Saquean la casa a la que el ermitaño de Collón Cura no pudo volver

Murió en Cutral Co esta semana. En el rincón de la Patagonia donde vivió en soledad 30 años no hay homenajes sino todo lo contrario: se llevaron lo poco que tenía en su casilla.

El bocinazo de una camioneta que descendía a gran velocidad rompió el silencio en la Bajada de Collón Cura. A la altura del kilómetro 1508 de la ruta nacional 237 solo se escuchaba el sonido de unos pájaros que volaban y hacían piruetas en el aire. Allí sigue en pie una pequeña casilla de chapas de cinc, pero está abandonada. Y saqueada. Allí estuvo hasta principios de este año Libertador Argentino Aranea.

En ese rincón de coirones bajos y pastizales, al costado de la ruta, se construyó la leyenda del Ermitaño de Collón Cura, que trascendió las fronteras de la Patagonia.

Argentino murió esta semana a los 69 años, en el hospital de Cutral Co. Antes había estado varios meses internado en el hospital de Piedra del Águila. Nunca pudo regresar a Collón Cura, el sitio que había elegido para vivir en soledad y en paz.

La ausencia de Argentino se percibe apenas se observa la vivienda, que ya no tiene la ventana. Ademas, se llevaron la puerta, la estufa a leña y hasta el colchón.

Todavía quedan decenas de botellas de plásticos desparramadas sobre la tierra, una olla, un mate y un termo desgastado por el paso del tiempo. Unas pocas prendas permanecen tiradas al azar en la única pieza y sobre el alambrado. Sin embargo, en el terreno ya no hay basura acumulada gracias al esfuerzo que meses atrás hicieron manos solidarias, que también ampliaron la casilla.

La leña continua apilada en el exterior, sobre una de las paredes de la casilla. Y las tarimas de madera, que durante muchos años estuvieron ubicadas al costado de la ruta, están tiradas entre unos arbustos.

En el interior, sólo permanece la cama (Foto: Marcelo Martínez)

Durante muchos años esas tarimas recibieron cientos de donaciones de personas que pasaban por el lugar y paraban a saludar a ese hombre, de pocas palabras, barba abundante, ojos marrones y rostro curtido.

Argentino con su presencia en ese lugar inhóspito había generado hasta la leyenda que aseguraba que era un médico que había sufrido la pérdida de su familia y pagaba sus culpas solo en ese sitio. La realidad era diferente. Argentino eligió irse a vivir a ese pedacito de la Patagonia porque quería estar solo. Tomó esa decisión a partir de un problema de salud que tuvo cuando tenía unos 30 años, que lo alejó de su familia y de los pocos vínculos que tenía hasta ese momento. “Comenzó a tener como alucinaciones y pidió dejar de trabajar”, recordó ayer su hermano Amador Aranea.

La soledad fue el hábitat de Argentino (Foto: Marcelo Martínez)

Sostuvo que nunca pudieron saber qué es lo que le pasó. “Decía que lo perseguían, que veía cosas”, contó.

Argentino nació en Bariloche. Amador relativizó que la muerte de su madre, Delfina Millar, haya sido la causa de la enfermedad de su hermano. Su padre fue Andrés Aranea.

Rememoró que su hermano trabajó en el paraje Las Bayas y en las estancias San Ramón y Cabeza de Vaca, donde se desempeñó como capataz. “Era un jovencito muy inteligente”, sostuvo.

Pero Argentino se marchó de la estancia San Ramón y durante varios años perdió todo tipo de contacto con su familia. Amador recordó que volvieron a tener noticias de Argentino hace unos 30 años, cuando les contaron que había un hombre que vivía solo en Collón Cura. Nunca imaginó que ese hombre era su hermano.

En mayo del año pasado, junto a su prerro «Pichicho» (Foto Archivo: Chino Leiva)

Cuando constató que Argentino había elegido vivir alejado de la gente, lo aceptaron. Pero Amador aseguró que siempre estuvo pendiente de él. “Hasta pasó un invierno con mi familia acá” (por Dina Huapi), relató. Pero no soportaba estar con otras personas. Se sentía incómodo y se marchaba.

Amador recordó que su hermano el año pasado estaba con un malestar en la espalda. Pero opinó que lo afectó mucho el cambio brusco de vida que tuvo este año.

Tras la internación a principios de año en el hospital de Piedra del Águila, Amador dijo que lo visitaron y lo vieron bien. “Pensamos que se iba a componer”, enfatizó. Pero su salud mental se fue deteriorando mucho más y terminó internado hace unos dos meses en el hospital de Cutral Co.

Amador consideró que muchas personas pasaban a verlo a su hermano a Collón Cura y eso lo ponía mal.

Luis Barrales lo conoció hace una década a Argentino y lo visitaba con frecuencia. Fue uno de los que organizó la cuenta de Facebook “Todos por Argentino”, que sumó más de 4 mil contactos. Comentó que la última vez que lo visitó en Piedra del Águila el hombre ni lo reconoció. Reflexionó que tal vez todo eso generó demasiada exposición para un hombre que solo quería vivir tranquilo y sin comodidades elementales. Argentino vivió durante 30 años sin luz, agua y gas. Tampoco tuvo televisión y, mucho menos, celular.

Por eso, su muerte causó mucha repercusión en los medios y en las redes sociales. Sin embargo, hasta el jueves que “Río Negro” visitó el lugar donde vivió durante tres décadas no había ninguna flor ni mensaje dirigido a Argentino. Nadie sabe qué pasó con su perro “Pichicho” que lo acompañaba cuando este diario lo visitó en mayo del año pasado.

Amador dijo que acordaron con sus sobrinas cremar los restos de su hermano y esparcirán sus cenizas en Collon Cura, donde durante 30 años Argentino contempló el horizonte que en invierno exhibe los picos nevados de la Cordillera de los Andes, que rozan el cielo, y las aguas del embalse de la presa de Piedra del Águila se agitan con el viento patagónico. En ese punto se respira tranquilidad.


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El bocinazo de una camioneta que descendía a gran velocidad rompió el silencio en la Bajada de Collón Cura. A la altura del kilómetro 1508 de la ruta nacional 237 solo se escuchaba el sonido de unos pájaros que volaban y hacían piruetas en el aire. Allí sigue en pie una pequeña casilla de chapas de cinc, pero está abandonada. Y saqueada. Allí estuvo hasta principios de este año Libertador Argentino Aranea.

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