¿Cuáles son los límites en una sesión de fotos con adolescentes?

Chicas y chicos denunciaron en redes sociales a un fotógrafo de la región por maltrato en el contexto de estas producciones. ¿Qué está permitido y qué no?, ¿cómo establecer acuerdos?

En las últimas semanas, circularon testimonios de chicas y chicos en redes sociales que relataron situaciones de maltrato, e incluso acoso, en el contexto de sesiones con un fotógrafo de la región. ¿Cómo se desarrollan estas producciones y qué prácticas conllevan?, ¿qué está permitido y qué queda fuera de lugar?, ¿qué motiva a los adolescentes a participar en ellas?
Jóvenes de Viedma, Roca y Neuquén describieron conductas inapropiadas, humillantes y ofensivas ejercidas por un fotógrafo durante las sesiones. Los comentarios iban desde “escondé la panza”, “estás gordita”, “no tenés actitud” hasta “al menos poné cara de que la estás pasando bien”, “cómo te vas a vestir así flaco”, “nunca te hiciste una sesión por eso posás mal”. Contaron que les ofrecía sacar fotos “a cambio de publicidad” en sus redes sociales porque era conocido y tenía imágenes con famosos; pedía fotos en ropa interior para “editar imperfecciones”, se negó a hacer sesiones con chicas porque “no era linda o no era modelo”. “A más de una les hizo un comentario desubicado y se le fue la mano en el contacto físico cuando éramos pibitas”, sintetizaron.

Profesionales de la fotografía y adolescentes hablaron con RÍO NEGRO sobre cómo se desarrollan estas sesiones y cómo se establecen los acuerdos y límites.

Camila Sifuentes es fotógrafa y también profesora de Cine y Nuevos Medios. Trabaja con adolescentes en talleres de fotografía y en colegios secundarios y para ella las pautas son muy claras: “Si vamos a trabajar con menores de edad, siempre deben estar acompañados de un adulto y tiene que estar explicitado adónde vamos a ir a hacer fotos, cuántas horas vamos a estar, cómo nos vamos a manejar, qué tipos de fotos vamos a hacer y quiénes vamos a estar presentes”.

Aconsejó “tener el menor contacto físico posible. Si necesito una postura concreta, desde la distancia le digo qué posición estamos buscando y la genero en espejo: la hago yo para que la otra persona me la copie”.
Hay un trato específico, con empatía y respeto, donde las partes deben entender bien qué hace cada una y qué se busca. “Lo primero y principal es tener respeto hacia el otro, por eso aconsejamos siempre mantener la distancia física”, más aún si son menores de edad, explicó. A la hora de promocionar el trabajo, también se pide expresa autorización de un adulto con firma para publicar las fotografías en redes sociales.

Frente a la exposición que los y las adolescentes hacen de su cuerpo e intimidad en sus redes, Camila consideró que están muy empoderados. “No tengo ningún problema, cada uno muestra lo que quiere, pero sí está bueno charlar sobre cómo funcionan las redes y en qué mundo virtual nos estamos metiendo. Mi idea es no tener miedo, sino que sepan que es muy fácil que una foto se viralice de una manera increíble. Sí o sí hay que concientizarnos -adolescentes y adultos- de cómo cuidar nuestra exposición y cómo hacer un filtro de nuestros contactos”, afirmó.

“Me pasa que todos se quieren hacer fotos, al estilo de un “book”, y para mí es algo que enriquece y que tiene que ver con el quererse a uno mismo. Hay un abanico de fotografías que se pueden hacer y de personas que se sacan. Esta generación está cambiando bastante esta cuestión de aceptar al otro como es, con su cuerpo y sus características”, opinó.

“Mi idea no es no tener miedo, sino que sepan que es muy fácil que una foto se viralice de una manera increíble. Sí o sí hay que concientizarnos, adolescentes y adultos”.

Camila Sifuentes, fotógrafa y profesora de Cine y Nuevos Medios.

