35 años del Isla Rock, el festival que trajo a Sumo a Cipolletti
El 5 de diciembre de 1986 comenzaba en la Isla Jordán el festival que contó con Sumo, G.I.T, David Lebón y Enanitos Verdes, entre otros. La historia de un evento único e irrepetible contada por sus protagonistas.
En un principio iba a ser Fito Páez. Sólo después fue Sumo. Inesperadamente, fue Sumo y con ellos, o por ellos, el destino del Isla Rock fue otro. Y fue de leyenda como todo lo que sucedió con Sumo y por Sumo, antes y ahora.
El 7 de noviembre de 1986 fueron asesinadas en Rosario la abuela y la tía abuela de Fito Páez y, junto a ellas, también la persona que las asistía. Un triple crimen que cambió para siempre la vida del músico y de un modo muy diferente también el destino del inédito festival de rock cipoleño que lo tenía como figura principal.
Devastado por el trágico suceso, Páez, recluido entre los suyos, decidió no venir, aunque hasta último momento en Cipolletti contaran con él. De ahí que en los afiches del festival siguiera Fito a la cabeza del lineup y no Sumo.
Isla Rock fueron tres días únicos e irrepetibles de rock local y nacional que tuvieron lugar en la por entonces flamante Isla Jordán, un predio recreativo sobre la margen sur cipoleña del río Negro inaugurado dos años antes.
Con una grilla conformada por lo más destacado del rock y el pop argentino de ese momento, el festival comenzó el viernes 5 de diciembre de 1986, hacen hoy 35 años, con shows de las bandas locales encabezadas por Nos, Samuel Zapata, Pax Xylon, Orfeo, Fusión, Orlando Oliva, Eclipse y Alejandra Scoppa. Todos ellos se presentaron en un decepcionante (ya diremos por qué) escenario alternativo.
Al día siguiente, comenzaron los shows grandes con Eva y Los Pecadores, Sumo y G.I.T.. El domingo tocaron Instrucción Cívica, Enanitos Verdes, María Rosa Yorio y David Lebón. Un lineup de lujo para la época. Todos llegaban con discos nuevos. En algunos casos muy nuevos, como la banda de rockabilly Eva y Los Pecadores, que habían editado su disco debut un par de semanas antes.
Marcado para siempre por la presencian casi de casualidad de Sumo, Isla Rock ‘86 fue, como la banda de Luca, algo que sucedió y que pasó. Y que sólo cuando pasó, quienes lo vivieron cayeron en la cuenta de aquello que habían vivido. Fue un rayo seco que impactó en todos de un modo particular e irrepetible. En un tiempo donde los dispositivos portables eran, con suerte, el futuro, sólo queda la memoria humana como único recurso porque casi no hay archivos. Isla Rock ‘86 es, 35 años después, lo que recuerdan que fue quienes estuvieron allí.
Y los recuerdos, como un imán, son atraídos por la figura de Luca Prodan. Luca hizo en Cipolletti lo que la memoria cree recordar que hizo. Pero, ¿lo hizo? ¿Era Luca aquel que caminaba solo entre las carpas de los acampantes? ¿Era él quien se acercó al escenario de bandas locales y dijo que le gustaba la banda en escena? ¿Jugó Luca realmente un picadito de fútbol? Si, 35 años después, lo único que tenemos es la memoria, ¿importa? Creámosle a la memoria y que el mito se encargue del resto. Lo que sigue es un relato coral basado en los recuerdos de sus protagonistas de aquel festival de rock, que nació como un gran pícnic comunitario, que luego fue Fiesta de la Juventud y sólo después, como su correlato, un festival de rock.
Todo comenzó con un pícnic. En 1984, cuando apenas habían pasado unos pocos meses del retorno del país a la democracia, la gestión municipal cipoleña encabezada por el radical Alfredo Chertudi tomó la decisión política de darle a la ciudad una fiesta propia que por entonces no tenía y también ofrecerles a los jóvenes un espacio de recreación.
