La misión de Ratzinger: «No haré mi voluntad sino la de Cristo»
Lanzó una advertencia para
EL VATICANO.- «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad» aseguró ayer Benedicto XVI, sino la de Cristo y como él, «rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida».
Con esa frase, en la que equipara a humanidad con la oveja descarriada en el desierto, que ya no puede encontrar la senda, inició Joseph Ratzinger su Pontificado. También con un llamado a la unidad de la Iglesia.
Más de 350 mil peregrinos y delegaciones oficiales de más de 100 países le dieron la bienvenida en la Plaza San Pedro. El presidente Kirchner estrechó su mano, mientras el gobierno prepara el terreno para reencauzar la relación con la Iglesia tras el escándalo de la destitución del obispo castrense Baseotto.
Luego de la misa que se extendió por más de dos horas, el nuevo Pontífice recorrió la Plaza de San Pedro y bendijo a los fieles desde un papamóvil sin techo ni blindajes, en medio de un fuerte operativo de seguridad.
La estrategia oficial apunta a suavizar la imagen de un teólogo austero, reconocido como un guardián ferviente de la fe. Aún no queda claro si intenta producir cambios importantes en la Iglesia o servir, en cambio, como una figura de transición después del largo pontificado de 25 de Juan Pablo II.
Joseph Ratzinger afirmó que su verdadero programa de gobierno no es hacer su voluntad, ni seguir sus propias ideas, sino escuchar la palabra y la voluntad de Dios y dejarse conducir por él.
«La Iglesia vive. La Iglesia es joven», afirmó el nuevo Papa en su mensaje de 35 minutos ante una multitud.
«No tengan miedo y abran sus corazones a Cristo», agregó al recordar una de las primeras frases de Karol Wojtyla al comenzar su reinado en 1978.
El Papa lució algo cansado y tosió varias veces.
Durante su homilía fue interrumpido por el aplauso de la multitud en varias oportunidades, especialmente cuando mencionó a su antecesor, Juan Pablo II. «Y ahora, en este momento, como el humilde servidor de Dios que soy, debo asumir esta tarea enorme, que rebasa verdaderamente toda capacidad humana», dijo.
En otro párrafo de su sermón, Benedicto XVI señaló que quería llegar a otros cristianos, enviándoles «saludos especiales», al igual que a los judíos «con quienes estamos unidos por
una gran herencia espiritual compartida».
«Finalmente, como una ola que junta fuerzas, mis pensamientos van a todos los hombres y mujeres de hoy, a los creyentes y no creyentes por igual», agregó.
Vestido con una casulla dorada y portando la cruz pontificia de su antecesor, Juan Pablo II, el Papa llegó a la Basílica de San Pedro a las 5 (hora argentina), seguido por una procesión de cardenales.
Dentro del templo, Benedicto XVI rezó ante la tumba de San Pedro, dentro de las grutas vaticanas, para simbolizar el pasaje como su 264º sucesor y esparció incienso en el lugar donde la tradición indica que fue enterrado Pedro.
Luego, el Pontífice y los cardenales marcharon rumbo al atrio de la Plaza de San Pedro, donde se llevó a cabo la misa que encabezó el propio Joseph Ratzinger.
En el comienzo de la misa, Benedicto XVI recibió los dos símbolos del Pontífice, el palio y el anillo del pescador.
La estola se lleva sobre los hombros en las celebraciones litúrgicas y tiene seis cruces bordadas. El anillo, símbolo de poder y de la autoridad pontificia, lleva la imagen de San Pedro echando las redes de pescador y será utilizado por el Papa hasta su muerte.
A la asunción asistieron jefes de Estado de todo el mundo. Entre ellos se destacaron el canciller alemán (país de origen del nuevo Pontífice), Gerhard Schröder, el primer ministro francés, Jean Pierre Raffarin, y los reyes de España.
(AP, DPA y Télam)
Notas asociadas: Se esfuerzan por darle una imagen más blanda Frases clave del sermón Los Kirchner saludaron al nuevo papa Una gran puesta en escena con estilo Ratzinger
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