El cepo, la bicicleta argenta y un esquema con vida corta

la estructura cambiaria está llena de inconsistencias y habilita una especulación que permite ganancias de 34% mensual directa, mientras caen las reservas.

Redacción

Por Redacción

Sangría. Las reservas del Banco Central no dejan de caer. En agosto lo hacen a un ritmo de u$s 1.000 millones mensuales.

La gente compra 200 dólares por mes y eso genera una demanda muy grande de pequeños ahorristas. Hoy por hoy es un problema esos pequeños ahorristas. No son sumas tan importantes, pero son un problema”. La frase del Presidente Alberto Fernández durante una entrevista el pasado fin de semana recalentó las cotizaciones alternativas del tipo de cambio durante toda la semana, impactando en el precio de la divisa.
Las palabras de mandatario fueron seguidas de una resolución del Banco Central en la que se inhabilitó a 4.600 personas para operar en el mercado de cambios. Se sospecha que las mismas operaban como “coleros”, facilitando a otras personas el cupo de u$s 200 mensuales que les corresponde, a cambio de una comisión. La ganancia es más que tentadora. Cualquiera con una caja de ahorro en dólares puede comprar hoy sus u$s 200 a precio oficial ($77,7) más el impuesto país del 30%, pagando $101 por cada dólar. Si retira esos billetes por caja y camina un par de cuadras, puede cambiar esos mismos billetes recibiendo $136 por cada dólar. Una ganacia mensual directa del 34% mediante una sencilla operación de cambio conocida en la city como “pure”.

Pure. La modalidad mediante la cual se compra a precio oficial y se vende a precio blue.


La cantidad de personas que utiliza el cupo de u$s 200, crece mes a mes, y actualmente supera los cuatro millones. Equivale a una sangría mensual de reservas de al menos u$s 800 millones.
A todas luces, se trata de un esquema que tarde o temprano entra en crisis.

Rústico
El esquema cambiario actual mantiene al menos cinco tipos de cambio relevantes. El tipo de cambio oficial ubicado en $77,7, es el que pagan los importadores al momento de ingresar sus operaciones. Es determinante para el grueso de la insdustria que utiliza insumos y partes que provienen del exterior, y por lo tanto influye en el precio final en pesos de cientos de productos.
No obstante, nadie puede adquirir billetes a ese precio. Para hacerse de los u$s 200 habilitados al mes, hay que agregar el 30% de impuesto país, lo que se conoce como “Dólar Solidario o Turista”, ubicado hoy en $101.
Los exportadores en cambio, deben atenerse a otro precio. Para ellos el valor de referencia es el tipo de cambio oficial, menos las retenciones. Para el caso de la soja, producto estrella de las exportaciones argentinas, el “Dólar Soja” equivale a $51,28.

La restricción vigente es rústica, mal ideada, habilita la especulación minorista, y no sirve para evitar la sangría de reservas que sufre el Banco Central.


A ello hay que agregar en primero lugar el “Dólar Bolsa” que se obtiene mediante la compra en pesos de un bono o acción que cotiza en el extranjero, y su posterior venta en dólares. El mismo cerró la semana en $130. Por último el “Dólar Blue”, que trepó esta semana hasta $136.
El gran problema que presenta el esquema, es que se trata de un cuadro rústico y no planificado, producto del desbarajuste financiero generado en los últimos dos años de la gestión Macri.
En diciembre de 2015 cuando Mauricio Macri llegó al poder, también existía una restricción a la compra de divisas. Sin embargo aquel esquema denominado “Dólar Ahorro”, obligaba a los compradores a solicitar autorización a la AFIP, quien determinaba el monto de divisas al que cada contribuyente podía acceder, en base a su nivel de ingresos y su situación tributaria. Un dispositivo mucho más lógico y equitativo que el actual, en el que una persona con altos ingresos puede adquirir la misma suma que alguien que tiene abierta una caja de ahorro y no cuenta con ingresos.

Precio máximo y la falacia de la propiedad
La dinámica de mercado cuando el Estado decide establecer un precio máximo, es un ejercicio básico en la teoría económica. Si el precio establecido por la autoridad competente está por debajo del precio que surge de la interacción entre oferta y demanda, lo que se produce de inmediato es un exceso de demanda. Al nivel de precio máximo, son muchas más los que quieren comprar que los que quieren vender, lo que es igual a “escases”. A ese precio, no hay para todos. Acto seguido, nace el mercado negro, que ofrece una cantidad muy inferior, pero a un precio mucho más elevado.
En términos prácticos, el dólar es una mercancía más. El precio “Turista” opera como precio máximo, generando la aparición del “Blue”, un mercado que nadie sabe bien donde queda, y que opera cantidades acotadas. Esto último genera que cualquier movimiento pequeño en la demanda produzca fuertes saltos en el precio. La situación se torna compleja en tanto los agentes económicos comienzan a tomar como referencia el “Blue” y no el oficial a la hora de realizar sus contratos y transacciones.
En términos políticos y sociales no obstante, el dólar no es una mercancía más. Se trata por el contrario de un bien estratégico para el desarrollo y funcionamiento del país. Es la moneda en la que está nominada el grueso de la deuda pública, en la que se pagan las importaciones esenciales, y la forma habitual en la que los argentinos ahorran. En un país que no imprime dólares, pero que a la vez los necesita asiduamente, y en el que hay escases crónica de divisas atento la falta de confianza de los habitantes en la moneda nacional, es natural por tanto que el Estado administre las divisas estratégicamente a fin de garantizar el pago de los vencimientos, el funcionamiento de la industria, y la demanda para atesoramiento o turismo.