Así, en la prehistoria del Isla Rock aparece la creación de una fiesta para la juventud. “En ese entonces yo era concejal y saqué una resolución indicando que Cipolletti era sede oficial de la fiesta de la juventud. Lo elevamos a Viedma y se aprobó, vía el por entonces el ministro de Gobierno Oscar Machado”, recuerda Angel Demiz.
Si la ciudad se debía una fiesta popular, no menos cierto era que también se debía a sí misma un espacio público de recreación. Así fue como surgió la Isla Jordán. “Era un páramo”, dice Federico Baraldo, quien en aquellos años oficiaba de director de organizaciones comunitarias de Cipolletti.
Con la decisión política tomada de organizar la Fiesta Provincial de la Juventud en la ciudad, en los primeros meses de 1984 comenzaron los trabajos de desmonte de tamariscos, en la urbanización y en el trazado de los servicios básicos para lo que sería la isla Jordán, que fue oficialmente inaugurada el 21 de septiembre de ese año con un gran pícnic de primavera para toda la comunidad.
Al año siguiente, el 21 de septiembre, se realizó allí la primera Fiesta Provincial de la Juventud con los shows de Nito Mestre y Los Helicópteros, una efímera banda liderada por el periodista Uki Goñi que tuvo en “Radio Venus”, su único hit. La primavera de 1986 se celebró con la segunda edición de la Fiesta Provincial de la Juventud, pero, a diferencia de su primera edición, no hubo shows “de afuera”. En la mente de sus jóvenes organizadores ya habitaba la idea de un festival de rock.
1986 fue el año del fútbol argentino y de Diego Maradona. Fue el año del cometa Halley, el año del Proyecto Patagonia en el que el por entonces presidente Raúl Alfonsín propone trasladar la Capital Federal a Viedma. Fue también el de la muerte de Jorge Luis Borges y de las explosiones de la planta nuclear de Chernóbil y de la del trasbordador espacial Challenger.
1986 es también el debut discográfico de Los Fabulosos Cadillacs y Los Ratones Paranoicos. Soda Stereo edita Signos y Los Redondos, Oktubre. Por su parte, Fito y Luis Alberto Spinetta dan a conocer La La La, los reformulados Abuelos de la Nada sacaban Cosas Mías, Virus registraba Imágenes paganas en vivo, Riff publicaba Riff VIII y Los Violadores, Fuera de Sektor. Mientras todo esto sucedía, en Cipolletti pensaban en un festival de rock en el flamante predio de la Isla Jordán.
Llegando los monos, el disco que trajo a Sumo al Isla Rock
Yo, asistente. “Tenía 16 años y me enteré que estaban armando un festejo groso para diciembre”, recuerda Enrique Quique Pérez, cipoleño radicado en Buenos Aires desde 1990, impulsor en las redes sociales de @islarock.cipolletti.1986, verdadero punto de partida para esta crónica”.
“Mi primer contacto con el festival fue a través de un concurso para hacer el afiche del Isla Rock. De esa manera me enteré que estaba abierta la puerta para trabajar en el evento. Fui a un par de reuniones donde se repartieron los lugares y a mí me tocó ser asistente de escenario, que era lo que yo buscaba.
GIT III, el disco con el que vino G.I.T. al Isla Rock
”Lo que me acuerdo de los días previos era que íbamos al predio para los trabajos finales del escenario que se armó, se veía realmente grande, le pusieron una vigas , un techo, todo eso estuvo hasta no hace mucho montado.
”Ya llegando al fin de semana nos instalamos en el predio en carpas y empezamos a trabajar mientras esperábamos que el sonido llegara de Buenos Aires. Algunos amigos empezaron a ver músicos por el centro, medio como leyendas urbanas, que yo me crucé a tal, que yo vi a tal en un quiosco o en la heladería Las Delicias. Y era cierto porque estaban, un día, pero estaban y eran varias las bandas.
