Memoria del horror en la comarca petrolera: a 44 años del golpe y el operativo Cutral Co

Los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado han debido recorrer un largo y doloroso camino para visibilizar y lograr justicia sobre los crímenes de la dictadura. El testimonio de tres hijos de desaparecidos en el operativo más grande en esta zona.

«Cuando comencé a dar testimonio en las escuelas, me preguntaban cuándo había regresado, a pesar de que yo viví desde siempre en Cutral Co, con mis tías y mis abuelas. Un poco porque de los desaparecidos y de la dictadura no se hablaba, y otro tanto porque había como una idea equivocada de que la dictadura había pasado por otro lado, cuando acá hubo una represión máxima”, señala Pablo Hodola, hijo de Sirena Acuña y de Oscar, ambos desaparecidos.

Lorena Chaves tenía pocos meses cuando la patota de inteligencia se llevó a su papá a golpes de la casa de sus abuelos maternos, en la madrugada del 14 de junio de 1976, durante el “operativo Cutral Co”. No fue hasta los 22 años, cuando leyó el libro “Buscados”, de Noemí Labrune, que una frase le impactó en el rostro, y en el alma. Decía que Chaves había sido secuestrado en el momento en que su esposa y su hijita de unos meses estaban con él en la casa de sus abuelos. “Ahí tomé conciencia de que era una persona que debió haber pensado cómo estábamos nosotras, qué nos pasaría; tomé conciencia de que esa bebé era yo”, dijo.

Juan Manuel Pincheira en Neuquén, en un receso del juicio por delitos de lesa humanidad.

Preguntar por mi papá traía mucho dolor y angustia a mi mamá y a mis abuelas, así que dejé de hacerlo. Comencé a tener contacto con mi historia a los 24 años”.

Juan Manuel Pincheira hijo de desaparecido.

Juan Manuel Pincheira tenía 1 año y 2 meses cuando la comarca petrolera fue sitiada por los soldados que llegaron desde Neuquén comandados por la patota de inteligencia, y en la misma jornada, pero a las 21:30 se llevaron a su padre, también de la casa de sus abuelos.

“Preguntar por mi papá traía mucho dolor y angustia a mi mamá y a mis abuelas, así que dejé de hacerlo. Comencé a tener contacto con mi historia a los 24 años, cuando leí los poemas que mi papá le envió desde la cárcel a mi mamá”, explicó Juan Manuel.

Durante la dictadura hubo varios operativos con secuestros en Cutral Co y Plaza Huincul que terminaron en la desaparición forzada de una gran cantidad de jóvenes.

Pero el que se produjo entre el 12 y el 15 de junio de 1976 fue el de mayor envergadura: mientras algunos grupos de tarea ingresaban a las casas de Huincul o Cutral Co en busca de “blancos” que tenían señalados, la Policía y el Ejército sitiaron los colegios secundarios, de donde se llevaron esposados y frente al resto de la comunidad educativa a varios adolescentes de las aulas, del patio de recreo o del hall en el que estaban formados.

Las calles quedaron consignadas por los jefes de las diferentes compañías del Batallón, que transportó a los conscriptos de Neuquén para cerrar ingresos y salidas, hacer controles de rutas y apostar al grupo de tareas en la comisaría 14ª (actualmente la 4ª de Cutral Co), donde los golpes y la picana se usó como método de interrogación para todos los y las que llegaban detenidos y detenidas.

Incluidos los estudiantes de 15 a 19 años que fueron retirados de los establecimientos educativos: de la escuela comercial (actuales talleres de la EPET de Cutral Co) se llevaron a Dora y Argentina Seguel, también a Octavio “Pato” Méndez y de la ENET de Huincul (actual museo) a Pedro Maidana.

Algunos de los alumnos y jóvenes fueron torturados y devueltos a sus casas, como Juan Carlos Maidana (tenía 15) y Octavio, de 16 años en 1976.

Más de una veintena de adolescentes, jóvenes y operarios de YPF fueron trasladados en un celular policial a Neuquén capital y quedaron en las cárceles de la región o fueron derivados al centro clandestino en Bahía Blanca.

Antes de salir de la comarca, en el furgón de asalto policial, una de las adolescentes que había sido levantada del comercial fue violada.

Es el único caso de todas las mujeres abusadas de las que se escuchó en los juicios, que se instruyó por delitos de lesa humanidad. Cuando llegue a juicio, se pondrá en el banquillo a Oscar Reinhold, por ejemplo, por el delito de violación como autónomo de los delitos de tortura, privación ilegal o robo.

Todos los secuestrados que fueron separados de sus familias permanecieron desaparecidos el tiempo del tormento o del traslado; unos por algunos días, otros por semanas o meses.

Sus familiares peregrinaron por el comando de Neuquén, las comisarías de Cutral Co, Huincul, la delegación federal, las cárceles de la zona (U9 de Neuquén y U5 de Roca) o el Comando del V Cuerpo en Bahía Blanca.

Tras ese operativo, permanecen desaparecidos Arlene Seguel, Carlos Cháves, Miguel Pincheira (que fue visto por última vez en una unidad carcelaria) y José Méndez, que no estaba en su casa de Cutral Co porque hacía la conscripción, y de allí se lo llevaron tras destrozar la vivienda familiar en la comarca petrolera.

Sirena y Oscar Hodola no estaban en Cutral Co cuando el grupo de tareas lo fue a buscar, pero el brazo de represión los encontró en Buenos Aires, en mayo de 1977. Desde entonces están desaparecidos.

Pablo regresó a Cutral Co en brazos de Irma Quijada der Hodola y se crió con sus tías “siempre a la vista de las abuelas”, recordó Pablo, para ejemplificar que no recuerda vida social durante su infancia o primaria.

Días antes del megaoperativo en la comarca, a partir del 9 de junio de 1976, en Neuquén el grupo de tareas que luego operó en Cutral Co había secuestrado a las estudiantes universitarias del Comahue, al grupo artístico vinculado a las estudiantes de Trabajo Social y realizado operativos en casa de otros jóvenes que consideraban vinculados al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Los primeros días de junio de 1976 se llevaron a 16 jóvenes en Neuquén y 17 de Cutral Co y Huincul.

Previo al sitio de Cutral Co, secuestraron a Cecilia Vecchi, Mirta Tronelli, Susana Mujica, Alicia Villaverde, Darío Altomaro, Lucio Espíndola, Alicia Figueira, Gladis Sepúlveda, Eva Garrido, Elida Sifuentes, Nora Rivera, Arlene Seguel, Virginia Recchia, Carlos Schedan, Jorge Asenjo y Eduardo París. Permanecen desaparecidos Asenjo, Schedan, Seguel, Vecchi, Tronelli y Mujica.

Lorena Chaves, Pablo Hodola y Juan Manuel Pincheira, en el monumento a la memoria que se levantó en Cutral Co.

En Cutral Co, el monumento a la Memoria se levantó con la visión arquitectónica de Juan Pincheira, arquitecto y docente, hijo único de Miguel Angel Pincheira y Juana Aranda.

El operario de YPF fue torturado, primero en la comisaría de Cutral Co, luego llevado a la U9 de Neuquén, y cuando su esposa lo fue a buscar allá había sido trasladado a la U5 de Roca.

Cuando fue al penal roquense, a Pincheira lo habían trasladado a Rawson. Juana Aranda casi no pudo ver a su esposo cuando ingresó al sistema carcelario, pero en apenas unos momentos logró cartas que Pincheira le escribió durante el encierro.

Los primeros días de noviembre de 1976, el mayor Luis Farías Barrera y una comitiva de inteligencia retiraron de Rawson a Pincheira junto con José Méndez, Javier Seminario Ramos y Orlando Cancio. Desde entonces permanecen desaparecidos.

“Fui reconstruyendo imágenes de mi padre a cuentagotas. Era administrativo en YPF, subdelegado, el día del secuestro en Cutral Co se lo llevaron a punta de pistola esa noche que se llevaron a cientos de personas a la comisaría. Cuando estaba en la primaria, yo decía que mi papá estaba de viaje. Vivía con mis abuelas y mi mamá no paraba de buscarlo: primero dicen que estuvo en la U9, también en La Escuelita, en la U5 y hasta en Rawson, cuando desapareció”, dijo Juan Pincheira.

“Tomé contacto con mi historia cuando tenía entre 24 o 25 años, cuando mi mamá me dejó ver las cartas de mi papá. Preguntar sobre él les causaba mucho dolor a todas -abuelas y madre-, así es que dejé de hacerlo y luego me costó apropiarme de esa historia, hasta que leí sus poemas: el monumento tiene esas ventanas que simulan en el hormigón frío de esa realidad que les tocó vivir [a los desaparecidos]; con barrotes y ventanas altas por donde se escapaban los sueños de un mundo mejor que pensaba vivir con nosotros”, explicó.

Sin tabú familiar: “El abuelo fue un desaparecido”

Las hijas e hijos de Lorena, Pablo y Juan Manuel tienen entre 5 y 20 años y conocieron de sus papás o mamás las historias del terrorismo de Estado.

El secuestro y la desaparición forzada durante la dictadura no se transmitieron para ellos como un tabú familiar, o secreto doloroso, sino como parte de la historia reciente de la Argentina que los tuvo por protagonistas: el abuelo fue un desaparecido.

