más clara.
Hasta Sigmund Freud escribió que los niños a menudo se imaginan ser los héroes de los cuentos y que viven las mayores aventuras. Al Harry que vive en un barrio de casas adosadas le pasa lo mismo.
En el próximo tomo tendrá que salvar el mundo, y ni Tony Blair ni George Bush lo podrán ayudar. Por supuesto que sobrevivirá.
La pregunta realmente interesante es si después de ello regresará con una personalidad madura al mundo de los muggles, el mundo real de las personas no mágicas.
Christoph Driessen
LONDRES, (DPA) - ¿Qué debería hacer Tony Blair si estuviera esperando una llamada de George Bush pero no quisiera contestar el teléfono? Pues ni más ni menos que pedirle a su homólogo del mundo mágico, Cornelius Fudge, un encantamiento para que Bush se olvide de que quería llamarlo.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $2600 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios