El home office, presenta una oportunidad y abre una nueva grieta

La cuarentena impide a muchos trabajar y producir. Para otros en cambio, se ha convertido en un salto de productividad que permite mejorar los resultados.

Complicado. Separar espacios y momentos dentro de la casa para trabajar y estar en familia.

La teoría económica define la productividad como la capacidad de los factores productivos de contribuir al logro del producto final. Se define además a los factores productivos como aquellos elementos que intervienen en el proceso de producción. Tradicionalmente y según surge de la escuela clásica desde David Ricardo en adelante, está aceptado que los factores son tierra, capital y trabajo. Se suele discutir si la tecnología es un factor más, o puede ser considerada como parte del factor capital. Como sea, son estos a grandes rasgos, los insumos presentes en todo proceso de producción.

Un aumento en la productividad puede suceder básicamente por dos motivos: porque se logra la misma cantidad de producto final con una menor cantidad de factores (es decir a un costo menor), o porque la misma cantidad de factores genera un producto más alto. Son dos caras de la misma moneda: aumentó el rendimiento de los factores.

La productividad sirve para explicar la dinámica de producción a nivel micro, en el seno de una empresa, pero también para entender el desarrollo productivo macro a nivel país, región, o mundo.

Cada vez que surgen innovaciones tecnológicas, metodológicas, científicas, y estas permiten a la vez mejorar el rendimiento, sucede un salto cualitativo, muchas veces exponencial en el nivel de productividad. Cada tanto en la historia de la humanidad, un sucedo en particular genera un salto en la productividad. Sucedió así con la máquina a vapor a fines del Siglo XVIII, con la electricidad a fines del Siglo XIX, con la informática a mediados del Siglo XX, y con la hiperconectividad a inicios del SigloXXI.

La irrupción del coronavirus y la cuarentena cuasi global que los países han establecido como el mejor método de prevención contra el avance de la enfermedad, generó desde el inicio serias dificultades para la producción en diferentes sectores, muchos de ellos literalmente impedidos de seguir trabajando. Sin embargo en otros, parece haber abierto una inesperada y prometedora ventana hacia un cambio de paradigma que puede generar notables mejoras en la productividad. Junto con la pandemia, irrumpió también el ‘home office’ o ‘teletrabajo’. Las empresas se vieron obligadas a continuar las tareas con los empleados trabajando desde las casas, y en infinidad de casos, no solo parece que nada cambió, sino que incluso mejoró la performance. Se logra el mismo producto, sin la necesidad de un local. Significa por ejemplo que en un futuro inmediato, podría eliminarse el costo del alquiler, o del mantenimiento del edificio. Las empresas y las personas, han descubierto la potencialidad de las reuniones virtuales. El soporte tecnológico para hacerlas, está disponible desde hace años. Pero el virus hizo que las teleconferencias sean obligatorias. El conjunto de la sociedad descubrió a los golpes que es posible tener una junta directiva, una sesión legislativa, un recital, un encuentro de equipo de trabajo, una clase, o una reunión de padres, sin necesidad de estar todos juntos en una misma habitación física. La reducción de costos impliscita solo en ese detalle, es enorme.

Más temprano que tarde, las restricciones se acabarán, y se habilitarán nuevamente las reuniones físicas. La pregunta es si vale la pena el gasto, y si una vez que se probó que es posible hacer lo mismo más barato, hacerlo ‘a la antigua’ no consiste lisa y llanamente en una enorme ineficiencia a la que tal vez muchos ya no estarán dispuestos.

Brecha. Existen sectores que se ven impedidos de trabajar desde la casa.


No obstante, resulta que por diferentes motivos las ventajas del home office no están disponibles para todos. Sucede por distintos motivos. Hay un número grande de actividades y tareas que no pueden realizarse desde el hogar. Pero principalmente, la barrera es la conectividad. La capacidad de transferencia de datos no es la misma en cada país, así como tampoco es igual en los grades centros urbanos que en los asentamientos rurales o en los pequeños pueblos del interior. Existen además, barreras que se relacionan con el nivel educativo, y con el nivel de ingresos en cuestión.

Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) publicado esta semana, da cuenta de las potencialidades del home office en Argentina, y al mismo tiempo aborda y resalta sus limitaciones desde diferentes aristas.

El primer dato que surge del documento, es que de los 11,7 millones de trabajadores argentinos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que lleva adelante el Indec, solo entre 3,1 y 3,3 millones se dedican a tareas que pueden realizarse sin dificultades desde el hogar. Significa que en la actualidad, solo entre el 27% y el 29% de los trabajos en Argentina, son potencialmente ‘teletrabajo’. El dato implica que por diversos motivos, casi 3 de cada 4 trabajadores en Argentina, no pueden en las condiciones actuales, capitalizar el salto de productividad que podría generar el home office. Es decir que si bien el virus abrió una ventana de productividad, generó además una brecha entre quienes pueden acceder a trabajar en estas condiciones, y quienes se quedan afuera.


Al escudriñar un poco más entre los motivos por los cuales se genera esta brecha, resulta que una primer barrera radica en las características propias del oficio o trabajo. Así surge de los datos, donde se observa que el 56,6% de las tareas técnicas y el 55,3% de las tareas profesionales, pueden llevarse a cabo mediante home office. Por el contrario, solo el 20,8% de las tareas operativas y en 8,3% de las tareas no calificadas son potencialmente teletrabajables (ver gráfico).


Una segunda barrera, por cierto llamativa, tiene que ver con el género. El informe del Cippec indica que entre los varones el 33% de los trabajadores puede llevar a cabo su trabajo desde la casa. Entre las mujeres en cambio, el acceso es solo del 27%. Las tareas y roles sociales de cuidado propias de la casa, las cuales se potencian en un ambiente de encierro, son las que mejor explican tal diferencia. Para la mujer es más difícil trabajar en casa (ver gráfico).

Por último, las diferencias surgen del nivel de ingresos. Si se divide a los trabajadores en deciles, resulta que el decil 10 (10% de mayores ingresos) tiene un potencial de teletrabajo del 73%, y el decil 9 tiene un 43% de posibilidades de trabajar desde el hogar. Por el contrario, el decil 1 (el 10% de menores ingresos) tiene solo un 8% de potencial de teletrabajo, y el decil 2 un 10%.


Cuesta hacer conclusiones cuando el impacto de la pandemia aun se encuentra en desarrollo. Sin embargo hay dos certezas que surgen de los datos.

La primera es que hay una enorme oportunidad de mejora en la productividad en el home office. Dicha oportunidad se expresa en diversos factores, principalmente en la reducción de costos, el aprovechamiento del tiempo, los espacios, y la posibilidad de trabajar por objetivos.

La segunda certeza es que para aprovechar las ventajas de oportunidad que ofrece el home office, es necesario trabajar de lleno en acortar las brechas que existen, en aquellos trabajos, oficios o tareas, que siendo potencialmente teletrabajables, encuentran en las condiciones actuales, barreras que podrían franquearse en cuanto a la conectividad, el género o la capacitación.

En números

29%
El porcentaje de trabajadores que tienen la capacidad de trasladar sus tareas al ámbito del hogar.
56%
El porcentaje de las tareas técnicas que potencialmente puede realizarse desde la casa. Entre los profesionales, la proporción llega al 55,3%.

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