”Nuestro trabajo era con el escenario listo y ya quedamos instalados en la isla, había carpas para nosotros. Mi tarea puntual era en la prueba de sonido y los shows. Me la pasé en camarines y backstage. ‘Vos quedate acá y si pasa algo avisá’, me decían (risas).
”Muchos venían con su staff, sus técnicos y si necesitaban algo ahí aparecíamos: como se llega al río, bebidas… Nosotros estábamos en escenario.
”Como se iban acercando curiosos al alambrado que separaba al público de la elevación que daba al escenario, teníamos que ver que no se metieran, que no se robaran nada. No había nada parecido a lo que hoy es seguridad. Había un par de policías y nosotros, que teníamos 16 años (risas).
”De las bandas me impresionaron los GIT probando sonido, era la prueba de sonido y sonaban como si fuera el show. Vimos cuando descargaban la batería electrónica de Willi Iturri, una de las primeras que había en ese momento, nosotros no las habíamos visto nunca. Tenía los toms octogonales, era ver un plato volador (risas).
”La gente se acercaba a ver la prueba de sonido, a ver los músicos. Está la leyenda de Sumo jugando a la pelota, que fue cierta, yo la vi desde arriba del escenario. Viajaron en un colectivo ‘doble camello’ que estacionaron al lado del escenario, yo entré a ese colectivo porque habíamos pegado buena onda con los músicos, sobre todo con Ricardo Mollo, y me dejaron subir. Le habían sacado todos los asientos del fondo donde tenían un lio bárbaro de cables y cosas y decían que Luca venía durmiendo ahí. Muy buena onda todos, nos regalaban las púas, las cuerdas que cambiaban. Imaginate, valía oro eso para nosotros. Tenías pedaleras, muchos pedales, cosas que veíamos muy de lejos. Acá nadie estaba equipado así ni de casualidad.
”De Sumo me acuerdo que me tocó abrirles el portón cuando llegaran al predio. Vinieron en dos autos, uno de ellos un Torino que pertenecía a la Municipalidad. Les abrí el portón y llegaron hasta la explanada ubicada al lado del escenario, el lugar ya estaba lleno de gente. Abrí la puerta y Luca me preguntó si ya era el momento de subir. En ese Torino había como diez personas, no sé cómo hicieron para entrar (risas). Le dije que me tenían que dar el OK. Luca se puso una máscara de mono, salieron del auto y subieron directamente al escenario con Luca enmascarado de mono. Llegando los monos como el disco… Subieron todos corriendo, ni siquiera pasaron por el camarín, llegaron bien sobre la hora. Marcaron cuatro y arrancaron con ‘Crua Chan’. Cuando empezaron a tocar el escenario cambió por completo, tenían un sonido distinto a todos los demás, no eran como los Enanitos Verdes que eran super prolijos, estos eran un quilombo que nos pasó por encima. Un tema detrás del otro, tremendo.
Lebón llegó a la hora señalada, esperó más de una hora y media encerrado en el camarín, pero el show que dio fue bárbaro. Incluso en una parte de su show se acercó donde yo estaba y dejó que tocara la palanca de la guitarra, él estaba en un solo y se me acercó y me dejó meterle el palancazo a la guitarra en pleno solo. Lebón venía con una banda que estaba muy bien. No podíamos creer estar viendo un show de esa magnitud. Con los GIT no pude hablar casi, estaban más en la suya, a nosotros nos parecían más gente grande, gente seria (risas). De ellos nos voló la cabeza la batería”.
Todos pensamos que se iba a ser otro festival así de groso al año siguiente pero no pasó más nada. El escenario quedó ahí hasta hace poco que lo terminaron de sacar.
Espíritu adolescente. Kiran Sharbis, músico y actor neuquino, de reciente aparición en “Entre hombres”, la serie de HBO, también tenía 16 años cuando presenció el Isla Rock ‘86. Su memoria lo ubica entre las cientos de carpas que se instalaron en el predio durante aquel fin de semana.
