1980: el año en que «el sonido de la bestia» comenzó su era dorada

Con la edición de discos fundamentales que catapultaron a la fama a bandas claves, relanzaron la carrera de otras históricas o marcaron el debut de formaciones imprescindibles para el género, 1980 quedó marcado a fuego como el año en que el heavy metal inició una era dorada en la que definió e impuso su sonido y estética, fundamentalmente, entre los jóvenes de clase trabajadora de todo el mundo.

Se trató del año en que vieron la luz la homónima placa debut de Iron Maiden; «Ace of Spades», de Motörhead; «British Steel», de Judas Priest; «Heaven and Hell», de Black Sabbath; «Wizzard of Ozz», de Ozzy Osbourne; y «Wheels of Steel», de Saxon, entre otros.

Aunque no pueden ser consideradas estrictamente bandas de heavy metal, también sumaron público al género desde el lado del llamado «rock pesado», grupos como AC/DC, con la edición de «Back in black»; Van Halen, con «Women and Children First»; Def Leppard, con «On through the night»; y, desde un costado más progresivo, Rush con «Permanent Waves».

Será en esta oleada que otra agrupación de vital importancia como Metallica comenzará a tomar forma en Los Ángeles, a partir del impulso de James Hetfield y Lars Ulrich, aunque recién en 1983 editaría «Kill `Em All», su álbum debut.

Precisamente, la aparición de muchas de estas bandas, sumado a la reconfiguración de otras, dio en llamar lo que se conoció como «la nueva ola del heavy metal británico», una etapa en donde el rock pesado se mixturó con la velocidad del punk, lo que definió el sonido de esa era.

Todo esto fue acompañado por la aparición de toda una estética propia del género, con sus ropas de cuero y tachas, el gesto de hacer los cuernos con los dedos de la mano y la exacerbación de las calaveras y otros íconos relacionados con el terror y lo diabólico.

Iron Maiden en 1980, con Steve Harris en el centro de la escena.

Si bien muchos de estos elementos no eran totalmente nuevos y algunos hasta estuvieron presentes desde los primeros tiempos del género, fue en esta etapa en donde todos coincidieron, al punto de convertirse en una marca distintiva que diferenciaba al heavy metal de otros sonidos y a sus seguidores de otras «tribus».

Es que a los sonidos crudos popularizados por Black Sabbath, considerada por unanimidad como la banda precursora del género, se le sumó el vértigo y la «suciedad» de Motörhead; las guitarras dobladas de Iron Maiden o los doble bombos utilizados por la mayoría de los grupos.

Aunque se debatió mucho al respecto, los orígenes del heavy metal se remontan a los años 60, con algunos antecedentes encontrados en bandas que no se caracterizaban precisamente por hacer «rock pesado», como el caso de «You really got me», de The Kinks, con el sonido de su riff de guitarra logrado con una aguja de tejer que atravesaba el parlante; el estilo extremo en muchas composiciones de The Who; o «Helter Skelter», de The Beatles, por citar algunos casos.

Pero fue Black Sabbath, con el sonido metálico de la guitarra, producto de un suplemento que Tony Iommi usaba en su dedo tras haber sufrido un accidente que le mutiló una parte de su índice izquierdo; y su estética extraída del cine de terror, lo que marcó el inicio formal del género.

Black Sabbath y los buenos tiempos junto a Ronnie James Dio.

La velocidad de Deep Purple sumó una nueva característica, en tanto que la popularidad alcanzada por Led Zeppelin ofreció variantes que estilizaron el sonido que definía al movimiento.

A lo largo de la década del `70, bandas como Judas Priest y Motörhead comenzaron a sumarse a la movida, y con el paso de los años se creó un caldo de cultivo para la mencionada explosión definitiva en 1980.

Iron Maiden, con Paul Di`Anno como vocalista, hizo su fulgurante aparición con un disco que ha sido catalogado como el mejor debut discográfico del heavy metal, y que presentaba los punteos de guitarra al unísono que caracterizan su estilo.

Aunque ya contaban con varios discos editados, tanto Judas Priest y Motörhead dieron un salto con «British Steel», que contenía Breaking the law», su tema más famoso; y el clásico «Ace of Spades», respectivamente.

Tras la expulsión del cantante por su fuerte adicción a las drogas, tanto Black Sabbath como Ozzy Osbourne lograban reinventarse. La banda, con el recordado disco «Heaven and Hell», en donde presentaba a Ronnie James Dio, su nuevo vocalista; y el despedido frontman, con «Wizzard of Ozz», su monumental debut solista, junto al malogrado guitarrista Randy Rhodes.

Otra banda que lograba salir airoso de la traumática experiencia del cambio de cantante fue la australiana AC/DC con «Back in black», primera placa en la que aparecía Brian Johnson en reemplazo del recientemente fallecido Bon Scott.

Saxon publicó también ese año el que es considerado su mejor disco, Def Leppard lanzaba su primer trabajo y Van Halen, su primer álbum conformado íntegramente por canciones propias.

Pero, como ya se señaló, el heavy metal definió en esos años su fisonomía. Judas Priest popularizó la ropa de cuero y tachas, algo extraído del submundo gay, un ámbito conocido por el cantante Rob Halford, quien recién en 1998 saldría del closet.

Aunque el bajista y líder de Kiss, Gene Simmons, había marcado un antecedente, el nuevo cantante de Black Sabbath hizo moneda común el gesto de los cuernitos, lo que años más tarde contaría que tomó de su abuela italiana, quien solía recurrir a este conjuro para alejar la mala suerte.

Y también con Kiss, Black Sabbath y Alice Cooper, entre otros, como antecesores, Iron Maiden revitalizó la estética ligada al horror a partir de Eddie, el gigante monstruo de aspecto cadavérico que no sólo ilustró la portada de sus discos, sino que se convirtió en un invitado frecuente en sus presentaciones en vivo.

El reinado del heavy metal, que significó un grito de libertad para los jóvenes de clase trabajadora de todo el mundo, se extendió hasta los últimos años de los 80, cuando el glam metal terminó convirtiéndolo casi en una parodia y, el noise y el grunge se hicieron cargo de los sonidos más extremos.


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