Gestión. El gobierno busca dar certeza al programa económico.


Existe en este sentido un sostenido discurso, propio de una parte de la escuela económica asociada al pensamiento liberal que sostiene que los dólares no le pertenecen al Estado sino a aquellos que “generan la riqueza”, entendiendo por tales a los empresarios que arriesgan para invertir y generar empleo. Tal pensamiento llevado al extremo implicaría la imposibilidad de acceder a las divisas a todo aquel que no sea propietario del capital de trabajo. Un esquema todavía más restrictivo que los actuales u$s 200 dólares para la mayoría de la población.
Lo cierto es que la riqueza la genera el país en su conjunto en base al trabajo y la inversión de cada uno de los actores, y que las divisas no pertenecen ni a los empresarios ni al Estado. No obstante es el estado el encargado de velar por el uso estratégico de las mismas.
En este sentido, un esquema de tipo de cambio múltiple podría ser viable siempre y cuando fuera producto de un programa ideado teniendo en cuenta las necesidades de divisas de cada sector, estableciendo un tipo de cambio libre para atesoramiento o turismo, y un tipo de cambio regulado para el caso de las importaciones esenciales, las exportaciones y los servicios de deuda.
A todas luces, no es el caso del esquema cambiario actual. En pocas palabras, vienen días en los que el gobierno deberá definir claramente la política cambiaria hacia adelante, y el cupo de u$s 200 vigente, tiene los días contados.

Bicicleta sin cadena
El verdadero talón de Aquiles del esquema cambiario actual, es el nivel de reservas del Banco Central. Las mismas se ubican nominalmente en u$s 43.000 millones. No obstante las reservas líquidas, aquellas que el BCRA podría utilizar para atender de inmediato la demanda de divisas, se estima en unos u$s 5.000 millones. Si el ritmo de sangría en el mercado cambiario oficial no se detiene, el horizonte es demasiado corto. Es el motivo por el cual esta semana comenzó a circular la idea de hacer efectivo el swap de monedas con China, a fin de oxigenar las reservas.
Como sea, la “bicicleta” que millones de argentinos han utilizado en los últimos meses comienza a quedarse sin cadena de transmisión. Los rumores sobran. El gobierno tiene un menú de opciones delante suyo, cada uno de ellos tiene consecuencias no gratas.
La mayoría de los especialistas recomienda liberar el tipo de cambio. Implicaría una devaluación de al menos un 70%, que desalentaría de inmediato la demanda, pero a la vez comenzaría a trasladarse a precios, acelerando la presión inflacionaria y deprimiendo los ya golpeados ingresos en pesos de la mayoría de la población. No parece el camino con mayor probabilidad para el perfil de la gestión Fernández.

Sangría. Las reservas del Banco Central no dejan de caer. En agosto lo hacen a un ritmo de u$s 1.000 millones mensuales.


La segunda opción es cancelar directamente la venta libre de divisas. Se detendría por completo la salida de reservas pero el mensaje político sería nefasto. Hasta el momento Fernández cuenta en su haber el hecho de estar lidiando con el desbarajuste económico heredado, del cual el cepo cambiario es una parte sustancial. Prohibir la compra de dólares a los particulares sería una marca indeleble para la gestión, justo cuando el arco político comienza a calentar motores para la elección legislativa de 2021, y cuando los actores económicos empiezan a reclamar un programa económico concreto que vaya más allá de la deuda y las restricciones producto de la pandemia. Tampoco parece ser una opción viable.
El tercer camino posible es el de reducir aún más el cupo vigente de u$s 200. Sería una alternativa que solo ofrecería la posibilidad de hacer más lento el goteo de reservas, otorgando tiempo a la gestión para terminar de cerrar el tema deuda e iniciar las conversaciones con el FMI, al tiempo que la economía comienza a rebotar a medida que se flexibilizan las restricciones por la pandemia. Esta opción sin embargo significaría una mayor presión sobre los tipos de cambio alternativos, especialmente sobre el blue. Aún así, parece ser la elección con más consenso interno en la coalición de gobierno.


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