Expedición Lanín: cumbre en el volcán de las nieves eternas

Unas 4.000 personas intentan cada temporada conquistar los 3.776 metros del Lanín, una aventura de dos días que la mayoría encara en grupos plenos de una contagiosa mística. Crónica de una travesía entre vistas espectaculares, compañerismo y exigencia a fondo.

Por Dardo Gobbi

gobbidardo@yahoo.com.ar

Aventura en primera persona: 3.776 inolvidables metros retratados paso a paso por un fotógrafo que ascendió al volcán neuquino.

La preparación para cumplir este sueño empieza varios meses antes: hay que entrenarse, poner a punto o conseguir el equipo, la indumentaria, contratar guías, alojamiento y conocer la reglamentación para subir.

El gran momento llegó el 2 de noviembre. Partimos desde el Alto Valle rumbo a Junín de los Andes para alojamos en la localidad más cercana al volcán.

Esa tarde tuvimos una reunión informativa con los guías contratados: chequearon nuestro equipamiento, nos describieron el ascenso y aclararon nuestras dudas.

Dejamos las mochilas preparadas y nos acostamos temprano. Nos esperaban dos días de una dura travesía.

Primer tramo del ascenso. El sendero Espina de Pescado, con pendiente de 20°.

Senda de mulas. El guía marca el paso antes de llegar al refugio.

Día uno. 5:30 AM

Desayunamos muy bien. Nos pasaron a buscar y emprendimos el viaje al paso Tromen en el Parque Nacional Lanín.

Luego de una hora llegamos a la oficina del PNL, nos registramos y obtuvimos el permiso para el ascenso.

Desde allí lo veíamos. Cubierto de nieve, el Lanín estaba esperándonos. Otra vez controlaron el equipamiento, el armado y colocación de las mochilas y a las 8:30 partimos hacia la base del volcán.

Comenzamos a caminar por un bosque de ñires y lengas, un camino ancho que luego se convirtió en un sendero serpenteante. Perdimos de vista el Lanín entre el follaje.

Luego de 40 minutos comenzamos a transitar una planicie con restos de piedras y arena volcánica. El gigante aparecía otra vez a nuestro alcance. Estábamos en la base.

Una pausa, nos hidratamos y nos preparamos para un tramo de mayor dificultad: un sendero con filo muy marcado, Espina de Pescado.

El ascenso había comenzado, una pendiente constante de 20°. El objetivo del día: llegar al refugio de montaña a las 14.

Este primer recorrido nos llevaría cinco horas de ascenso desde los 1.100 metros a los 2.300.

Luego de tres horas de caminata nos desviamos para transitar por un sector de nieve semicongelada.

Dos horas más tarde llegamos a nuestra primer meta, el refugio, a mitad de camino.

Algo emocionados, nos sacamos las mochilas, nos colocamos un calzado más cómodo y dejamos nuestras botas a secar al sol.

El BIM es un refugio del Ejército Argentino a 2.315 metros con capacidad para 20 personas. Cuando está colmado, hay que armar carpas para pasar la noche. Fue nuestro caso.

El lugar es hermoso y la vista gratificante. Almorzamos y nos quedamos disfrutando del paisaje. Desde allí se ve un gran espejo de agua, el lago Tromen. También el volcán Llaima y el cordón cordillerano nevado.

Por la tarde, los guías nos dieron un curso de uso de grampones, piquetas, bastones y cascos. Buscamos una ladera nevada y simulamos distintas formas de caminar durante el ascenso y el descenso.

Practicamos caídas por pendientes y aprendimos a utilizar la piqueta para frenarnos en caso de un descenso inesperado.

Esta capacitación nos hizo sentir seguros.

Cenamos temprano. A las 19, luego de mirar el atardecer, nos fuimos a dormir. O al menos lo intentamos…

Descanso antes del último esfuerzo. Breve parada a 3.000 metros de altura en el Plato. Lo que sigue, a 3.100 metros, es la parte más extrema: la Canaleta, trepada por una pendiente de 40° hasta la cumbre.

Visitas. El zorro busca sobras cerca del refugio en el atardecer.

Día dos. 3:30 AM

Alguien nos despertó. Nos cambiamos repasando cada detalle: no debíamos olvidarnos nada para soportar el frío y la exigencia de lo que vendría.

Desayunamos en el domo comedor al lado del refugio. Todos ya con el casco puesto, las linternas y los guantes a mano.

Una infusión caliente, galletas, dulce, cereales. Estábamos listos para partir. Nos reunimos afuera. Aquel paisaje que veíamos por la tarde estaba oculto en la espesa noche.

Sólo se veían siluetas y las luces de nuestros cascos. Nos colocamos todo el equipo y salimos uno tras otro, formando una hilera de luces.

No veíamos la cumbre. Todo era noche. Comenzamos a transitar sobre nieve congelada, con una pendiente de 28°.

Después de una hora, la temperatura era muy baja y se comenzaba a sentir la presión de la altura y el cansancio de la exigente trepada.

Dolor de cabeza, agitación y descomposturas estomacales acompañaron el ascenso.

