Los Frigerio en la Línea Sur: de viajantes, pactos y política
Liliana Verbeke*
La tertulia continúa sin interrupciones, solo la llegada de algún “forastero” puede pausar la discusión.
En los pueblos de provincia existen ciertos lugares mágicos, donde los personajes influyentes del pueblo se encuentran casi a diario. Los que tienen la precisa, los garantes de pobres y ausentes, los que parecieran siempre orientar la dirección del pueblo…
Y la plática entretenida sigue, la discusión es eterna, frente a frente, todos firmes e intransigentes en la convicción y con la seguridad al menos de quién ganará la próxima elección. Aunque por ahí se equivoquen, pero también con la certeza de que más allá de las diferencias y el resultado, tendrán que seguir viéndose las caras todo el año, salvo mejor destino…
Esquina histórica de Maquinchao; la del hotel Fernández y su bar confitería. Salón amplio, dividido por noble e importante balaustrada de cedro labrada que deja a las señoras del otro lado, para un té canasta, algún evento o casamiento importante.
Esquina que supo de actos políticos varios, que no eran más que la extensión de la reunión que se daba adentro. Supo de la presencia de exgobernadores y políticos varios: Don Emilio Belenguer, Edgardo Castello -que participaba en algunos casos como productor en la Expo Rural local-, el doctor Nielsen, Don Mario Franco, los hermanos Costanzo en distintos tiempos, los De Rege, Abel Castro de Bariloche, el Dr. Miralles, Don Pablo Fermín Oreja. Y el recuerdo de un acto proselitista un día de típico viento “maquinchense” comienza su discurso diciendo “(…) en esta noche radical de viento en contra”… era una sutil alusión también, pues en ese momento la mayoría del electorado local era peronista…
Y los locales: los hermanos y primos Sede, Tito, Héctor y Pepe; el Dr. Oscar Nápoli, médico del pueblo y presidente; del bloque de senadores en el gobierno del Dr. Alfonsín, los Zgaib; Pedro, Cholo y Elías; Don Carlos Croza, gerente de la firma Lahussen y director de la Casa de Río Negro durante el gobierno de Franco; Don José Zamboraín y mi padre Carlos, entre otros.
En otrora habían concurrido al lugar Don Primo Capraro, a quien en caso de estar el hotel colmado en su capacidad -por ser punta de rieles- se le preparaba la cama sobre la mesa de billar; el Ing. Emilio Frey y los hermanos Saa Pereyra más acá en el tiempo.
Pero había figuras singulares, las que recorrían la zona en tiempos, con lugares de alojamiento carentes de la calefacción actual, rutas que eran incipientes caminos de ripio y telefonía inexistente. Solo cuando hace su aparición el ferrocarril y el telégrafo presta el servicio de comunicación o más tarde la red policial.
Figuras armadas de un espíritu superior, preparado para enfrentar toda contingencia a miles de kilómetros de la capital y sus familias. Hacían su trabajo de “viajantes de comercio” ofreciendo cada uno incluso varias líneas -como se decía-.
Los hermanos Frigerio; Rogelio, abuelo del actual ministro del Interior, Obras y Servicios Públicos de la Nación; y su hermano Atilio, quien le sucedería un tiempo en los viajes y ventas, comerciaban en la región.
En aquella década del 50 al 60, nadie imaginaría en realidad quién podría llegar a ser alguno de esos hombres que departían amablemente en ese lugar del mundo.
Como olvidar la figura de Don Gastón de Martiniack, presidente de la Alianza Francesa en Bahía Blanca; el señor Longchamps, periodista neuquino; Alfredo Asmar, que llegaría a ser primer gobernador electo del Neuquén en 1958; los hermanos Frigerio; Rogelio, abuelo del actual ministro del Interior, Obras y Servicios Públicos de la Nación; y su hermano Atilio, quien le sucedería un tiempo en los viajes y ventas.
El escritor y poeta jacobacino Elías Chucair al recordarlos en su cuadernillo N° 16 “Ayer aquí” dice: “Rogelio Frigerio, algunos lo recuerdan junto con su hermano Atilio, quien después lo reemplazaría con muchos viajes en su gira por esta zona”, y se pregunta: “¿Estaría en su mente y en la de los que lo conocían que llegaría a volar tan alto?”.
Quedó en mi visión de niña la imagen de aquellos hombres y, claro, éste que aparecía en las tapas de las revistas políticas que había en casa (“Primera Plana”, “Confirmado” y “Panorama”, entre otras). Él dirigía el semanario “Qué” y obviamente todos en el pueblo comentaban: “Es el que venía acá de viajante…”.
El pacto
Los Frigerio fueron fieles al ideario desarrollista que llevaría a uno de ellos, Rogelio, al escenario de las grandes decisiones en el gobierno de Arturo Frondizi. Y podríamos decir con justeza que fue la figura principal del Pacto Perón-Frondizi.
Mucho puede decirse del gobierno de Frondizi y en Viedma sobre todo donde el presidente provisional del Senado, José María Guido, fue su real sucesor al ser derrocado.
El mentado acuerdo rompió en cierta forma con una dura y terminante proscripción y persecución al peronismo permitiendo a una fracción del radicalismo acceder al poder.
Así el pacto marcó un antes y un después en la escena nacional, puso en evidencia la capacidad innata de Perón como conductor estratégico y la apertura o visión de lo posible de Frondizi, dando inicio a una etapa diferente en lo político y social de la Argentina.
En este caso el pueblo, principal protagonista, tuvo la oportunidad de obedecer a su líder exiliado o desoír la orden. Frondizi, la oportunidad de acceder a la presidencia, pero, observado por las Fuerzas Armadas y sectores ultraconservadores antiperonistas, los primeros advierten un giro pronunciado hacia la izquierda y los segundos un avance del peronismo nuevamente.
Quien fuera secretario político de Perón, Julián Licastro, en su libro “Mi encuentro con Perón” dice: “Vale destacar la gran visión de este presidente, que después de Perón fue el único gran estadista de la Argentina”.
Fermín Chaves en “La chispa de Perón” relata “lo que le contó Alicia Eguren”, mujer de John William Cooke. En el hotel Jaragua de Santo Domingo vivía Perón y hasta allí viajaron Rogelio Frigerio y Ramón Prieto a principios de marzo de 1958 y en ese lugar se realizó la reunión. El pacto había sido redactado en Caracas en Febrero, traído a Buenos Aires y pasado en limpio ya “con máquina argentina”. Fue firmado por Frondizi y Rogelio Frigerio, quien lo llevará a ciudad Trujillo.
Cuando Perón tuvo ante sí el documento dijo: “Bueno, yo no creo en pactos políticos como éste, pero las firmas son una prueba de buena fe”. Cooke y su mujer se alojaban en el Hotel Paz, lugar donde luego vivirá Perón y se celebrará el triunfo de la fórmula Frondizi-Gómez.
La historia se repite o algún hábil conocedor del terreno trata en parte de emularla… y así los sucesos importantes e inesperados en la vida de las naciones tienen como protagonistas principales a las personas menos pensadas, tal es el caso de la fórmula Macri-Pichetto y el acompañamiento en campaña del Ing. Frigerio, ministro de la Nación y nieto de aquel ilustrado viajante de comercio.
*Diplomada en Preservación del Patrimonio NyC (UBP)
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