«Puedo sentirlo», el hitazo de David Lebón que sonó durante todo 1986
Estudiante de 4° año de ENET N°1 de Neuquén, estaba, como muchos, expectante por la presentación de Sumo, pero a él, que venía del palo del metal, en ese momento le gustaba mucho GIT. Era la banda que todos querían ver, sobre todo tras el flamante GIT III, un disco, valga la pseudo redundancia, lleno de hits, entre ellos “Es por amor”, “Más bien menos mal” y “Solo un hombre de suerte”. También Enanitos Verdes, que llegaban con el arrasador Contrarreloj, su tercer disco y el imbatible “La muralla verde.
”Me acuerdo que estábamos en la orilla del río y veo a un tipo con la remera de Sumo, en ojotas y con una botella en la mano. Merodeaba las carpas, se metía entre la gente, pero nadie le daba bola. Para mi era Luca. Le digo a mis amigos, ‘Che, ese es Luca’. No, nada que ver, me responde. ‘Mirá si va andar solo dando vueltas sin que nadie le dé bola. Además, qué va a andar con una remera de su propia banda, Debe ser uno que se le parece’. Y sí, sonaba lógico, no podía ser Luca. A la noche, cuando empieza el show de Sumo veo subir al escenario al tipo pelado con la misma remera, en ojotas y la botella en la mano, solo que esta vez estaba vacía…
”Del show de Sumo me acuerdo que fue impresionante, al palo. Una verdadera aplanadora. Yo miraba mucho a Mollo. Lo que también recuerdo, porque me impactó mucho, supongo que, por mi edad, fue la imagen de Luca en el escenario. Estaba como desconectado del resto de la banda, medio en la suya, le costaba mucho cantar.
«La muralla verde», el hitazo que llevó a la masividad a Enanitos Verdes
”Después, GIT estuvo impecable, un show de puta madre. La imagen de la banda también me gustó mucho. Igual que Enanitos Verdes. Con ‘La Muralla Verde’ se armó un tremendo pogo. Fue mi primer pogo, imaginate (risas). Para mi fue el punto más alto del festival, cuando tocaron ‘La Muralla Verde’. Era el tema que todos estábamos esperando. Marciano Cantero manejaba muy bien al público.
”Lebón estuvo muy bien pero no hubo fervor del público, supongo que por su edad y la de todos nosotros. Éramos un público muy joven, muy adolescente te diría. Había como mucho respeto y admiración. Igual con Nito Mestre”.
La conexión local. José Luis Perticarini es, desde hace muchos años, un hombre de radio. Pero, en 1986, era un veinteañero que tocaba la guitarra, cantaba y componía para Nos, una de las mejores bandas de rock del momento. Le tocó como al resto de los músicos locales padecer la decepción de tocar en un escenario precario y no en el principal, como les habían prometido. De todos modos, lo disfrutaron igual.
“Lo primero que se me viene a la mente es el buen tiempo que nos tocó. Y la caminata por la calle Julio Dante Salto, que te lleva a la Isla. A mi me dejaron a mitad de camino y fui caminando. Esa imagen caminando, mirando el día, como una peregrinación, todos hacia el predio muy tranquilos y muy expectantes nunca la olvidé. Éramos muy pibes y no éramos tan conscientes de que íbamos a tocar en un festival de esa magnitud.
”Nos habían prometido que íbamos a tocar con luces y sonidos de afuera, pero no. Y ese fue el problema. Hoy entiendo que no daba quizás la movida para que nos amen algo delante de la batería de Sumo para que después saquen lo nuestro y quede lo de afuera. Pero en ese momento nos enojó mucho porque no era lo que nos habían dicho. Nos enteramos cuando llegamos y nos mandaron al costado (risas).
