El acuerdo nacional es ahora

Darío Tropeano*


Debemos abordar una reforma tributaria para un sistema que hoy es totalmente injusto pero, por más que para algunos suene feo, también es necesaria una reforma laboral.


Hace más de 40 años, Perón y Balbín sellaron en un abrazo la construcción previa que realizaron para la salida democrática luego de varios años de dictadura militar, en un marco de grave desestabilización nacional y regional. La idea de aquellos hombres era unir a los argentinos para avanzar hacia la democracia. Lo lograron, pero el esfuerzo fue breve, por desgracia. Desde 1976 nuestro país viene desmoronándose en su intentos parciales e inconclusos de asomar en el escenario mundial como una potencia regional, lo cual, a no dudarlo, puede ser conseguido, dados sus recursos y capacidades humanas. Pero es necesario que los sectores de poder (grupos económicos, sindicatos, políticos y la iglesia) encuentren un sendero común que asegure un proyecto político y económico independiente, con inclusión social, que disminuya las desigualdades.

Un proyecto independiente es no sometido al dictado de una potencia que diagrame nuestro modelo de desarrollo (ni el saqueo de nuestros recursos usando antes la violencia política y ahora mediática y judicial por parte de los EE. UU.; ni la exportación de materia prima -granos y minerales- a China). Un proyecto que nos integre a todos, donde las pymes sean el motor, disminuyendo sustancialmente el poder de los monopolios y oligopolios que dominan el sistema económico nacional.

Esa dominación condiciona el proceso productivo, el sector externo, la acumulación de divisas para crecer, la formación de los precios y la distribución de la renta que se genera en el país. Es una deformación del sistema económico que debe ser sustituida. Las pymes están sujetas a todo tipo de regulaciones y los impuestos que cargan son los mismos que pagan los grandes operadores. ¿O el impuesto a las Ganancias no es el mismo porcentaje que paga una sociedad anónima con 2 empleados o una con 700? ¿No es igual para Ingresos Brutos o la Tasa de Estadística para los que exportan? Las pymes vienen siendo castigadas desde hace décadas y pierden sistemáticamente la partida, ¿o no va a desaparecer una parte importante de ellas tras la pandemia? ¿Quién va a reemplazar esas porciones de mercado que ellas abandonan? Pues los monopolios y oligopolios, la mayoría de capital extranjero. ¿Cuál es entonces nuestro modelo de desarrollo: la soja, el trigo, la carne?

No podemos seguir ampliando la porción de pobres, más aún ahora que saldremos de la pandemia con algunos millones más. Debemos abordar una reforma tributaria que ya viene enunciando el presidente y que hace totalmente injusto el sistema pero, por más que para algunos suene feo, también es necesaria una reforma laboral. No es posible que el sistema actual esté distribuido en un 33% de mano de obra estatal, 33% privado y 33% en negro, con millones y millones de subsidiados. El subsidio no dignifica, ni menos aún socializa. El trabajo y el ascenso social, sí.

No podemos aspirar a ser pobres con dignidad, sino a ser una potencia por nuestra capacidades y recursos. La reforma laboral debe ser progresiva, facilitando a las pymes la contratación, considerando los profundos cambios evidenciados en los procesos productivos y tecnológicos. La reforma no es para empobrecer, es para crecer, incluso operativizando en las grandes empresas la distribución de utilidades para el sector laboral como dice la Constitución, o la participación de un representante de los trabajadores en el directorio. Pregunta: ¿no lo hacen algunos países europeos?

Es necesario lograr un acuerdo, aun con las conductas poco nacionalistas que evidencian la mayoría de los grandes grupos económicos, que se han acostumbrado a impulsar proyectos políticos que le aseguren la libre salida de dólares al exterior. Este ha sido un sistema que vienen impulsando desde hace más 60 años, y debe modificarse.

Hoy existe un importante consenso que el enorme esfuerzo realizado para salvar vidas es un ejemplo regional y mundial, dada las características de nuestro país y el estado en que se encuentra (endeudado, y con su sistema económico y de ingresos empobrecido). Este esfuerzo lo estamos haciendo prácticamente todos, pero también se está deteriorando rápidamente el entramado productivo.

Debemos salir de esta tragedia mundial fortalecidos, con un acuerdo nacional que transforme estructuras, con un shock productivo que nos permita exportar y fortalecer el mercado interno. Ello no se puede hacer con subsidios contra el hambre, sino con trabajo que genere riqueza. Los sectores de poder deben abordar un proyecto básico de desarrollo haciendo concesiones mutuas, disciplinando a la población para dejar atrás la desigualdad, la concentración de la renta y la primarización de la economía en pocas manos.

La política y los sindicatos deben impulsar rápidamente este acuerdo, bajo un ideal de trascendencia que supere el poder y egoísmo personal -económico o político- y se obsesione con el crecimiento de nuestro gran país. El mundo cambia rápidamente, durante los próximos meses veremos cosas sorprendentes todos los días, a partir de ahora.

La mayoría del país no tiene que ser pobre; la Argentina no debe ser subdesarrollada. Debemos acordar, es ahora.

*Abogado, docente de Concursos y Quiebras en la Facultad de Economía de la UNC



Debemos abordar una reforma tributaria para un sistema que hoy es totalmente injusto pero, por más que para algunos suene feo, también es necesaria una reforma laboral.


Hace más de 40 años, Perón y Balbín sellaron en un abrazo la construcción previa que realizaron para la salida democrática luego de varios años de dictadura militar, en un marco de grave desestabilización nacional y regional. La idea de aquellos hombres era unir a los argentinos para avanzar hacia la democracia. Lo lograron, pero el esfuerzo fue breve, por desgracia. Desde 1976 nuestro país viene desmoronándose en su intentos parciales e inconclusos de asomar en el escenario mundial como una potencia regional, lo cual, a no dudarlo, puede ser conseguido, dados sus recursos y capacidades humanas. Pero es necesario que los sectores de poder (grupos económicos, sindicatos, políticos y la iglesia) encuentren un sendero común que asegure un proyecto político y económico independiente, con inclusión social, que disminuya las desigualdades.

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