Jorge, el taxista cipoleño que volvió a nacer en Viedma
Estuvo casi 20 días entubado. Pasó su cumpleaños 54 en Terapia Intensiva, pero se recuperó y ya está de vuelta en Cipolletti.
Así como el covid-19 pone contra la pared a contagiados y a sus allegados, una vez superado el trance en casos con final feliz, permite volver a construir el rompecabezas familiar. Es que en el medio, también se anteponen las cualidades médicas y la solidaridad.
De esos valores en alza que cotizan en Bolsa y que a veces, se propagan tan rápido que el propio virus, puede hablar mucho de aquí en adelante Jorge Martínez. Se trata de un taxista y cuidador de pacientes de Cipolletti, a quien un nutrido grupo de profesionales del hospital Zatti le salvó la vida.
Estuvo casi 20 días entubado. Es uno de los pocos que salió airoso de un respirador en el nosocomio capitalino. Allí, hubo casos de alta mortalidad dentro de esos procedimientos médicos, aseguran sus autoridades.
Jorge empezó con los síntomas hacia fines de agosto en Cipolletti, donde reside junto a su esposa Sonia y sus hijos, el productor radial Juan Andrés, y Gisella, una técnica en Turismo actualmente desocupada. Los cuatro estaban con síntomas pero pegó más fuerte en el jefe de familia.
“Tenía muchos dolores, sus riñones ardían, llegó a bañarse hasta cinco veces por día, en una oportunidad se tomó de la pared porque no podía respirar. Lo que le jugó en contra fue cierto sobrepeso y el sedentarismo con muchas horas en el taxi”, cuenta su esposa Sonia a Río Negro.
Recuerda que por momentos, ninguno de los cuatro podía levantarse de la cama para hacer los quehaceres domésticos. Una amiga de la familia hacía las compras, y dejaba los bultos en la puerta de la vivienda para evitar un contacto infeccioso.
Jorge, luego de numerosas consultas médicas, quedó internado en Cipolletti el uno de setiembre, y ante la gravedad y falta de camas en el Alto Valle, un avión sanitario lo depositó en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Zatti. Hasta ese momento, Jorge nunca había estado en Viedma. Llegó a ella en forma imprevista.
En Viedma, la kinesióloga Ayelen Baqueiro recuerda el arribo del cipoleño y que se le hizo una traqueotomía. A los pocos días –apunta– empezamos a despertarlo, movilizarlo; abrió los ojos, se ubicó en tiempo y espacio (sabiendo dónde estaba), fue muy colaborador y con esa apertura al tratamiento”.
El cipoleño ya está recuperándose en su domicilio y su familia es recurrente en el agradecimiento al personal del hospital Zatti de Viedma.
Al principio, la comunicación era mediante el uso de un abecedario dado de que no podía emitir palabra. Junto con las medidas no farmacológicas de recuperación, el equipo médico montó un ambiente como para lograr respuestas positivas a los estímulos.
El tiempo transcurrió entre música y bromas con Laura, una de las mucamas con quien Jorge más se identificó y a quien luego le obsequió un texto de agradecimiento a pesar de su debilidad para escribir.
Todos las herramientas farmacológicas y de contención emocional dieron sus frutos. A pesar de que Jorge era testigo involuntario de cosas desagradables como pacientes que se levantaban, o salían muertos. “Desde la cabeza te puede afectar pero todo salió bien”, a juzgar por lo que recrea la kinesióloga.
Este equipo terapéutico tiene la misma misión para con todos los pacientes, y ante aquellos que evolución más rápido, el despliegue con una impronta sumamente humana. Por caso, ante la recuperación de Jorge, todos los procedimientos que iban realizando para salir adelante era previamente explicados al paciente. “Es para que se sientan cómodos, y siempre tratamos de llevarlos a acciones de la vida diaria, como actuar con la higienización bucal o preguntarle cómo había dormido durante la noche”, detalla Baqueiro.
