Los orígenes del infierno en la literatura
“El hoy fugaz es tenue y es eterno;/ otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.”, nos dice Borges, partidario de aquellos que creen que el infierno está entre nosotros. El origen de la palabra es confuso y hay diversas interpretaciones y contaminaciones, las más comunes relacionan el término latino con “lo que está en el interior, abajo”. Quizá como los muertos se enterraban se asoció infierno a “lugar donde están los muertos”.
Como se ve, lejos estamos de nuestra idea actual de infierno. El Tártaro griego es el sitio en donde van las almas, es un viaje hacia las profundidades de la tierra, hacia los dominios de Hades, el dios y señor de los muertos. Hay en la mitología griega la idea de cierta recompensa en el mundo inferior de acuerdo con los méritos que se hicieron durante la vida. Tres regiones tiene el Tártaro. La primera, los sombríos Gamonales, allí van quienes no son ni virtuosos ni malvados; el campo de castigo del Tártaro y por último los Campos Elíseos, lugar donde habitan las almas virtuosas y en el que es posible la reencarnación (es evidente la influencia oriental). Pero con el correr de los siglos se impone entre los griegos la idea de que el mundo de los muertos es un antro de sombras del que no se vuelve y se impone el nombre de Hades para designarlo.
Hay castigos célebres entre los griegos pero están relacionados con el engaño a los dioses. Uno de los castigados es Sísifo, quien con astucia engañó a la esposa de Hades y la convenció que debía regresar al mundo de los vivos por tres días, pero luego no quiso volver; por esto fue castigado a empujar una enorme roca montaña arriba y despeñarla luego por la otra ladera, sin embargo cuando está a punto de alcanzar la cima, la piedra rueda montaña abajo y Sísifo vuelve a empujarla… y así por toda la eternidad.
“El mito de Sísifo” de A. Camus reinterpreta a la luz del existencialismo el absurdo de la vida cotidiana, el sin sentido del hombre moderno condenado también a empujar sus propias piedras.
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