Alejandro Toro: una vida entre el fuego y el fuelle
El cocinero y acordeonista hace de sus dos pasiones una trama, sigue cocinando y está por sacar su primer disco.
Por Victoria Rodriguez Rey
@victoriarodriguezrey
– Ale, si tuvieras que elegir entre la cocina y la música ¿con qué te quedas?
– Con la cocina y la música.
Alejandro Toro no imagina un oficio sin el otro. Ambos le aportan creatividad, disciplina y le atraviesan el cuerpo. Con el acordeón como instrumento y la cocina como herramienta va trazando su vida, sin sedientas ambiciones, aunque con sueños concretos. Alejandro es eso, un soñador, como salido de un cuento fantástico conmueve en cada acorde y deleita en cada bocado.
Nació en Batán, un pueblito pequeño, a minutos de la ciudad de Mar del Plata. Una infancia sin distracciones más allá de la pelota y el oficio de su padre, la albañilería. A los doce años comenzó a tocar el acordeón de manera autodidacta, con un instrumento que le prestaban de lunes a viernes. Cuando lo devolvía, el dueño verificaba el estado del mismo y renovaba el préstamo semanal.
Se mudaron a San Antonio Oeste, provincia de Río Negro. Y a los diecinueve ya estaba trabajando en una cocina en Neuquén. Para este entonces había pasado por varias obras como albañil; peñas y escenarios como músico y gamelas, restaurantes y paradores como ayudante de cocina.
“Una vez, en un ensayo, un hombre me vio con las manos todas lastimadas, había sido un día muy duro en la construcción y me sugirió que tenía que buscarme un trabajo que me permita tocar, que me cuide las manos. Ahí empieza mi camino y amor con la música y la cocina de manera profesional”, recuerda Alejandro.
En el universo gastronómico, que muchas veces sufre encandilados vedetismos, Alejandro brilla por su humildad y generosidad. Tiene presente cada momento y cada persona que lo acompañó y advirtió con consejos y opiniones. “Un día un compañero me dice venite de bachero y bancátela un tiempo que cuando te vean laburar te van a meter. Santino, un reconocido restaurante del centro neuquino, tenía un gran equipo de trabajo. Ahí llegué. Mi jefe era Alejandro Di Fabio. Había un huequito en la pastelería, me ofrecí para hacer unas cosas y me empezaron a probar. A los seis meses yo no era bachero, sino que estaba a cargo de un turno de cocina. Ahí trabajé nueve años y aprendí muchísimo. Con mucho esfuerzo y en etapas, empecé a estudiar cocina”, cuenta Alejandro.
Alejandro sabe que es el resultado de cada encuentro con maestras y maestros. Desde el oficio de albañilería hasta los escenarios y las mesadas. Agradece haber compartido fuegos con Alejandro Di Fabio, Marcos Palladino, Santiago Carignano, Mariela Bertoldi, Gonzalo Niño Gómez, Pancho Fernández, por nombrar algunos. En los escenarios, un regalo haberse encontrado con Rafo Grin, Luisa Calcumil, Raúl Barbosa y Chango Spasiuk con quien compartió una sobremesa a cambio de un frasco de salsa criolla que armaba entre despacho y despacho.
La cocina y la música son dos actividades que se vieron drásticamente afectadas en esta situación de pandemia. Sin embargo, Alejandro supo aprovechar su harto recorrido de aprendizajes para no desesperar en condiciones adversas. Frenó. Se mudó a Villa Regina con su compañera y su hijo. Allí armó su emprendimiento de pastas artesanales, da clases de acordeón en forma virtual, sigue estudiando, disfrutando de su familia, pensado y tejiendo sueños.
Respecto a la música, en unos días sale su primer disco como compositor, después de tres años de trabajo. Respecto a la cocina nos comparte una receta:
Raviolones de calabaza asada y verdeo
Ingredientes
Para la masa:
– 500 g de harina 0000
– 15 g sal fina
– 20 cc aceite de oliva
– 120 cc agua
– 2 huevos
– 1 yema
Procedimiento
Amasar hasta lograr un bollo liso y dejar descansar. Luego estirar la masa con máquina en el momento que se va a rellenar.
Para el relleno:
– 1 calabaza
– orégano fresco
– miel
– verdeo fresco a gusto
– sal y pimienta a gusto
Procedimiento
Asar la calabaza condimentando con todos estos ingredientes hasta lograr un puré, agregar un vez frío el verdeo fresco.
Para la manteca saborizada de ajo
– 50 g de manteca pomada (blanda)
– 1 cabeza de ajo
– sal y pimienta a gusto
Procedimiento
Junto con la calabaza llevar al horno media cabeza de ajo envuelta en aluminio condimentando con sal pimienta y aceite de oliva. Cocina hasta lograr un puré suave. Una vez frío saborizar la manteca con el ajo y reservar.
Armado
Rellenar los moldes de raviolones, que ya están cubiertos con la masa, con el relleno de calabaza. Luego cocinar en una olla con agua y sal, durante siete minutos en agua hirviendo. En un sartén colocar una buena cucharada de la manteca saborizada. Agregar la pasta, se le puede agregar almendras picadas, hojas de albahaca fresca y unas escamas de queso azul. Saltear unos segundos y servir.
Contactos:
IG @alejandro.toro.2020
Fb Alejandrotoro
299 624 3320
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