El fotógrafo Claudio Miño trabaja con adolescentes, en sesiones de quince años, ligadas a la fiesta, y en las sesiones previas que suelen hacerse. “El primer contacto viene por Instagram y continúa por correo electrónico con los padres, con la propuesta de trabajo y el presupuesto. Trabajo con un cuestionario escrito sobre la idea de la sesión que quieren hacerse, qué estilo van a usar y qué locación quieren, si es estudio o exteriores. El día de la sesión es obligatorio que vaya un padre o madre. Nunca hice una sesión sin un adulto al lado, como regla básica de un trabajo profesional y responsable”, señaló. Ahora en la cuarentena, y dependiendo de los presupuestos, tiene reuniones vía zoom con adolescentes y sus padres “sobre qué tipo de sesión vamos a hacer juntos para que se entienda todo”. En ese contexto, consideró que el fotógrafo es “el adulto que tiene que tener la responsabilidad de trabajar en esos límites” y que “hay que ser muy cuidadoso en todo, en lo que uno habla, y también capacitarse en cómo tener una conexión respetuosa”.

“Nunca hice una sesión sin un adulto al lado, como regla básica de un trabajo profesional y responsable”

Claudio Miño, fotógrafo, trabaja con adolescentes.

Cuando Gonzalo Palermo describe su trabajo fotográfico con adolescentes también deja en claro que es el profesional quien controla la situación, ya sea en las sesiones previas a los cumpleaños de 15 o en el evento mismo: “La chica es la que primero escribe, pero luego el trato se deriva a los padres. Después, en las sesiones previas con las quinceañeras, sí o sí tiene que venir un padre o adulto responsable. No lo haría de otro modo”.

“Yo todavía no he tenido una experiencia así, pero conozco muchas chicas que están muy metidas en el tema. La mayoría, cuando cumple 15, espera tener una sesión fotográfica con sus amigos, familia y de ellas mismas. Además de ser algo ya tradicional creo que se quiere plasmar el recuerdo. Por otra parte, en algunos casos hay una intención que va más allá del cumpleaños como es exhibir la belleza al estilo de una modelo”, explicó Agustina de 14 años. “Sé de un par de chicas que están muy interesadas con el modelaje, seguidores y belleza. Se lo toman en serio, participan en desfiles y hacen fotos profesionales en Instagram o Tik Tok, algunas tienen 2.500 seguidores y, en general, cuentan con el apoyo de sus padres. No está mal, pero yo prefiero tener un perfil más bajo, no relacionado con mi vida personal, mi cara o mi cuerpo”, agregó.

M. tiene 16 y participó en cuatro sesiones de fotos de amigas que cumplieron 15: “no sólo es un espacio divertido, sino que también se busca que sea profesional porque después se proyecta en la fiesta. “Cuando hacemos las sesiones, los fotógrafos te pueden llegar a ayudar, a decir cómo te tenés que poner, pero nada más. Que haga comentarios con respecto al cuerpo o la belleza, estaría mal, no sería profesional”, opinó. También existen otro tipo de sesiones que son más para las redes sociales. “Hay chicos a quienes los contratan lugares de acá para sacarles fotos para sus locales y así poder tener clientes de esa edad, saben que a través tuyo pueden llegar a un público más amplio. Lo que pasa en estos casos, es que eligen chicos bastante hegemónicos y no todos son así”, señaló.  

Aceptar que un fotógrafo te saque imágenes profesionales para tener un lindo recuerdo o para subir a redes porque simplemente te gusta, está bien; que el adulto te haga sentir incómoda sobre tu cuerpo o insegura sobre tu integridad, no. Los límites en la exposición del cuerpo frente a la mirada del otro no están escritos, ni protocolizados, pero son parte de un acuerdo y hay una frontera infranqueable: el acoso. Aun cuando la viralización de las denuncias públicas genere controversia, hay que poner el foco en tres aspectos fundamentales: el respeto a la autonomía de los cuerpos adolescentes; su derecho a no ser violentados física, verbal ni emocionalmente; y la responsabilidad ineludible de las personas adultas en esa interacción social -real o virtual-, tanto en el ámbito público como en el privado.

La solución no es la prohibición, sino generar condiciones para que las y los jóvenes puedan ejercer una vida autónoma y sin violencia.


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