Peleó en Malvinas, odia la guerra y llama a marchar por la paz en Bariloche

José María Rodríguez estuvo en la guerra cuando tenía 18 años. No lo recuerda como algo épico sino de locura y valentía y en su interior algo le hacía ruido cuando los empezaron a llamar "héroes". Invita a una reflexión diferente de este 2 de Abril: "Nada por lo que matar o morir".

La reivindicación de la “gesta patriótica” que monopolizó durante años los actos del 2 de abril comenzó a ceder terreno ante una visión distinta, que aboga por la paz y reniega de la palabra “héroes”. Entre sus principales referentes está José María Rodríguez, un barilochense por adopción, que desde hace tres años organiza para el aniversario malvinero una “caminata por la paz”. Esta vez, cuarentena mediante, decidió convocarla en formato virtual.

Rodríguez nació en Mar del Plata y fue enviado a Malvinas en abril del 82 con apenas 18 años, cuando todavía no llevaba un mes “bajo bandera”.

Sin instrucción alguna, en las islas estuvo asignado a la defensa antiaérea de Puerto Argentino, le tocó disparar y también soportar los bombardeos.

No tengo recuerdo de algo épico -señala hoy-. Sí hemos hecho cosas de locura y valentía, como correr a una colina en medio de los disparos. También robar comida, porque teníamos mucha hambre. Pero desde la mitad de la guerra en adelante, cuando ya se veía la derrota, lo único que pensábamos era en qué hacer cuando volviéramos y en terminar vivos”

Sus sensaciones posteriores sobre la guerra tuvieron un largo recorrido, que comenzó con la participación en los centros de excombatientes, luego llamados “veteranos” de Malvinas, hasta que algunas cosas empezaron a “hacerle ruido”.

“Cada uno hace su camino. El orgullo para mí es comprender que estuvo mal la guerra, que no nos olvidemos la macana que fue”, dice Rodríguez.

En cierto momento ya no toleró la atmósfera castrense, los desfiles, los uniformes, las armas y las marchas militares que eran el ritual infaltable en cada “homenaje” o recordatorio.

Su “palo” siempre fue otro, hasta que pudo ponerlo en palabras. “Algo no me cerró cuando empezaron a decirnos `héroes` -cuenta Rodríguez en la víspera de otro 2 de Abril-. Me molestaba ir a los actos. Para mí lo importante es transmitir lo lindo que es vivir en paz y lo que aborrezco de una guerra”.

La nueva etapa

La ruptura estaba en marcha. Pensó en escribir un libro (todavía tiene el plan) y hace tres años contó su experiencia en una charla TEDX, con un título sobradamente explícito: “Nada por lo que matar o morir”.

La repercusión fue inmediata y desde entonces no paró de encontrar espíritus afines, que no tardaron en manifestarle su su solidaridad y también en compartir el silencio en el que se mantuvieron ante la preponderancia del militarismo en cada referencia a la historia de Malvinas.

“Hoy no todos los centros de excombatientes tienen ese perfil” asegura. Su propuesta de la caminata por la paz, por ejemplo, que el año pasado llegó a reunir a 300 personas en esta ciudad, hoy se hace por redes y tiene impacto en todo el país.

La participación se puede canalizar a través de https://www.facebook.com/caminataporlapaz2deabril/

Rodríguez dijo que se sumaron muchos interesados, incluidos algunos centros de excombatientes, que comparten su impronta, como el de Berisso.

La idea para hoy, según explica, es participar “con el encendido de una vela, una poesía, una canción, un saludo, lo que tengan ganas” y compartirlo on line.

“Tal vez la pandemia sea una oportunidad para pensar qué sociedad queremos -invita-. Yo quiero una sociedad pacífica donde se valore a las personas”.

Coincidencia

En una reciente visita a la Cancillería, Rodríguez tomó contacto con la secretaría de Malvinas y dice haber encontrado “caminos similares”. Su esperanza es que las nuevas políticas sobre “la cuestión de los suicidados”, que son más de 500 y a quienes definió como verdaderas “víctimas” de la guerra, no tienen visibilidad.

A partir de sus posturas públicas, Rodríguez no paró de recibir expresiones de adhesión, entre las cuales destaca la de un profesor de Historia de la UNRN, quien le escribió: “realmente coincido con todo lo que decís y vos podés decirlo con la vivencia que yo no tuve”. Le dijo que nació en el 60 y que a su generación no le estuvo permitido hablar mal de la guerra. “Era como despreciar el sufrimiento de ustedes -señaló el docente-. Después de tantos años es hora de poner por delante la denuncia de la guerra antes del colonialismo, que lo hay”.

Sobre su relación con los excombatientes de perfil tradicional, que hablan de territorio, de soberanía, de volver a las islas y desfilan con los militares, Rodríguez aseguró que hay respeto mutuo.

Ellos prefieren remarcar el orgullo por haber estado (en Malvinas). Y está bien, cada uno hace el camino que tiene que hacer -afirma-. El orgullo para mí es comprender que estuvo mal la guerra, que no nos olvidemos la macana que fue”.

Y se permite conjeturar que la Argentina nunca hubiera iniciado aquella irrupción por la fuerza que decidió en abril del 82 la última dictadura en el caso de haber tenido un gobierno democrático.

Como un ejemplo del sin sentido de aquel belicismo Rodríguez conserva todavía el papelito que le dieron junto al DNI apenas desembarcó de regreso después de la guerra, donde le imponen el silencio obligatorio.

Dice que su cambio de postura sobre la herencia de Malvinas fue gradual y se acentuó cuando les empezaron a dar trato de “héroes” y también cuando crecieron sus hijas. Sintió entonces que es indispensable “transmitir lo lindo que es vivir en paz” y congregar a “los que no se sienten bien haciendo homenajes con marchas militares y discursos de gesta patriótica”.

El escrito que las autoridades le entregaron a Rodríguez a regresar de la guerra de Malvinas, en el que le imponen el silencio.

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