Desigualdad, un mal crónico que el Covid-19 profundizará

Los datos oficiales para el primer trimestre de 2020, muestran una brecha de ingresos cada vez más alta. La pandemia, implicará aun mayor deterioro.

En el peor momento. El virus acecha en medio de una situación complicada por la desigualdad.

Una fiesta, cien personas. Llega el momento de cortar la torta. Uno solo de los invitados se come poco más de la mitad de la torta. Las otras noventa y nueve personas, se reparten la mitad que queda, y pujan entre sí, por lo que para varios de ellos terminan siendo migajas.
Algo así, es el reparto de la riqueza a nivel global. La riqueza del 1% más rico de la población mundial, supera a la riqueza del 99% restante. Mientras tanto, la mitad de la población del mundo, vive con apenas u$s 5,5 al día.
Argentina no está exenta de esta cruda realidad. En verdad la desigualdad no es producto de colores políticos. Más bien es un mal endémico que atraviesa a todos los países del mundo, y es el resultado de un sistema que desde sus propias bases fundacionales, fomenta la acumulación como un valor supremo. Naturalmente, las políticas aplicadas por los gobiernos de turno, coadyuvan para que esa desigualdad se reduzca al menos marginalmente, o por el contrario, se potencie.
Los datos oficiales acerca de la distribución funcional del ingreso durante el primer trimestre del año, fueron dados a conocer esta semana, y las conclusiones son elocuentes. La desigualdad sigue siendo uno de los principales flagelos económicos en Argentina, lo cual agrava el impacto de una circunstancia trágica como la irrupción de la pandemia.
Los economistas suelen tener dos latiguillos al momento de hablar de distribución. El primero de ellos es la utilización del PBI per cápita como indicador. Vale decir que consiste en el total de bienes y servicios generados dentro de las fronteras de un país en determinado lapso de tiempo, dividido por la población total de ese país. Se trata de una medida que no considera aspectos como el acceso a la información, la utilización de los recursos naturales libres como el agua, ni da cuenta de la remuneración real a los factores productivos. Genera además la falsa sensación de que todos los habitantes del país son duelos de una misma porción del producto. Nada más alejado de la realidad. El PBI per cápita es a lo sumo una medida de crecimiento, pero difícilmente ofrezca algún dato valioso respecto a la distribución.

Contraste. La desigualdad a la vista en la gran ciudad.


El segundo, es la teoría del derrame. La misma postula que la mejor forma de mejorar la distribución, es permitir la acumulación de riqueza en los estratos más altos. Se afirma que de esa forma se fomenta la inversión productiva, la que más tarde se traduce en creación de empleo, y por carácter transitivo, el flujo de recursos llega hasta los sectores más postergados. Los datos históricos muestran con claridad que nunca una política de fomento a la acumulación de riqueza se tradujo más tarde en una mejor distribución. Lo que se verifica más bien, es un crecimiento notable en la brecha que existe entre los que más tienen y los que menos tienen.
En Argentina, los datos revelan que durante los años recientes, la distancia que existe entre los que más tienen y los más desposeídos, se incrementó fuertemente.
El primer gráfico que acompaña la nota, muestra en base a los datos publicados por INDEC, los ingresos totales por hogar, en promedio para cada decil de ingresos, durante el primer trimestre de 2020 en Argentina. Se observa que el ingreso promedio del 10% de los hogares más ricos del país, es de $169.385 mensuales. En el otro extremo, el ingreso promedio del 10% de los hogares más pobres, es de solamente $11.780 mensuales. La distancia entre las puntas, es de 14,4 veces. Al revisar los datos históricos, resulta que esa distancia era de 12,3 veces hasta la primera mitad del año 2015, y que a fines de 2019 llegaba hasta 14,7 veces.
Sorprende además la distancia que existe entre los ingresos del decil 10 y los del decil 9. En el primer trimestre de este año, los ingresos promedio de los hogares del decil 10 son un 69% más altos que los del decil 9. Esa distancia era del 61% a mediados de 2015, y se había elevado hasta el 76% a fines de 2019.


En ambas comparaciones, se registra una leve mejoría en el primer trimestre de este año en relación al final del año pasado, que aun así no logra reparar el notable deterioro en la distribución, acontecido en los últimos cuatro años.
El panorama es mucho más crudo aun si se comparan los ingresos de los hogares, con las canastas utilizadas por el propio INDEC para determinar los indicadores de pobreza e indigencia. El organismo oficial de estadísticas determinó que en el mes de mayo, una familia de cuatro integrantes necesita al menos $43.080 para no ser considerada pobre, al tiempo que para no ser considerada indigente debe reunir al menos $17.875. Si se comparan dichos parámetros con los ingresos promedio de los hogares que acaba de publicar el mismo organismo, resulta que al menos el 50% de los hogares argentinos no reúne los ingresos necesarios para esquivar la pobreza, y que al menos el 10% de los hogares no logra los ingresos necesarios para evitar la indigencia.
El segundo indicador relevante al momento de analizar la distribución, es el Coeficiente de Gini. El mismo consiste en un número comprendido entre 0 y 1, donde 0 se corresponde con una distribución absolutamente igualitaria en la que todos los habitantes del país reciben el mismo ingreso, y 1 se condice con la desigualdad total en la que unos reciben todo y otros no reciben nada.


El segundo gráfico que acompaña la nota, muestra la evolución del Coeficiente de Gini en Argentina desde el tercer trimestre de 2003 hasta el primer trimestre de 2020. Se advierte que la distribución más desigual se registra a la salida de la crisis de 2001, para luego ir mejorando progresiva y sensiblemente, alcanzando el mejor registro (0,364) en el tercer trimestre de 2012. Los críticos podrán señalar que los datos oficiales son cuestionables luego de la intervención del INDEC a mediados de 2007. No obstante para ese entonces, el Gini ya mostraba una sensible mejora con un registro de 0,42. La serie muestra hacia mediados de 2015 un ratio de 0,37, y un salto hasta 0,451 a mediados de 2016, culminando a fines de 2019 en 0,439. El dato más reciente, dice que en el primer trimestre de 2020, el Gini es de 0,444. Implica una distribución más desigual que a fines de 2019, y equipara el registro de finales del año 2006, lo que significa catorce años perdidos en relación a la mejora en la distribución.
Tal es el marco de situación en el que la pandemia arriba a estas costas. Los datos no reflejan aun el impacto del virus. No hace falta demasiado esfuerzo para imaginar que la desigualdad será todavía mayor al momento de contabilizar los daños generados por el coronavirus.

En números

14,4
La brecha que existe entre los ingresos promedio del 10% de los hogares más ricos y el 10% de los hogares más pobres.
50%
El porcentaje de los hogares urbanos que no logra reunir los ingresos necesarios para caer por debajo de la línea de la pobreza en Argentina.

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