La física como un modo de vivir en libertad: la historia de Dimitri Chafatinos, del Instituto Balseiro
Con solo 24 años, Dimitri Chafatinos se convirtió en el primer autor del trabajo que desarrolló un nuevo tipo de láser de sonido junto a varios investigadores del Instituto Balseiro, el Centro Atómico Bariloche y de un instituto de Alemania. No le gustaba ir a la escuela, pero ahora va por un doctorado en física.
Hace diez años, Dimitri Chafatinos buscaba excusas para saltearse clases de su escuela secundaria en la provincia de Salta, porque sentía que el sistema educativo coartaba su libertad. Ahora, hace el Doctorado en Física en el Instituto Balseiro con beca del CONICET y a los 24 años se convirtió en el primer autor de un trabajo científico en la revista Nature Communications que desarrolló un tipo de láser de sonido que podría servir para que las computadoras cuánticas sean masivas, los celulares funcionen mejor y las ecografías permiten diagnósticos más precisos.
Se mudó años atrás a Bariloche y hoy brilla con luz propia. Fue entrevistado por RÍO NEGRO sobre su historia personal desde su infancia en Salta hasta sus otras pasiones, como la escalada.
P – ¿Cómo llegó al Balseiro?
R – Todo comenzó a los 14 años. Yo era bueno en matemáticas, pero tenía la particularidad de que me gustaba faltar al colegio. Buscaba actividades extracurriculares que me permitieran faltar de forma “legal”. Una de esas puertas eran las Olimpíadas de Matemática con un viaje a Córdoba como premio. El problema que tuve es que no encontré profesores de matemática que me prepararan, pero me recomendaron a Daniel Córdoba, de la Universidad Nacional de Salta, que daba clases de física en un anfiteatro. “Para que te enseñe matemática, primero tenés que aprender física”, me dijo. Yo iba a un colegio de economía y jamás habíamos tenido física. Acepté sus clases. Pero aún sigo esperando la clase de matemáticas (risas). Creo que fue una ventaja porque tuve la suerte de aprender física de una manera diferente. Daniel no era un profesor común. Era un compañero más que te enseñaba antes de rendir un parcial lo que él sabía. En sus clases conocí a otros chicos que pasaban como invitados: habían tomado sus clases y estaban en el Balseiro. De repente veías pibes que te decían que se llevaban física en el colegio y ahora estaban en el Balseiro, entonces pensabas “si él puede, ¿por qué yo no?”.
P – ¿Por qué faltaba al colegio?
R – El taller era los sábados de mañana en la universidad y para todo público. El anfiteatro quedaba tan chico que no podíamos permitir que entrara más gente porque algunos estaban sentados en el piso o abajo de la mesa del profesor. Había más de 200 personas y el anfiteatro era para 150. Daniel incluso daba becas a chicos con dificultades económicas para que se queden. Ahí el nivel ya era un poco superior, no era una clase sino más un taller, donde nos ayudábamos entre todos. Si tenías un problema difícil ibas al pizarrón y los que querían ayudar se sumaban, era más constructivo entre los alumnos. Ahí la función de Daniel era guiar, coordinar todo. Después, los que querían saber aún más eran invitados por Daniel a participar en las Olimpíadas de Física. No era visto desde la parte de competencia, sino como un impulso para seguir aprendiendo.
P – ¿Cómo se fue desenvolviendo en el Balseiro?
R – Hace cuatro años que estoy acá. Comencé con la carrera de Licenciatura en Física, después con la Maestría, y ahora estoy con el Doctorado; becado por el Conicet.
P – ¿Qué hace en su tiempo libre?
R – Además de la física, otra gran pasión que tengo es la montaña. Siento una lucha interna entre la física y la montaña. Me gusta mucho la escalada en roca. Hacer montañismo, subir cerros y montañas. Me gusta hacerlo en distintas condiciones. No es lo mismo en verano que en invierno con el hielo.
P – ¿Cómo se adaptó a trabajar en estos tiempos de pandemia?
R – Comencé la Maestría en el Instituto Balseiro, en el mismo laboratorio que hago el Doctorado. Es más, la finalización de la Maestría y el inicio del Doctorado es continuar el mismo trabajo básicamente. El artículo sobre el desarrollo de un nuevo tipo de láser de sonido que publicamos en la revista Nature Communications incluyó mediciones que se hicieron en la Maestría, pero que se procesaron en el Doctorado. Actualmente, en el contexto de pandemia, estoy trabajando con el procesamiento de datos y con reuniones con los colaboradores de Alemania una vez por semana. Estamos tratando de sacarle jugo a todo aquello que medimos en su momento para entender el sistema al máximo, así en el futuro cuando volvamos a medir sabemos cómo y dónde hacerlo. No es tanto lo que tenemos en la mano si no cómo lo controlamos.
P – ¿Se imaginaba que desde el taller de física iba a llegar al Instituto Balseiro y a publicar un trabajo importante a nivel mundial?
R – No. Sólo tenía la meta de ingresar al Instituto Balseiro, y una vez que entré ahí pensé “bueno, ahora tengo que planificar de nuevo porque no sé que va a suceder”.
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P – ¿Tenía antecedentes familiares relacionados con la ciencia?
R – Mi mamá es odontóloga y mi papá es geólogo, pero no recuerdo en ningún momento un estímulo particular por la ciencia o la física de parte de ellos. Siempre dejaron que descubra lo que me gusta. También tengo una tía bioquímica, pero con el mismo trato que mis padres. No recuerdo hablar de ciencia en ningún momento con ellos, hasta que cumplí 14 años y aparecí por el taller de física. Recuerdo que los sábados volvía a casa a comer, y llegaba tan emocionado y fascinado por lo que había visto en clase que era el tema de la mesa. En esos momentos sí que se hablaba de física, o mejor dicho yo hablaba y ellos preguntaban.
P – ¿Qué espera para el futuro?
R – Por el momento, continuar con el Doctorado. Justo el área en que nos especializamos me gusta mucho estudiarla y disfruto. En el futuro lo más probable es que continúe con algún posdoctorado en Europa, o en el grupo colaborador siguiendo el mismo sistema; y con ganas de volver después a planta permanente como investigador en Bariloche
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