En cada punto, los guías nos consultaban cómo íbamos y analizaban la situación de cada uno para decidir quién estaba en condiciones de seguir.

Si uno no está en condiciones debe aceptarlo y retornar. Siempre habrá otra oportunidad para subir: “la montaña espera”, como suelen decir quienes están acostumbrados a estas aventuras.

A 2.600 metros llegamos al segundo refugio, del Club Andino de Junín de los Andes.

Pasamos a su lado y el ascenso a partir de ese punto comenzó a ser más empinado y sin lugares para descanso. Más frío. La nieve ya era hielo.

Clavar los grampones en forma firme sobre el hielo y ayudarse con la piqueta fue esencial. También ir concentrado y atento a cada paso.

Comenzó a amanecer. Estábamos en la ladera, todo era hielo y una inclinación de 35°. El sol salió y comenzamos a ver la silueta de otro grupo que ascendía a la par nuestra. La imagen era una postal. Nos dimos cuenta de lo pequeños que somos en la inmensidad del Lanín.

Me detuve a tomar la fotografía. Me saqué la mochila y la dejé anclada con la piqueta. Me saqué un guante y lo dejé detrás de la mochila.

Tomé la foto, estaba feliz. Era una buena toma, pero en ese momento observé que algo se movió a mi lado: el guante se deslizó suavemente por el hielo de la pendiente.

Fue un segundo. Giré como para agarrarlo pero ya era tarde. Sólo miramos como se perdía velozmente por la pendiente.

Perdí un guante, pero aprendí que hay que estar atento y también pude ver lo rápido y peligroso que sería caer.

Continuamos y llegamos a un lugar plano, casi un mirador: el Plato. Descansamos y cargamos energías. Los guías me prestaron otro par de guantes.

Los minutos de parada son breves: no es conveniente detenerse mucho. Sólo hidratarse, comer algo, evaluar la situación, normalizar el pulso, seguir.

Así fue que llegamos al sector más complicado del ascenso, la Canaleta. Ya estábamos a 3.100 metros y con una pendiente de 40°: el tramo más extremo.

Refugio a 2.315 metros. Día dos, 4 AM. Ajustes antes de continuar.

¡Cumbre! La foto más buscada. Un momento inolvidable.

En lo más alto

Todos llegamos a este sector agotados. Pero allí es donde uno debe estar más atento y no cometer ningún error. No quedaban fuerzas ni aire.

Estábamos muy alto, a 3.500 metros. Y sólo nos faltaba un tramo más.

Nos alentamos mutuamente y paso a paso, cada uno interminable, llegamos a la cumbre.

No hay forma de explicar esos primeros instantes sobre el techo del volcán.

Abrazos, lágrimas, fotos, brindis y la enorme felicidad de haberlo logrado. Una última foto. Una última mirada. Un último silencio.

El Lanín había dejado que cumpliéramos nuestro sueño.

Equipo individual , técnico y grupal

Costo aproximado: $ 5.500 por persona

Reglamento: lo que está permitido (y lo que no)

Testimonios

“Entre 3.600 y 4.000 personas intentan hacer cumbre de octubre a abril ”.
Horacio Pelozo, intendente del Parque Nacional Lanín

“No hay que subestimar al volcán y los aspectos técnicos para un ascenso seguro”.
Diego Durán, guía de montaña (AAGM)

“Subir el Lanín es la vida misma en dos días: situaciones a superar, esfuerzo, tolerancia, objetivos, respeto, convivencia”.
Ricardo Calderón, guía de montaña (AAGM)

Voy + Travesías

Fotos dardo gobbi

Datos

Ropa: botas de media o alta montaña. Medias de abrigo finas y gruesas. Interior térmico (pantalón y remera). Pantalón de trekking. Cubre pantalón, guantes finos y gruesos y campera de montaña impermeables. Polar fino y grueso. Cuello polar o buff. Gorro de abrigo y de sol.
Equipo técnico: bolsa de dormir de -10°. Aislante. Gafas de sol. Mochila de 60 litros. Botella de agua de 2 litros. Protector solar para piel y labios. Linterna frontal con pilas extras.
Seguridad: mosquetones, cintas, cordines. Si hace falta, carpa de alta montaña.
Incluye: comidas durante el ascenso. Transfer desde San Martín de los Andes a la base del Lanín. Seguro personal por accidente. Un guía de APN cada 4 personas. Carpón dormitorio. Carpón comedor. Utensilios de cocina y curso básico de seguridad, como informa una de las agencias que organizan las travesías.
Equipo obligatorio: incluye en el servicio piqueta, casco, grampones y bastones.
Hay que sumarle el costo de combustible y alojamiento en San Martín o Junín antes y después del ascenso.
El ascenso: se realiza en dos días. Sólo se permite una noche en la montaña de acuerdo con la última modificación reglamentaria, en el 2008.
¿Cuánta gente puede subir? En noviembre y diciembre Parques Nacionales permite que asciendan hasta 100 personas por día y en enero, febrero, marzo y abril hasta 70.
Guías: se puede hacer el ascenso como montañista particular o contratar a un guía habilitado por APN. No es obligatorio ir con uno, pero sí contar con el equipo necesario y saber usarlo.

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