Video: emocionante rescate de caballos cubiertos de nieve en el norte neuquino
Félix, Alejandro, Antonio y Eugenio se aventuraron contra el viento blanco que les escarchó la ropa y un frío "que no se soportaba casi" para salvar a la tropilla.
Viento blanco intenso. Frío intenso. Valor intenso.
Toda esa intensidad define la travesía que emprendieron cuatro hombres de Varvarco para rescatar a los caballos, que estaban cubiertos de nieve y apenas se veían en medio de tanta blancura. Los protagonistas de esta historia del norte neuquino son los Castillo: Alejandro, Antonio y Félix, junto a «un amigo del pago», Eugenio Vázquez.
Fue Félix quien compartió la experiencia, que vivieron el martes, en las redes sociales. Contó que el frío «no se soportaba casi» y que el viento blanco era insoportable, tanto que les congeló la ropa. Sin embargo, lograron poner a resguardo a la tropilla gracias a una aventura que duró 14 horas y terminó a las 23, con la densidad de la noche.
Félix explicó que compartió lo ocurrido para mostrar «los esfuerzos que hacemos los crianceros del norte neuquino» cuando nieva. Él lo sabe bien, tiene 26 años y desde los 11 cuida a sus animales. Agradeció a quienes comparten la publicación para que todos conozcan «el sacrificio y las maravillas del campo».
El del martes fue el último intento. El anterior había quedado trunco por culpa de las bajas temperaturas, que obligaron a Félix y Antonio, su tío, a volver sobre sus pasos. En esta travesía sumaron a Alejandro, Eugenio, un poco de ropa, otro de comida y un termo lleno de café bien caliente, que, aseguran, los salvó de morir de frío montaña arriba.
Salieron del pago, en Huaraco, a las 9 y al mediodía llegaron a una veranada, donde dejaron los caballos. Venía una las partes más difíciles: subir nueve kilómetros por una ladera cubierta de nieve. No llevaban mucha ropa, saben bien que se vuelve un obstáculo a la hora de caminar en esas condiciones.
El paso más limpio era cuando la nieve les llegaba a las rodillas, pero hubo partes donde los cubrió hasta el pecho. Sin embargo, lo peor, resaltó Félix una y otra vez, era el viento blanco, que los empujaba para atrás con cachetazos impiadosos en sus caras y congelaba sus camperas: «allá arriba se siente fuerte, en serio».
Esta vez, después de tres intentos en días anteriores, encontraron a las yeguas. Emprendieron el camino de regreso, «armando huella», algo que solo podría hacer alguien que conoce a la perfección ese paisaje, porque los caminos estaban tapados por el manto blanco.
Iban rompiendo la nieve acumulada para que los animales puedan avanzar. Semejante esfuerzo físico les empezó a causar calambres…pero quedarse en el lugar por no poder caminar era casi como elegir la muerte. Por eso tampoco pudieron detenerse cuando se encontraron con el arroyo. Cuatro kilómetros caminaron por el agua, soportando el dolor y un frío inimaginable para la mayoría de las personas.
Lograron llegar a la veranada de Aníbal Martínez. Félix agradeció que el hombre fuera seguido al lugar porque encontraron madera seca y algo de ropa. Pudieron cambiarse y entrar un poco en calor, pero el viaje seguía.
Recién a las 23 volvieron al pago cuando -como si fuese una película- un equipo salía a buscarlos. Sus familiares habían avisado a las autoridades porque no se habían podido comunicar con ellos y sabían que llevaban los celulares apagados. Lo que no sabían era que los aparatos no tenían la fuerza de esos hombres y no hubo forma de que funcionaran en medio de tanto frío.
Félix reconoce que tuvo miedo, sobre todo cuando cruzaban el arroyo helado azotados por los calambres, pero «es parte de la vida del campo», simplificando con un velo de cotidianidad la aventura que vivió.
No fue nada fácil, pero logramos llegar a casa a las 23.00 horas con una noche que caía hielo, nieve y viento, pero con nuestra tropilla».
Así resumió Félix el final del rescate.
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