El 7 de octubre era una bisagra en la vida personal del taxista. Cumplió 54 años en el hospital. Su familia revolvió cielo y tierra pero no pudo viajar para tamaño acontecimiento. Los profesionales que seguían de cerca su evolución fueron protagonistas de momentos de mucha emoción.
Sentaron al paciente en la cama y mediante una videollamada recibió el saludo de sus seres queridos desde Cipolletti.
Como en la sala no había globos de cumpleaños, uno de los encargados improvisó. Infló un guante y estampó la leyenda “Feliz cumpleaños”.
Luego Jorge escribió en un papel: “Feliz año nuevo”. Una indirecta. Pues el trance representó un cambio en su vida como si hubiera quemado una etapa en el calendario.
La familia esperaba, con el apoyo “agradable de amigos”
Hoy nuevamente están todos juntos en su domicilio de Cipolletti, pero durante la internación de Jorge en Viedma, Sonia y sus hijos esperaban en la ciudad valletana.
Pero, los Martínez no estaban solos.
En forma espontánea, apareció una importante red de apoyo entre los amigos que acercaron recursos frente al incierto escenario de la familia.
Sonia destaca el gesto y “fue muy agradable para mí que no había pedido ayuda, y (los amigos a quienes no veía de hacía tiempo) nos trajeron de mercadería, y algo de dinero” ante la imposibilidad de trabajar.
Lejos de acobardarse en virtud de que Jorge entraba en un túnel sin salida por el compromiso en los pulmones, la mujer –que superó los efectos y volvió a trabajar 16 horas por día cuidando enfermos–, siempre mantuvo la esperanza de que recuperaría sano y salvo a su esposo.
“Soy muy positiva, gracias a Dios apareció el avión porque estaba gravísimo, y todo ese movimiento (de la derivación) me trajo paz porque de una guardia pasaría a ser bien atendido” en Viedma, apunta Sonia.
En hospital viedmense estuvo el otro gran acompañamiento. Se volvió a demostrar entonces que las relaciones humanas favorecen notablemente el periodo de recuperación , y en el Zatti, junto a los terapistas, uno de los soportes profesionales y emocionales recayó en la kinesióloga Ayelen Baqueiro.
Ella recuerda que al paciente cipoleño y repasa el tiempo de Jorge en la Unidad de Terapia de Viedma, con las interminables y complicadas jornadas.
“El milagro” y la vuelta deseada, pero no fácil
El deseado retorno no fue fácil.
La ambulancia sufrió una avería, y surgieron trabas. La solución apareció en un canje de pacientes. Había que hacer otra derivación del hospital Moguillansky, las autoridades del Zatti aceptaron ocupar una cama con otro derivado de Cipolletti, y así Jorge pudo volver.
La ambulancia partió el lunes 12, y en el Zatti sabían de la llegada a su par cipoleño Moguillansky.
Sonia, su esposa, cuenta que en el nosocomio valletano nadie sabía de su existencia.
Algunos contactos con la dirección del establecimiento lograron agilizar la búsqueda. Lo habían internado en una sala común contigua a un quirófano.
“Estoy acá”, fue lo primero que Jorge le dijo a Sonia, que entre agradecimientos al personal del Zatti encontró a su marido como si hubiera vuelto de una guerra. “Se nota –recuerda– que peleó (contra la enfermedad)”.
Juan Andrés Martínez (25) fue el primer positivo de la familia. Su marcha fue distinta porque cursó la enfermedad entre leve y moderada aunque se cuidó, y siempre tuvo respeto por la pandemia.
“Mi papá no conocía Viedma, menos mal que la conoció y volvió. Esto no se lo deseo a nadie. El grave contagio –agrega– de su padre fue un antes y un después, y cambió todo, y estamos más unidos que nunca”.
Juan Andrés –con una sólida fe– dice haber puesto “todo en manos de Dios cuando salió para Viedma, y nos fue mostrando cómo iban a ser las cosas, yo sabía que lo lograríamos todos juntos y fue así, un milagro”.
La recuperación
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- días en Terapia de Viedma, tras un traslado de Cipolletti porque no tenían camas. Estuvo 20 días con respirador artificial.
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