La vuelta a clases: a 1.000 km y en otra realidad
El departamento de Ullúm, en San Juan, queda a unos 1.000 km de acá. No tuvieron ni un caso de coronavirus en esa región y la semana pasada, los estudiantes del último año de la única secundaria fueron a clases. Cómo fue esa experiencia.
El lunes 16, dos semanas después de que arrancaran las clases, las puertas de las escuelas de todo el país, se cerraron.
De buenas a primeras, los guardapolvos quedaron planchados y quietos, los uniformes doblados. La realidad pandémica obligó a las clases por zoom, a la cuarentena, al distanciamiento. Volver a clases sigue siendo, al menos por acá, un deseo bastante lejano. Pero el lunes pasado, San Juan se convirtió en la primera provincia argentina que intentará un método dosificado de vuelta a clases.
A mil kilómetros de nuestras casas, en Ullúm, en el centro sur de San Juan, viven alrededor de 5.000 personas, y es uno de los 19 departamentos de San Juan. Allí, no hubo ni un solo caso de coronavirus desde que comenzó la pandemia. Es más, en toda la provincia hubo 23 casos y no contabilizan ningún muerto. Aún así, tomas todos los recaudos y todos andan con barbijo.
En ese lugar del país, que con esa realidad parece de otro planeta, se reanudaron las clases.
En la Epet N °9 Doctor René Favaloro, sin embargo, no hubo amontonamiento en la puerta ni abrazos después de tanto tiempo sin verse.
La “nueva normalidad” cambió todo. Todo. En el turno tarde, en la puerta del colegio, sentado detrás de un pupitre, hay un policía que toma la temperatura de quienes vienen a clases. Al lado, personal de la escuela salud toma nota de los asietnte. Y más allá, les entregan el kit que ahora será su fiel compañero: una bolsita con alcohol en gel, un barbijo, un jabón de tocador y una toalla personal, todo según lo dispuso el Ministerio de Educación provincial.
Los únicos que volvieron a clase en este establecimiento, según cuenta la prosecretaria docente Susana Villagrán, son los chicos que cursan el último año del secundario, séptimo año para ellos (quinto año o sexto para nosotros). Y tampoco todos: sólo la mitad del curso. De los 39 que pensaban este año estrenar campera de promoción 2020, sólo 18 pudieron ir esta semana. La siguiente irán los otros 18, mientras el resto sigue recibiendo clases a través de zoom o de lo que se hayan llevado a sus casas impreso.
No. No es la panacea. Y la escuela luce desierta. Pero al menos se ven las caras.
“Yo trabajo también de mañana, y no hay nadie a esa hora. Da pena ver la escuela vacía. Una está acostumbrada a verla llena de alumnos, corriendo, jugando a la pelota, pero ahora no pasa nada de eso”, dice Susana.
Susana se refiere a marzo de este año, cuando en la Epet N° 9, hubo 580 alumnos que iniciaron el año escolar. Es raro ahora ver todas las aulas vacías, menos una, y el patio en silencio.
Ahora, al menos en la primera semana, el recreo no se realizó para evitar la tentación del acercamiento o de los juegos. Aunque ya hay algunos alumnos, el patio siguió en silencio.
Pero aún así, la mitad de los alumnos de séptimo año, probaron de qué se trata esta modalidad con la que sueñan desde aquí los que están por terminar la primaria o la secundaria.
Los protocolos para que esto funcione incluye una separación de dos metros entre cada uno de los lugares que ocupan los alumnos, barbijo todo el tiempo y la sanitización de las aulas cada 80 minutos. “Después de cada clase -explica Villagrán- todos los alumnos deben salir del aula y entran los porteros a desinfectar absolutamente todo, y además debe haber siempre una ventana abierta”.
Obviamente, los chicos no pueden llevar ni siquiera un mate individual. Tampoco hay quiosco. Además del kit de limpieza, otra cosa que tienen a mano es una “merienda seca” para pasar la tarde, que cada uno trae de su casa.
“Ellos están contentos. Claro que no es lo que esperaban. El último año del secundario es un año que uno disfruta mucho, y éste no han hecho presentación de campera ni saben si van a hacer fiesta de egresados. Pero están contentos de verse”, cuenta Villagrán, que agradece tener una realidad distinta, aunque hace cinco meses que no ve a ninguno de sus hijos. Y los extraña. Su hija estudia en Córdoba y su hijo es profesor de basket en Roca. “Acá, si alguien viene tiene que hacer 14 días de cuarentena en un hotel, y se lo tiene que pagar cada uno”.
Susana, como los directivos del establecimiento, está yendo a la escuela desde mediados de mayo, así que esta etapa les resulta casi como un “estreno”.
La Epet N°9 es la única secundaria de Ullum. Y además, son el mascarón de proa de esta nueva normalidad que se demora en llegar al resto del país.
“Estamos contentos porque la asistencia es muy alta. Vinieron casi todos los que tenían que venir (18)”, dice Susana.
Pero San Juan tiene otra realidad. Allí no hay ninguna de las zonas rojas que marcó el presiente en su anuncio de extensión de cuarentena del viernes.
“Nosotros estamos en fase cinco. Tenemos abiertos bares, restaurantes, no nos movemos por número de documento. Andamos con barbijo y no nos podemos quedar de sobremesa en un restaurante”, cuenta.
Eso ocurre a 1.000 kilómetros de aquí. Otra realidad.
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