”El escenario fue muy malo, bines de manzana y luces muy malas. Y el tema del sonido, nosotros queríamos sonar groso y no con el sonidito de acá de esa época. Nosotros empezamos a tocar casi de día. La gente estaba igual y estuvo buenísimo.
«Obediencia debida», el hit con el que Instrucción Cívica debutó en las grandes ligas
”Pudimos tocar unos cinco o seis temas. Fuimos la banda que cerró la noche en ese escenario. Cuando estábamos tocado Luca se acercó a vernos y le gustó. Habló bien del baterista porque le pegaba fuertísimo.
”‘Che mis amigos vieron a Luca, estuvo viendo la banda…’ era el comentario que nos llegaba. No sé si es verdad si le gustó o no la banda, pero bueno. Estábamos ahí y después los vimos a ellos, eso sí fue cierto (risas)
”Del show de Sumo recuerdo que en un momento Luca paró el show un par de minutos. El pogo de Sumo levantó una polvareda que era como un efecto que se mezclaba con las luces de colores. En un momento, se ve volar algo blanco hacia el escenario, mientras estaban tocando al palo. Luca, cuando lo vio, paró el show de inmediato y todo el mundo quedó en silencio. Luca lo levanta y mira hacia arriba, a todo el público, hacia los costados y con su acento tan particular dice: ‘el que tiró esto debe ser un espécimen de la rubia tarada’. Inmediatamente, todo volvió a explotar y Sumo retomó la acción tan al palo como estaba antes. No se supo qué era lo que cayó, para mí era el hueso de un asado. Una piedra no. ¿Quién se iba a animarle a tirarle algo a Luca?
”De los Enanitos Verdes me sorprendieron lo prolijos que eran, unos profesionales bárbaros y eran muy chicos todavía, pero ya la habían pegado. Sonaban muy bien, mucho más ajustados que Sumo. Del Isla Rock yo tengo en la memoria Enanitos Verdes y Sumo.
”Eso y lo increíble que fue todo lo que pasó. Y ahora digo lo mismo ‘Mirá lo que pasó… y nunca volvió a pasar’”.
On the radio. José Ramón Paredes, con veintipico de años, era ya uno de los operadores de LU19 con más experiencia en exteriores. Al igual que Quique Pérez, tuvo un lugar privilegiado, en su caso, una casilla que la radio compartía con los artistas, a quienes les habían montado allí un camarín.
Lo que más recuerdo es la actuación de Nito Mestre. Me acuerdo de una canción suya ‘Distinto tiempo’, que es una de las que más gustaban de él, y que él la ensayaba y la tarareaba en el camarín improvisado que tenían los artistas. Me acuerdo de eso y de cómo chupaba Tía María (risas).
«Puertos para mi amor», el tema compuesto por Fito Páez y Paul Dourge que grabó María Rosa Yorio en su disco Puertos (1986).
”El escenario estaba de frente a la entrada de la isla. Recuerdo muchos comentarios, como hacíamos flashes porque no había un modo de transmitir que pudiera tener calidad, no había equipos de 200 y pico de megas, era otra frecuencia y otra calidad de audio. Podíamos transmitir un tiempo, algo así como cuatro temas y luego ya había que cortar.
”Yo estaba en la margen izquierda del escenario en una casilla rodante que compartíamos con los artistas porque allí mismo se habían improvisado los camarines. Nosotros con la radio ocupábamos una parte de la casilla y los artistas ocupaban el resto. Allí llegaban y se instalaban. En el comedor de la casilla estábamos nosotros y en las habitaciones estaban los artistas. Desde ese lugar recuerdo haber visto a Nito Mestre.
”En ese entonces todo era muy pesado, las fuentes de alimentación, los cables. Transmitíamos la apertura, la mitad de una actuación y al final le hacíamos nota. A los 40 minutos volvíamos.
