María Sáenz Quesada: “La ceguera de las clases dirigentes tuvo serias consecuencias para el país”
En su libro más reciente “1943: el fin de la Argentina liberal, el surgimiento del peronismo”, la historiadora aborda el estudio de una época signada por un gran desarrollo social y económico, el declive conservador y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas.
Muchos de los cambios que se dieron en los años 30, y cristalizaron en el golpe del 43, echaron raíces profundas en la cultura política de nuestro país y su remanente es visible todavía en comportamientos políticos, concepciones económicas, creencias sociales y aun la visión que se tiene de la Argentina en el mundo, asegura la historiadora María Saenz Quesada en su último libro «1943: el fin de la Argentina liberal y el surgimiento del peronismo». La crisis de 1930 y la II Guerra Mundial impusieron nuevos desafíos y paradigmas, al tiempo que surgían otros liderazgos y se instalaba la idea de Estado intervencionista y benefactor.
Pregunta: Usted menciona que al elegir el tema pensó que éste tenía cierto contacto con la actualidad del país, ¿por qué?
Respuesta: Sí, porque hoy se habla permanentemente de los últimos 70 años, en los cuales hubo grandes cambios, y sin dudas eso remite a la década de 1940. Se habla de populismo, de peronismo, antiperonismo… Pero lo que a mí me interesó hacer una descripción de cómo era Argentina antes de 1943. Que ha sido descalificada como la Década Infame, por el uso masivo del fraude electoral y las intervenciones provinciales. Sin embargo, más allá de eso, que es real, había un crecimiento y desarrollo de la sociedad impresionante. El pleno empleo, la industria por sustitución de importaciones, figuras descollantes en la política, la economía y el arte. Son los años dorados de la exportación de libros y de cine argentino al mundo. Esa ciudad de Buenos Aires que asombraba a los diplomáticos y refugiados políticos de la guerra por ejemplo el mexicano Carlos Fuentes o el polaco Gombrowicz, o María Teresa león, exiliada española. De la actividad científica de Houssay, Leloir, aún jóvenes y en plena producción. A veces en el conjunto, por considerar sólo aspectos políticos, se deja lado esto.
P: el libro describe el asombro de un diplomático español de la época porque el gobierno de Castillo dedicaba el 30% del presupuesto a educación, mucho menos que a lo militar…
R: No deja asombrar la presencia constante de los guardapolvos blancos en todo el país, de la presencia de la herencia de Sarmiento, el viene del franquismo y le asombra este gasto que considera descomunal en este área. El propio Alejandro Bunge, sociólogo de la época muy famoso por sus estudios estadísticos, el decía que el gasto público en educación en Argentina era uno de los más altos del mundo. Eso hacía que esa sociedad tan diversa, esa mezcla de culturas, tuviera una amalgama en esa educación patriótica, en ese concepto de territorio de gran riqueza. Que en cierta medida fue una trampa, porque los argentinos quedamos entrampados en eso que por la gran riqueza potencial ya estamos salvados.
Había un crecimiento y desarrollo de la sociedad impresionante. El pleno empleo, la industria por sustitución de importaciones, figuras descollantes en la política, la economía y el arte.
P: El libro destaca el gran cambio cultural en esos años, ¿cuál fue?
R: Fundamentalmente el desprestigio de liberalismo y la crítica al imperialismo británico, bajo cuyo paraguas se había formado la argentina de la organización nacional hasta los años de Yrigoyen y Alvear, inclusive. La crisis de los años 30 y los desafíos que plantea para nuestras exportaciones a Gran Bretaña, que pasa a ser visto como el “enemigo N° 1”. El libro de los hermanos Irazusta de 1934 y los estudios posteriores de Scalabrini Ortiz, de José Luis Torres, prenden mucho en la juventud nacionalista y en los cuarteles militares. Eso va a ser catalizado por el peronismo, esa nueva Argentina que surge de los primeros años 40.
P: Sobre la Revolución del 43 usted resalta su influencia en la génesis del peronismo, una especie de hermano menor del 17 de octubre del 45…
R: Perón asume su primera presidencia en 4 de junio de 1946. En ese momento ser heredero de la Revolución del 43 era bien visto. Hoy, con una Argentina profundamente antimilitar, no. Por eso, el peronismo rescata el 17 de octubre de 1945 como la gran fecha popular. Pero en el libro, donde estudio el primer año de esta “revolución” culmina en una gran muestra, una exposición que se montó en la avenida 9 de Julio sobre las realizaciones del gobierno militar, Perón se incorpora al gobierno no ya como secretario de gobierno sino como vicepresidente y ministro de Guerra. Su triunfo ya está casi asegurado, solo le resta sacarse de encima algunos rivales militares y lidiar con lo que ocurre en el mundo, que es el triunfo de los aliados. Eso le va a costar mucho a la Argentina, no solo a Perón: haber elegido el camino de la neutralidad, casi hasta nuestros días.
P: La II Guerra Mundial es un telón de fondo que recorre la época, define posicionamientos en todo el espectro político…
R:Era un momento en donde Torcuato Di Tella, que era un industrial que vendía automóviles y exportaba incluso heladeras y representaba a firmas estadounidenses, era partidario de que Argentina tomara partido por los Aliados. Está la figura de Raúl Prebisch, con un plan económico de desarrollo sobre la base de nuestras propias capacidades industriales y de vivienda popular, con préstamos de EE. UU. Y contra eso están los nacionalistas, que se expresan en diarios como El Pampero, Cabildo, o intelectuales como Scalabrini Ortiz, que opinan que Argentina debe mantenerse neutral y piensan incluso que una derrota de Gran Bretaña a manos de Hitler puede ser favorable al desarrollo argentino.