“Ellas me acompañaron siempre a las marchas. Cuando por esas vueltas de la historia me tocó ir a hablar a las escuelas para dar testimonio del significado del 24 de marzo, iban conmigo y también incorporaban parte de mi historia”, explicó Pablo Hodola.

Si antes no se hablaba de la dictadura, ahora con la difusión y los actos de memoria nos tiene como protagonistas: se toca el tema en los secundarios y en la primaria”.

Pablo Hodola. Hijo de desaparecido

A Pablo, que trabaja en empresas de servicio petrolero, lo ubicó fortuitamente Pedro Maidana cuando trabajaba de taxista y escuchó que su pasajero era Hodola.

“Me encontré con personas que conocieron a mi papá y me contaban cosas; o en el ámbito de los juicios, donde sus compañeros de militancia me contaron cómo era mi viejo”, dijo Pablo Hodola.

“Quiero transmitirles a mis hijas quién era Oscar, no esa historia de ausencia y dolor que es lo que me tocó”, expresó.

Lorena y Juan son menos activos que Pablo en las actividades, pero lo que se conoce del destino y la actividad de Miguel Pincheira y Carlos Cháves se lo explican sin retaceos a sus hijas e hijos.

“Si antes no se hablaba de la dictadura, ahora con la difusión y los actos de memoria nos tiene como protagonistas: se toca el tema en los secundarios y en la primaria también en pleno marzo, ni bien ingresan en el ciclo escolar”, explicó Lorena.


Los grupos de tarea volvieron a la comarca en diciembre para llevarse al matrimonio Romero-Metz. En septiembre del 77 secuestraron a Rodolfo Marinoni y Horacio Girardello, ypefianos.


“Mi hija pregunta y yo le cuento lo que sé, y les digo a ella y otros chicos que lean e investiguen qué pasó”, agregó.

Juan en su rol docente participó de las actividades que se llevan a cabo en marzo en la EPET de Cutral Co, de la que hace 44 años la policía del pueblo junto con el Ejército se llevaron a los estudiantes de las aulas.

El destino inmediato de los alumnos fue la tortura en la comisaría de Cutral Co, y luego el traslado a otros centros clandestinos, como fue el caso de Pedro Maidana, Dora y Argentina Seguel.

“Mientras hablamos, mi hija me está mirando, tiene 10 años”, dijo Juan Manuel un poco conmocionado mientras respondía preguntas y veía la cara de su niña cuando buscaba explicar por qué se apropió de la desaparición forzada de su padre después de transitar los 20 años.

“Ella de chiquita nos acompaña a las marchas, le contamos de su abuelo y le mostramos las pocas fotos que tengo; igual que el más chiquito, Gervasio, de 5 años. A mi me cuesta, pero creo que es importante transmitirle quién es el abuelo. Más allá de lo que preguntaba, siempre quisimos que sepa, armamos una remera para ellos con la cara de mi papá… Ha tenido momentos que se siente triste porque quería conocerlo”, describió.

Explicó que “mantener viva la memoria es un hecho fundamental. Como me toca de cerca, es movilizador aunque no es grato, y me cuesta cuando se juntan muchas sensaciones. Pero es muy importante poder contarle que son hechos que ocurrieron acá, que son vecinos nuestros, no ocurrió allá lejos”, sostuvo.

Pablo, Lorena y Juan Manuel, todos hijos de desaparecidos tras el operativo de Cutral Co, no se conocían entre sí, pese a que todos son nacidos y criados en la comarca.

“Con Juan íbamos a la misma escuela técnica y nos teníamos de cara, pero nada más; y él es el hijo de Miguel Ángel y yo de Oscar. De a poco fuimos sabiendo quién era Miguel Ángel y Carlos Chaves”, desaparecidos de Cutral Co, detalló Pablo Hodola.

Pablo dijo que su hijo Gabriel tenía entre 3 y 4 años (ahora tiene 21) la primera vez que preguntó por su abuelo, porque solo veía a los maternos.

“Los tres fueron incorporando parte de mi historia cuando uno ha tenido que ir a dar testimonio a las escuelas; buscamos no transmitirles esa ausencia y dolor, pero materializar ese abuelo de algún modo”, explicó.

Agregó que “Ayelén es una luchadora y, con sus tiempos, nos pidió participar de algún encuentro con la lectura de un poema, o portando la bandera de Hijos, o acompañando a Dora [Seguel] en Huincul. Entonces uno visibiliza que ellos han incorporado a su abuelo desaparecido y están haciendo la reparación y reconstrucción de lo que fue esta historia. A Sol le tocó cierta escuela de sus hermanos mayores de vivir ese proceso”, dijo Pablo mientras detalló que sus dos hijas escuchaban cómo respondía a la entrevista sobre la vivencia de la desaparición forzada de sus abuelos Oscar Hodola y Sirena Acuña.


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