El fin del aislamiento en París, en los ojos de un neuquino
Andrés Gagliano, es ingeniero biomédico y trabaja en un hospital parisino. Recorre las calles vacías de esa bella ciudad y analiza cómo, de a poco, Francia supera la crisis y avanza en la fase de desconfinamiento.
El silencio invadía París. El ruido de los pedales de la bicicleta en movimiento se colaban en ese paisaje solitario. Andrés Gagliano, frente a la torre Eiffel, apretaba los frenos y con su celular inmortalizaba el momento. Era muy temprano y nadie andaba por la ciudad.
Sobre el puente de Alexander, en el río Sena, un amanecer de colores rosas pintaba una realidad de sueños. El neuquino sabía que era testigo de un momento único, lo guardaba en fotos y apuraba la marcha rumbo a su trabajo.
Andrés es ingeniero biomédico. Se recibió en la Universidad Nacional de Córdoba y llegó a París en enero a realizar una maestría. Actualmente trabaja en el hospital París Saint Joseph y así pasó la cuarentena estricta. “Fueron días muy particulares, eran postales de una ciudad fantasma”, dice a la distancia.
En ese momento, una plataforma de alquileres online puso alojamientos a disposición del personal hospitalario que habitaba a más de 30 minutos de su lugar de trabajo. Como era su caso, pudo alojarse en un lugar privilegiado sin costo y hacer su recorrido diario en las bicicletas públicas. “Era raro poder andar en bici, casi sin vehículos, en calles que normalmente están plagadas de autos”, dice.
Participó en una misión benévola de la Asociación Francesa de Ingenieros Biomédicos para traducir manuales de respiradores importados de China. En su trabajo llegaron a atender a 300 pacientes con Covid-19 y él mismo se enfermó. Le tocó pasar la enfermedad de una forma muy benigna y hoy ve como de a poco Francia supera la crisis y cuenta como llevan el desconfinamiento los parisinos.
El lunes comenzó el desconfinamiento después de 55 días de aislamiento, desde el 17 de marzo a las 12 hasta el 11 de mayo a las 00. Aunque allí siempre se pudo salir al menos 1 hora en un radio de 1 km del domicilio, ya no hay que pedir permiso y las cosas, según Andrés, funcionan bastante bien.
Explica que en esa ciudad, existe un problema habitacional grave y por eso, el confinamiento no fue absoluto. “El alojamiento es caro e insuficiente respecto a la demanda, por lo que la gente vive en departamentos tipo “studio” de 10 o 12 m2 o bien las “co-locations”, es decir, comparten un departamento. La medida ayudó para mantener el equilibrio mental y físico de la gente”, dice.
Cuenta que no es obligatorio ir a todos lados con barbijo, aunque si es recomendado, sobre todo en lugares donde no se respete el metro de distancia. También volvieron a abrir negocios no fundamentales (salvo restaurantes, bares, cines) y se habilitaron las reuniones de hasta 10 personas. Pero los parques y museos grandes siguen cerrados.
“En el transporte público existen limitaciones: ahí sí, el barbijo es obligatorio, y se controla. La multa es de 135 euros si no se cumple. Además, en caso de usar transporte en horarios pico (de 6:30 a 9:30 y de 16 a 19h), se debe circular con una declaración firmada por el empleador que justifique los traslados. Esto es una buena iniciativa, porque evita aglomeraciones”, confiesa.
En su andar por las calles, que nunca se detuvo, comprueba que anda poca gente. Cuenta que muchos seguirán en modalidad home office al menos hasta junio y cree que los que no tiene motivos para desplazarse en horario laboral, evitan hacerlo.
“Los primeros días de la semana, en las orillas del Sena y del Canal Saint Martin se vio mucha gente a la tarde haciendo los famosos “apéro” (reuniones en las que se toma algo), y se vio cierto colapso de gente, por lo que el municipio prohibió el consumo de alcohol en esos lugares”, recuerda.
Por otra parte, los municipios ponen a disposición barbijos lavables gratuitos y además se realizó una campaña de señalética impresionante para que la gente respete las reglas de distanciamiento. “Se nota cierto relajo en el ámbito no laboral, la gente está volviendo a hacer juntadas entre amigos y eso puede complicar las cosas”, dice preocupado.
Siempre mira a su país
Cree que Argentina actuó muy bien, pero sabe que el sistema de salud de no cuenta con los medios físicos, ni económicos, para hacer frente a la cantidad de casos que hubo en otros países.
En Francia, desde el inicio de la pandemia hasta ahora hubo unos 180.000 casos, hay 58.000 casos activos y alrededor de 27.000 muertes, por eso para él, la mejor decisión fue confinar estrictamente a todas las personas y parar toda la actividad.
“La tasa mortalidad/cantidad de casos Covid-19 en Francia ronda el 15% mientras que en Argentina es de aproximadamente de 5%. Creo que las medidas de restricción social acá se tomaron muy tarde y el gobierno francés está siendo criticado por la manera en que se gestionó la crisis”, dice.
Cuando Argentina libere la cuarentena, cree que debería extremar cuidados, para no importar casos del exterior. “Los contagios nunca llegaron a hacer un pico en nuestro país, si la gente se relaja en el desconfinamiento, corre el riesgo que todo este tiempo de encierro estricto no haya servido para nada”, destaca.
Mientras pasea por esa ciudad elegante que de a poco se vuelve a llenar de gente, Andrés piensa que lo peor ya pasó y espera que bajen la cantidad de casos, con dudas y certezas.
“La gran incógnita es si habrá otra gran oleada como esta. Hay incertidumbre sobre la posibilidad de y de desarrollo de inmunidad que se sostenga en el tiempo, pero creo que la gente entiende que debe cuidarse, y si no lo hace es probable es que vuelvan a estar encerrados”.
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