De Cipolletti a la Generación Dorada y las termas de Copahue
El cipoleño Rody Dómina fue organizador de giras y jefe de equipo de la selección en el Mundial de España 2014 y ahora tiene un apart hotel en la villa neuquina. Anécdotas y aprendizajes entre los gigantes del básquet y de cara a la cordillera.
Organizó y compartió giras con Manu Ginóbili, Luis Scola, Fabricio Oberto y toda la Generación Dorada y fue jefe de equipo en el Mundial de España Sevilla 2014. Es uno de los socios de Patagonia Eventos, la empresa que creó la serie de carreras K21 y K42 que nació en Neuquén y exportó más tarde ese producto deportivo a España, Brasil, Italia, Chile, Colombia y México. Pionero de Copahue, hoy tiene un apart hotel en el lugar al que llegó en 1981 para quedarse cuatro años con su mujer Mabel Larrazabal y su hijo mayor de seis meses como inspector de obras del edificio de Balneoterapia por la provincia. Por entonces, el pavimento llegaba hasta Las Lajas, no había teléfono, se comunicaban a través de la radio policial y Caviahue no existía. Allí está ahora, poniendo la casa en orden de cara la temporada que comenzará el 15 de diciembre en el complejo que cada año queda sepultado seis meses por el manto blanco.
Un grupo de leyenda del básquet, maratones en paraísos de montaña y ese destino neuquino que combina termas y nieve como ningún otro son tres claves de la historia del cipoleño Rody Dómina, que aún recuerda sorprendido cómo le insistían en Belgrado para saber el punto exacto de cocción de la carne que querían los jugadores argentinos liderados por cracks como Luis Scola, el capitán que era capaz de preguntarle a quién le pagaba la entrada que le dejó para su padre o como Fabricio Oberto, oro olímpico como todos y campeón de la NBA como Manu, que si notaba una falla lo decía en voz baja, casi al oído, sin estridencias, ni divismos.
Mientras la pelota naranja picaba en canchas de América y Europa, hizo el mejor master doble: en la manera de planificar en las grandes ligas y en vivir desde adentro la humildad y la conducta de esos gigantes que nunca se marearon con la gloria.
Todo empezó en la primavera del 2000, cuando salía a correr 12 km con sus amigos Diego Zarba y Jorge Diez desde el Parque Rosauer de Cipolletti hasta la Avenida Olascoaga en Neuquén y entre trote y trote imaginaron el Desafío al Volcán Copahue.
Crearon así una carrera a pie entre lagunas, senderos y puntos panorámicos a entre 1.800 y 2.200 msnm. La primera edición fue en 2001 y dos años más tarde Jorge decidiría volcarse a su profesión de contador y los otros dos socios continuaron con la empresa, que alumbraría después los k 21 y k 42.
En noviembre de 2005, después de una de estas competencias de montaña en Villa La Angostura, se les acercó un hombre que se presentó como el titular de la firma comercializadora de los partidos de la Selección Argentina de Básquet en Argentina y dijo que necesitaba una empresa que auditara la gira del 2006.
“Esto significaba control de los viajes, alojamientos, comidas, transfer, lugares de entrenamiento, ropa, venta de entradas, exposición de los sponsors y el control de la producción de los partidos”, recuerda Rody Dómina.
Luego de cumplir con ese trabajo en Mar del Plata, Santa Fe y Buenos Aires, en el 2007 les propusieron que tomaran a cargo la producción de los partidos de la gira de ese año en Bahía Blanca, Santa Fe, Mar del Plata y el Luna Park. Acostumbrados a planificar carreras de montaña, junto al resto del equipo trasladaron esa lógica de planes minuciosos al básquet.
Se reunían con el DT (primero Sergio Hernández, luego Julio Lamas) y se ajustaban a los requerimientos del cuerpo técnico. A partir de los horarios de entrenamiento, se acomodaba el resto de las actividades: horarios de los desayunos, cantidad de líquidos (aguas e isotónicos), transfer, servicio médico, tipo de almuerzo, entre otras de un equipo de elite. Pero lo que parecía una atractiva experiencia de 12 meses en un mundo nuevo se transformó en una enriquecedora experiencia mucho más extensa.
Pasaban los años y aparecían más ciudades en la ruta de las giras, como Resistencia, Salta, Córdoba, Chaco, Mendoza y San Luis, otras se repetían y se sumaban equipos, como la Preselección Panamericana y la propia Generación Dorada en pleno.
Así, el 2014 comenzó con la Copa Tres Naciones en Tecnópolis y un partido de despedida en Bahía Blanca rumbo al Mundial de España, con escala en Serbia para la concentración previa. Antes de partir al sur bonaerense lo convocaron a una reunión en el Hotel Intercontinental de Buenos Aires y le ofrecieron ser jefe de equipo en España, con escala en Serbia para la concentración previa. El destino final sería la sede en Sevilla.
