«¡Se siente, se siente!»
La impresión que cualquiera se pudo haber formado mientras escuchaba el discurso con el que Sobisch inauguró ayer el período de sesiones ordinarias de la Legislatura, es la de estar viviendo en Suecia, Canadá o Australia, uno de esos países cuyos habitantes viven en la abundancia y gozan de la paz y la tranquilidad que proporcionan el desarrollo y la riqueza bien distribuidos.
Por desgracia, el optimismo del gobernador contrasta con la dura realidad que le toca vivir a Neuquén, una provincia que experimenta la paradoja de percibir altos ingresos mientras bate récords de pobreza.
A pesar del crecimiento experimentado en los últimos dos años, producto del aumento exponencial de las regalías de petróleo y gas, Neuquén sigue exhibiendo el peor desempeño de la Patagonia, con un índice de pobreza (46,5%) que alcanza a casi la mitad de la población.
Además del tedioso listado de obras e inversiones, reiterado una y otra vez bajo distintas formulaciones con el evidente propósito de abrumar al auditorio, es poco lo que se puede rescatar del discurso del gobernador.
Se trató, eso sí, del discurso de campaña de un candidato presidencial lanzado a rebatir a sus adversarios, en lugar de la clásica rendición de cuentas que prescribe al titular del Poder Ejecutivo el artículo 78 de la Constitución provincial.
Así, Sobisch se dedicó a confrontar con Kirchner, todo con una sonrisa a flor de labios, propia de quien se siente a sus anchas en medio de una bonanza económica nunca vista. Bonanza de la que da testimonio el proyecto de presupuesto de 1.850 millones de pesos, el más alto de la historia de Neuquén, que envió el viernes a la Cámara.
Uno de los pasajes que ilustró el trasfondo del discurso con mayor nitidez fue el referido a la puja con el gobierno nacional por el precio del gas, uno de los caballito de batalla del neuquino en su afán por trepar a las páginas de los diarios nacionales. Reiteró que hay «improvisación y demagogia» en la postura nacional. De paso, intentó despegarse de la acusación de lobbista de las petroleras que le propina un «paper» que circuló la semana pasada en la Casa Rosada. En el documento, se da cuenta de que el proyecto que le llevó días atrás al canciller Bielsa para exportar más gas a Chile, es producto de «una interna económica» entre las empresas Repsol y Total, en la que aparentemente Sobisch tomó partido por la primera.
«Somos aliados de las empresas pero no socios», aseguró Sobisch ayer introduciendo una versión remozada de su «alianza estratégica», pero acaso sin advertir que en cualquier diccionario «aliado» y «socio» son sinónimos, al igual que «amigo» y «partidario».
Otro de los capítulos que mostraron a un Sobisch más preocupado por sus aspiraciones presidenciales que por administrar la provincia, fue el que le dedicó a las fuerzas armadas. «El gobierno de la provincia -dijo- va a profundizar el respeto con las instituciones armadas y de seguridad de la democracia (…) La descalificación hacia ellas nos conduce a un inexorable destino de enfrentamiento que ya vivimos en la República Argentina y que trajo trágicas consecuencias».
Como Neuquén, tanto como el resto de las provincias del país, carece de ejército, la única forma de entender este desvelo es en el contexto de la mentada puja con Kirchner. Mientras éste intenta terminar con la impunidad y consolidar la integración de las fuerzas armadas a la sociedad librándolas de los elementos ligados al terrorismo de Estado, Sobisch agita el fantasma del golpismo.
Resulta inquietante que en su afán por colocarse en la vereda de enfrente de Kirchner, el gobernador adhiera a la tesis de algunos de sus socios partidarios de la represión y el genocidio, como el hijo del general Bussi o el comisario Patti. ¿De dónde sacó que fue la «descalificación» hacia las fuerzas armadas la que arrastró el país al golpe y al terrorismo de Estado?
Mientras el gobernador hilvanaba ayer este discurso, tan alejado de los avatares de la provincia y tan caro a su utopía presidencialista, afuera las huestes del MPN atronaban: «Se siente, se siente, Sobisch presidente». Algo que no debe sorprender a nadie si se tiene en cuenta que algunos de sus colaboradores más solícitos ya lo mencionan como «el señor presidente».
Que Sobisch despliega un enorme esfuerzo por materializar su sueño da cuenta también una entrevista que le hicieron en la revista porteña «Debate». Allí, el gobernador sostiene que la relación con Bussi y Patti no es ideológica sino pragmática. «Por el sistema de salud que organicé en la provincia, yo soy comunista». Desliza, en el intento de poner cierta distancia con la extrema derecha piantavotos. De paso, anota en su haber el célebre plan de salud creado por la doctora Elsa Moreno durante el primer gobierno de Felipe Sapag.
Pero la mayor novedad que produjo Sobisch en estos días no fue precisamente su discurso de ayer, sino el proyecto para reformar en forma total la Constitución provincial, que envió el viernes a la Cámara. La apuesta es nada menos que crear un nuevo marco jurídico «para los próximos 50 años».
El propósito oficial es que la elección de convencionales constituyentes se realice junto con las de diputados nacionales del año próximo. Aparentemente, Sobisch busca traccionar una elección netamente nacional, generalmente esquiva para el MPN porque no están en juego cargos provinciales, con la zanahoria de la reforma integral de la Constitución.
Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar
La impresión que cualquiera se pudo haber formado mientras escuchaba el discurso con el que Sobisch inauguró ayer el período de sesiones ordinarias de la Legislatura, es la de estar viviendo en Suecia, Canadá o Australia, uno de esos países cuyos habitantes viven en la abundancia y gozan de la paz y la tranquilidad que proporcionan el desarrollo y la riqueza bien distribuidos.
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