Qué ideas políticas aprenden hoy los chicos en las escuelas
Dos pedagogos de prestigio nacional explican cómo se enseña el pluralismo, la tolerancia y la diversidad.
La escuela en la Argentina se expandió desde fines del siglo XIX con el mandato explícito de formar a los ciudadanos de un Estado-Nación que estaba en formación. Cumplió ese mandato apelando a una homogeneización que borró diversidades culturales en pos de un imaginario común. En los albores del 2000 aquel mandato quedó superado no sólo por visiones más integradoras sino también por un nuevo tablero mundial en el que, para algunos, la propia definición de Nación entró en crisis. En ese contexto donde priman las incertidumbres, ¿cómo hace la escuela para propiciar una formación ciudadana a las futuras generaciones? Los pedagogos Isabelino Siede, Silvia Finocchio y Alejandra Birgin analizaron para este medio los posibles caminos para abordar un tema que, en definitiva, apunta a convertir en realidad el objetivo de «aprender a vivir juntos».
«Una escuela es más tranquila si los chicos están callados y no hablan. Si uno habilita espacios de deliberación el otro habla. Hace poco una profesora contaba preocupada que un chico la había interrumpido preguntando: ¿Por qué está mal discriminar? En realidad esa es una excelente oportunidad para discutir por qué es mal discriminar, analizarlo en el contexto histórico. Sarmiento, por ejemplo, no hubiese estado en desacuerdo con discriminar, en el siglo XIX no era un valor. La escuela es el lugar para dar ese debate». Isabelino «Pindo» Siede, coordinador del equipo de Formación Etica y Ciudadana en la secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y fuente constante de «Río Negro» , apeló a esa anécdota para mostrar la complejidad de un proceso en que la escuela tiene que abrirse para transformar la participación en un hecho y el docente disponerse a escuchar dejando de lado prejuicios.
Pero, antes de avanzar en el cómo, la escuela tiene que esclarecer/se de qué habla cuando habla de ciudadanía.
Siede se pregunta «en qué sentido la ciudadanía de hoy es semejante a la ciudadanía que estaba en la expectativa de la escuela hace cien años cuando llevó adelante el mandato civilizatorio de asimilar a los extranjeros y homogeneizar culturalmente a la sociedad, dotar de ciertas herramientas políticas como aprender a votar, deliberar y desarrollar una moral homogénea que estableció un único modo de ser varón, mujer, configurar una familia. A mediados del siglo XX entra en crisis la visión de la escuela como homogeneizadora de la sociedad y se expanden el feminismo, el afroamericanismo, los movimientos juveniles, el americanismo. Estos movimientos reivindican ciertos beneficios de la igualdad pero también el reconocimiento de las diferencias. En la sociedad actual la pregunta es si en la escuela podemos educar para el pluralismo o la diversidad como valor. La escuela se constituyó en base al valor de la igualdad, entendida como igualación: dar a todos lo mismo, y la idea de recuperar la diversidad que enriquezca al conjunto entra en colisión. Dentro de la escuela significa un gran duelo, viven como problema la heterogeneidad».
-¿Cómo se hace, en un contexto de tanta crisis, para formar en criterios ciudadanos? Alejandra Birgin, directora nacional de Gestión Curricular y Formación Docente del Ministerio de Educación, sostiene:
-Cualquier crisis, y sin duda una profunda y generalizada como ésta, pone en cuestión los criterios básicos acerca de lo que entendemos por ciudadanía. Frente a esta situación, desde la sociedad y su sistema educativo puede surgir una respuesta refleja, que es la de aferrarse a esos valores cuestionados de un modo nor
mativo, casi sacralizante, que impide la elaboración de respuestas desde ellos mismos. Esto se ve reflejado en sentidos comunes que escuchamos a diario, del tipo 'los chicos no respetan nada'; 'maestros eran los de antes que tenían vocación'; o, más genéricamente, 'si el de arriba roba, yo también'. Las nociones de este tipo ven a la ciudadanía como un espejo en el que deberíamos mirarnos y encajar perfectamente. Como eso no sucede, se vive un agudo cuestionamiento de las normas básicas de convivencia. Ese es sólo un aspecto. El otro, es pensar que los criterios de ciudadanía, aunque se apoyan en valores considerados esenciales, son profundamente históricos. Son el resultado de acuerdos y apuestas a la convivencia, a la administración y regulación del conflicto en todo caso.
-Es decir que los criterios ciudadanos son una construcción social…
-Sí, y en consecuencia son una herramienta para el cambio. Es decir deberíamos pensarlos, en muchos casos, como horizontes, y no como nostalgias. Si la ciudadanía implica ser parte de una comunidad, la idea que tengamos de ésta debe ser pues un elemento incluyente. La comunidad no es sólo política sino social. Es decir que los criterios de ciudadanía deben ser visualizados como anclados en lo real. Una sociedad excluyente no puede sostener un discurso acerca de la ciudadanía con una visión restringida al primer ámbito (el político): carece de sentido, termina perdiendo su poder cohesivo. En el contexto de crisis formar en criterios ciudadanos es básicamente construir en los individuos la idea de inclusión en un mundo que desde la praxis les da vuelta la espalda. El primer paso para formar en ciudadanía debería ser precisamente reinstalar la idea de que todos somos parte de la polis. De allí se crea la idea de viabilidad de la participación, es decir, de la ciudadanía aplicada. Esto no puede ser si no logramos ampliar la noción de la ciudadanía a su aspecto social, liberándola de buena parte de los discursos que la restringen a lo político.
Horacio Lara
hlara@rionegro.com.ar
(Fuente: Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, de Unesco Buenos Aires)
Nota asociada: Hay una larga tradición de formación desconectada de la realidad Un ciudadano en permanente cambio Conclusión
Nota asociada: Hay una larga tradición de formación desconectada de la realidad Un ciudadano en permanente cambio Conclusión
La escuela en la Argentina se expandió desde fines del siglo XIX con el mandato explícito de formar a los ciudadanos de un Estado-Nación que estaba en formación. Cumplió ese mandato apelando a una homogeneización que borró diversidades culturales en pos de un imaginario común. En los albores del 2000 aquel mandato quedó superado no sólo por visiones más integradoras sino también por un nuevo tablero mundial en el que, para algunos, la propia definición de Nación entró en crisis. En ese contexto donde priman las incertidumbres, ¿cómo hace la escuela para propiciar una formación ciudadana a las futuras generaciones? Los pedagogos Isabelino Siede, Silvia Finocchio y Alejandra Birgin analizaron para este medio los posibles caminos para abordar un tema que, en definitiva, apunta a convertir en realidad el objetivo de "aprender a vivir juntos".
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