“Si mal no recuerdo eso fue un domingo muy tarde. El lunes a la noche hicimos el partido en Bahía, volví a Cipolletti a buscar ropa y el pasaporte vencido, el miércoles me hicieron el nuevo en Buenos Aires y el traje oficial. El viernes aterrizamos en Belgrado y debuté como jefe de equipo”, recuerda.
“Al llegar al aeropuerto, nunca me olvido, una traductora me esperaba en la puerta del avión para llevarnos junto con la gente de la Federación de Serbia a inspeccionar el estadio donde practicaríamos. Una logística increíble, todo resuelto en el mismo lugar, a muy poca distancia de nuestro hotel y con todo lo necesario para cumplir con nuestro plan. Estábamos en el primer mundo del básquet. No teníamos de qué quejarnos. Habíamos enviado la carta de los distintos menús, 10 días antes. Su preocupación… era el punto de la carne!”, agrega.
Durante todos esos años atesoró recueros y enseñanzas inolvidables. De Manu Ginóbili, por ejemplo, aprendió que se puede ser una superestrella y un señor al mismo tiempo. De otro crack como Luis Scola, que el liderazgo se ejerce con ejemplos como este: “Una vez me llama durante el desayuno y me dice: ‘¿Dónde puedo comprar una entrada para mi papá, que no me alcanzó el cupo mío?’ Al mediodía le dejo de nuestro cupo una entrada para su padre en el dormitorio. Luego de la siesta y rumbo al entrenamiento, Luifa me dice: ‘Rody, ¿a quién le pago la entrada que me dejaste?’ Eso marca la calidad de persona de nuestro capitán y la de todos los miembros del equipo, ese fue el gran diferencial de ese gran conjunto de hombres que formaron la Generación Dorada”, afirma.
“Otro muy grande es Fabricio Oberto –continúa–. Desayuno por medio se sentaba al lado mío y casi al oído me marcaba los errores de la gira desde el punto de vista del jugador. Por supuesto que aquellos que se podían corregir lo hacía en forma inmediata y sino quedaban para el manual de la próxima gira”, señala.
Y si de manuales se trata, en Sevilla tuvo que leer en detalle el del Mundial, la Biblia de cada día, incluyendo los protocolos de los chequeos de sustancias prohibidas. En la segunda noche en la sede lo despertaron a las 06:00 AM. ‘Buen día, Prigioni a control antidoping en cinco minutos, acompáñeme’, le dijeron
“Fue acomodar las neuronas luego del sueño, despertar a Prigioni junto con los miembros de la organización y caminar rápido al laboratorio móvil del hotel. En la espera, repasar el manual. A toda hora se aprendía. La organización, un lujo. Nos pusieron de ayudante a Nacho para aliviar y acelerar todos los trámites. Resultó ser una persona extraordinaria”, relata.
Habían llegado a una Sevilla con 42°C a bordo del tren de alta velocidad AVE. Tras arribar, citaron a todos los jefes de equipo para las instrucciones finales. Tomaron asistencia y uno no levantó la mano. “Era yo. No caía en el puesto que me había tocado”, dice con una sonrisa.
A la hora de mencionar a sus maestros, señala a tres. “Fabricio Oberto, Federico Kammerichs y Roberto ‘Turco’ Vartanian, utilero histórico de la selección, recientemente fallecido. Me enseñaron en mis primeros años de productor el método para estar siempre adelante. Las charlas de sobremesa alimentaron ‘nuestro manual’. El plan de trabajo se elabora 60 días antes de la concentración, pero a medida que se acerca el día 0 va modificándose por los vaivenes de nuestro país: huelgas de transporte, aviones que no salen, seguros que no llegan de los jugadores… siempre había que desarrollar un Plan B que nos llevara al mismo norte”.
Con su maestro Kammerichs todo empezó con una broma. Rody debutaba en sus tareas en la selección cuando el gigante correntino de 2.04 metros y 102 kilos se le apareció en la habitación que compartía con Alejandro Cassetai (jefe de equipo) y como queja por los calambres tras seis horas de colectivo hasta Santa Fe se tiró en palomita a la cama donde llevaba dos horas clasificando las entradas que por convenio debían entregar a los sponsors y jugadores. “Todavía se están riendo, fue el nacimiento de una gran amistad con el Yaca”, cuenta y se despide para volver a la tarea de dejar a punto el apart hotel Aldea termal esta mañana de sol en Copahue. Es tiempo entonces de la última pregunta: “¿Qué aprendí con la Generación Dorada? Que todo se puede, no importan las piedras en el camino”.
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