Raúl Milipil, el gomero cantor de Roca
Se crió en El Cuy, trabajó en buques pesqueros y desde hace 30 años en su gomería de Roca. Canta tangos, milongas y melódicos. La pandemia le frenó su último show en el casino.
Tenía los zapatos negros lustrados y la ilusión por las nubes. Estaba todo listo para el show que iba a dar en el casino. Pero la pandemia le congeló el regreso al escenario a Raúl Milipil, el gomero cantor de Roca.
Su lugar de trabajo se llama Neptuno, un clásico del barrio Bagliani donde “se dan soluciones” a los clientes. El nombre conecta con el mar pero aquí todo huele a cubiertas.
La gomería está de cara a la San Martín y la casa al fondo. Su voz está raspada por el cigarrillo. Lleva puesto mameluco naranja, gorra de beisbol, zapatillas de cuero y barbijo obligatorio.
Desde que tengo la gomería, dejé un par de veces a mi hijo a cargo y me fui a hacer la marea. Extrañaba mucho dormir con el barco en movimiento”.
Adalberto Raúl Milipil
En vez del micrófono -con el que soñó ser Julio Sosa, José Larralde o algún locutor de radio de renombre- tiene una cubierta entre las manos. La hace girar en la máquina que la despega de la llanta. Su cara se ilumina cuando toca y detecta el pinchazo.
El gomero cantor tiene 56 años y es “un paisano de El Cuy”, como gusta definirse. Tiene mucha charla con los clientes y aclara que antes “era medio para adentro”, que aprendió a la fuerza a ser comunicativo, a abrirse para hacer conocer sus cosas.
Conoció la música desde la radio. La llevaba mientras andaba a caballo en el campo. “Las milongas, tangos, la voz de los locutores de Radio Nacional, la AM 640 de Roca. En la distancia de El Cuy, esos mensajes tenían otro valor”, explica. Y recuerda el día en que “me largué llorar cuando escuché un tema los Guns N´ Roses”.
A los 18 años volvió de la colimba, agarró el bolso y salió “a transitar los caminos”.
Primero trabajó en un lavadero en Cipolletti. Más tarde, de peón en una estancia bonaerense, donde aprendió sobre manejo de hacienda, pastizales y la siembra en la pampa verde.
De pronto, una chance le abrió horizontes. “Charlando con un albañil que andaba por la estancia, me informa de la oportunidad que era entrar en la marina mercante, para ganar más, en dólares. Me entusiasmó con que desde los barcos podría conocer el mundo. Y como este paisanito tenía ambición, salí convencido hacia los puertos”, explica Raúl, sentado en el sillón que montó sobre dos cubiertas.
Sin saber nadar y con solo la primaria hecha, hizo el curso de marinería en San Antonio Oeste y aprobó.
Ya con la libreta en mano, se embarcó por primera vez en Mar del Plata. Luego viajó a Comodoro y deambuló por el puerto. Golpeó puertas en las empresas pesqueras. “Miraban mi libreta y me decían que no tenía experiencia”, indicó.
Días más tarde lo contrataron para abastecer un barco que atracó en Bahía Camarones. Viajó con un grupo en una Ford Ranchera llena de mercaderías y un gomón. “Cuando se hizo de noche me tiraron un cabo y trepé con mi bolso y un par de frazadas. Arriba me encontré con 70 marineros. Era tal mi entusiasmo que recorría camarotes y no paraba de charlar”, sostuvo.
Hizo amistades, se pegó algunos porrazos por el hielo en cubierta y aprendió a agilizar las manos para seleccionar el pescado.
Del mar guarda también las noches estrelladas con luna llena y la sensación de que “sos uno con el universo”. Extraña “dormir en movimiento” y la visión de decenas de barcos pescando juntos, cuando forman una ciudad flotante.
Del mar pasó a las cubiertas. Uno de sus hermanos de El Cuy -6 varones y dos mujeres- le habló allá por los ´90 de la oportunidad de comprar una gomería en Roca. No lo dudó. Hoy Raúl lleva 27 años en el oficio y dice con la pera en alto que en Neptuno aprendieron unos 100 gomeros.
Montó este servicio en otros lugares, hasta en La Pampa. Pero le esquivó a las rutas porque “andan los camiones y las ruedas pesadas te joden la cintura”.
Armó una gran familia de 7 hijos con Fabiana. Se separó el año pasado y la añora. “A lo mejor me vuelve a abrir la puerta”, cree.
Antes cantó en peñas folclóricas, de la mano de su amigo Ringo Ross. Ahora sueña con volver al escenario del casino, donde sus clientes llenaban el lugar cuando se presentaba. Sueña que va a ser con una orquesta que lo acompañe. Quiere a un bandoneonista a su lado.
Tiene preparadas las pistas de varios tangos, un blues de Pappo y algunos temas melódicos.
Dice que “ya volverá el tiempo para la música”.
Ahora su energía está puesta en Sergio, concuñado y compañero de trabajo en Neptuno. La esposa falleció de covid-19 hace unos días.
En uno de los videos caseros que Raúl comparte a sus amigos por whatsapp, se lo escucha con voz potente. Y les lanz el siguiente mensaje tanguero: “yo he vivido dando tumbos…”.
Dice que el 2×4 es su pasión desde la infancia en el campo, y que ahora busca músicos para que lo acompañen en formación de orquesta.
Hasta ahora sólo canta con pistas.
Comentarios