El reloj del Centro Cívico ya no tiene quien lo cuide

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- No muchos residentes y turistas se habrán detenido a pensar que el enorme reloj del Centro Cívico puede ofrecer la puntualidad de sus campanadas gracias a un par de manos lo limpian y ajustan cada día.

Durante casi 20 años esas manos fueron las de Jorge Stanoievich, un inmigrante de apellido balcánico pero nacido en Francia que llegó a Bariloche en 1948 y desde 1985 trataba al gran reloj como a su propio hijo.

Stanoievich murió días atrás y dejó un gran vacío, que le fue reconocido en múltiples homenajes radiales y también en la última sesión del Concejo Municipal.

Tenía 79 años, el pasado amargo de una adolescencia signada por la Europa en guerra y, ya de grande, un gran cariño por su criatura adoptiva encaramada en la torre de piedra.

Además de la pena y el recuerdo, en el municipio se instaló por estos días la incertidumbre sobre quién podrá suceder a don Jorge. Un problema difícil de resolver, tanto por la dedicación que ponía en su trabajo como por la ausencia de especialistas en relojes de ese tamaño.

Ocurre que a pesar de la nobleza de sus materiales, la máquina no es automática y requiere un mantenimiento sabio y metódico. Para el experto relojero la ausencia de repuestos no era un problema, porque de ser necesario los torneaba en su propio taller.

Los que seguían de cerca su trabajo afirman que el reloj atrasa un minuto cada 24 horas y que no tardará en desajustarse si nadie se ocupa de mantenerlo en condiciones.

La máquina es de marca Weule (alemana), aunque se cree que fue fabricada en Dinamarca. Fue instalada hace más de 60 años y varios barilochenses recuerdan todavía cómo fue subida con un complejo sistema de poleas.

Además de las campanadas correspondientes a cada hora, el reloj también señala las medias horas y todos los días a las 12 en punto abre su pequeña ventana inferior para que giren a la vista de todos las cuatro esculturas del labrador, el indio, el soldado y el cura.

Es por eso y no solo por su típica arquitectura que la gran torre-emblema de Bariloche se convirtió también en atractivo turístico. En cualquier época del año, cuando llega al mediodía se congregan en la plaza decenas de visitantes con sus cámaras para registrar la aparición de los «hombrecitos».

Nota asociada: TEMPORADA INVERNAL: La Fiesta de la Nieve tuvo su colorida apertura a pesar del tiempo  

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