”Eran todos músicos muy sociables. En el caso de Nito, dejó la puerta abierta, recuerdo que le trajeron la botella de Tía maría y cuando salió al escenario uno de los que entró a la parte del camarín dijo ‘¡se tomó toda la botella’!”
Nito, el disco que Nito Mestre editó en 1986
Isla Rock ‘86 fue un evento que pegó en toda una generación de chicos y chicas de la región como nunca había sucedido y cómo nunca más volvió a suceder. Un encuentro con los músicos más importantes del momento, durante tres días, en un lugar que era toda una novedad: la Isla Jordán.
Visto a la distancia, el lineup llama la atención, pero, en contexto, era un golazo al ángulo. Sumo llegaba en el punto más alto de su recorrido (es cierto que a partir de entonces, todo sería en caída. De hecho, casi exactamente un año después Luca morirá), GIT y Enanitos Verdes sonaban en todas las radios. Lo mismo que Lebón con el flamante “7×7” y su hit “Puedo sentirlo”. O Instrucción Cívica, con el debut absoluto de Kevin Johansen, y el corte “Obediencia debida”.
Eva y los Pecadores editó su disco debut unas pocas semanas antes de tocar en Isla Rock
Como Sumo, la banda que lo marcó para siempre, el “Isla Rock” cambió la vida de los miles de jóvenes que lo vivieron. Y, como Sumo, nadie cayó en la cuenta de qué estaba pasando, hasta que terminó de pasar. Fue, en definitiva, una experiencia única e irrepetible que habita caprichosamente en la memoria de los que estuvieron allí.
Y de todas las cosas inverosímiles que dicen que hizo Luca Prodan en la isla Jordán, acaso la más inverosímil de todas sea la efectivamente hizo. Porque sí, Luca jugó ese legendario picadito. En una de las fotos que ilustran esta nota, Kevin Johansen posa con una pelota de fútbol bajo el brazo. ¿Quién se la habrá llevado?
El recuerdo de Kevin Johansen del Isla Rock
Contactado por Río Negro, el músico, vía WhatsApp, se refirió a aquel viaje a Cipolletti para participar del festival
«Me acuerdo muchas cosas de ese viaje. Éramos unos nenes de pecho muchos de nosotros en Instrucción Cívica. Recuerdo que viajamos junto con David Lebón. Recuerdo en el lobby del hotel a los Sumo persiguiendo alguna chica, en broma, todos juntos como tipo marabunta como Madness la banda de ska (risas). Luego, me recuerdo ensayando con Axel Krygier y Ale Terán, que hacían los vientos, y que tocara la puerta Pettinato y nos dijera con su humor que los caracteriza ‘Uy, me voy a deprimir, todos ustedes son más jóvenes y tocan mejor que yo’.
«Después, llegar a donde se tocaba en la Isla Jordán ver que los Sumo tenían armados dos arcos para un picadito, arcos armados con botellas vacías de ginebra Bols (risas). Me acuerdo de andar en kayak por el río y de darnos vuelta un par de veces, reírnos mucho, mucha diversión.«
» Recuerdo un boliche muy grande para el lado de Neuquén donde fuimos con Axel y con Terán. Allí nos presentó el dueño que estaba muy contento de que estemos allí. Con mucho entusiasmo dice ‘con ustedes: GIT!” Creía que éramos los GIT (risas).
» Del festival recuerdo que estuvo muy bien organizado. Y de los shows el de Sumo me encantó y el de Enanitos Verdes también, me impresionaron lo bien que sonaron. Y obviamente el de David Lebón, un maestro total. Fue un disfrute también para mí como público.
» Una primavera hermosa aquella, mucha buena onda, mucha fiesta, mucha diversión. Éramos muchos los músicos que andábamos por ahí. Estábamos verdes, no como los Enanitos, sino que nos faltaba un golpe de horno todavía como músicos y como seres humanos, pero la pasamos muy bien y fue un gran aprendizaje.«
Con la colaboración de Edith Cabrera/Archivo Río Negro.
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