P: Dentro de los grupos germanófilos hay una fascinación de algunos militares, entre ellos Perón, por los usos y estilos del corporativismo italiano…
R: Sabemos que Perón en su viaje a Italia para perfeccionarse en las tropas de montaña se deslumbra con el manejo político de Mussolini en Italia. Es un Mussolini que aún no ingresa en la guerra y todavía no se anticipa cómo se iba a desmoronar rápidamente en lo militar. la admiración de Perón por su manejo de lo sindical, de la mujer en la política y de otros elementos se reflejan en sus cartas de la época. Yo trato de apoyarme en documentos de la época, no en lo que se ha dicho después. Y en el caso de Perón su admiración por el manejo sindical, de masas y de la economía por parte de Mussolini es claro.
P: Entre las fuerzas presentes en el golpe del 43 hay nacionalistas, militares, un sindicalismo que apoya inicialmente, todas fuerzas muy críticas del liberalismo…
R: Eso marca todo el gobierno militar. El antiliberalismo, la idea era “reeducar” a los argentinos para extirpar esas ideas y también una ofensiva muy fuerte contra la idea del “crisol de razas” que había sido característica de los primeros años del siglo. Hay persecución a los judíos en provincias como Entre Ríos, donde tenían mucha presencia. Lo importante debe ser el “ser nacional”: de ahí la exaltación del gaucho, el criollismo en estos años muy presente. Se quiere fundar una nueva Argentina, donde el catolicismo uniforme a la sociedad y evite un triunfo del comunismo. El gran temor en las clases dirigentes era que en las elecciones de septiembre 1943 pudiera triunfar un Frente Popular o una Unidad Democrática que incluyera al comunismo. Sobre el sindicalismo, dado lo que vio en Italia, Perón trata de relacionarse con ellos, pero no con lo nuevo sino con los sindicatos más fuertes, busca introducirse en el gremio ferroviario. A fines del 1943 hay un gran acto donde el referente Domenech lo califica de ser el “primer trabajador” , aunque después será desplazado y Perón se quedará con los ferroviarios como grandes partidarios.
Hay un fuerte antiliberalismo, la idea era “reeducar” a los argentinos para extirpar esas ideas y también una ofensiva muy fuerte contra la idea del “crisol de razas”. Lo importante debe ser el “ser nacional”…
P: ¿Qué datos le deja a usted sobre la actitud de los dirigentes ante estos cambios sociales tan profundos?
R: Argentina necesitaba ampliar su base social y política, pero hubo una negativa del sector conservador que manejaba las cosas con el presidente Castillo y su candidato designado, Patrón Costas. Su ceguera hizo que los actores políticos cambiaran su lugar, se introdujeran fuerzas nuevas que para mí no mantuvieron el equilibrio necesario entre la Argentina que se iba y la que venía, y se vinieron años turbulentos con los militares, muy divididos también, y finalmente Perón, que impuso esa amalgama donde cabe de todo: liderazgo carismático, catolicismo social en sus principios, nacionalismo, corporativismo sindical, militarismo, antiliberalismo, la Nueva Argentina. Los conservadores no se dan cuenta que hay un gran país, que ellos han colaborado en crearlo, pero que esa gente tiene derecho a opinar por las suyas: que hay una clase media nueva, que conforma la dirigencia sindical, eclesiástica, política, que tiene derecho y exige participar. La ceguera de la clase dirigente tiene consecuencias.
P: Una diferencia entre la Argentina de ese tiempo y la de hoy es la visión positiva sobre el futuro del país…
R: Todos los bandos, a pesar de las diferencias, tenían una gran confianza en que el futuro era nuestro. El dólar estaba a 4 pesos, la Memoria del Banco Central decía que había pleno empleo, las fábricas trabajaban a full, surgían plantas nuevas, en ese año las exportaciones industriales superan a las agrícolas en el comercio exterior. La diplomacia argentina le dobla el brazo a la estadounidense en la conferencia hemisférica de Río de Janeiro, hay una idea de que Argentina es el país más importante de Sudamérica, los dice la revista Time, todo eso parece muy lejano. Esa confianza en el futuro impresiona. A la Argentina le costó leer cómo había cambiado el mundo en el 45 y seguimos empeñados en no darnos cuenta.
P: ¿Qué le puede aportar este análisis del 43 a la Argentina de hoy?
R: Quizás recuperar la confianza en nosotros mismos, que no todo es negativo. En el análisis de entonces los críticos del sistema eran absolutamente críticos y los partidarios eran absolutamente entusiastas: si uno observa el discurso que no pudo pronunciar Patrón Costas uno ve un país diferente. Hay que admitir los matices, que no todo es perfecto en la visión de oficialistas y opositores, que no todos somos enemigos, que algo se puede construir en común. Esa Argentina tan dividida en 1943, a la vez que tan potencialmente rica, es una lección para el futuro.
El último trabajo de una destacada historiadora
María Sáenz Quesada es historiadora, profesora y escritora. Autora entre otros libros de “Los estancieros”, “Mujeres de Rosas”,“La Argentina. Historia del país y de su gente”, “La primera presidente. Isabel Perón”, “La Libertadora, de Perón a Frondizi”, “Las cuentas pendientes del Bicentenario”. Ha sido profesora titular de Historia de América latina en la Universidad de Belgrano y dicta cursos y conferencias. Fue secretaria de Cultura en la ciudad de Buenos Aires y directora de la revista Todo es Historia. Ha sido condecorada por los gobiernos de Chile y de Francia, y ha recibido el Premio Konex de Platino (Biografías) y la Medalla del Bicentenario.
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