De no saber nada de trekking a escalar el Kilimanjaro: la hazaña de Silvia, la argentina de 67 años

Silvia Robert es ávida jugadora de tenis pero nunca había hecho trekking. Sin embargo, decidió unirse al grupo de "Mujeres a la cumbre".

Con 67 años, una chubutense ascendió los 5.895 metros del monte Kilimanjaro, la montaña más alta de África, en Tanzania, en un recorrido que abarcó 70 kilómetros. Al lograr la cumbre, cuando el reloj marcaba las 8 de la mañana, Silvia Robert sintió una necesidad inmensa de dejar ahí todo lo que, de alguna manera, le había pesado en la vida para «bajar más liviana».

La mujer es una ferviente apasionada del tenis y compite en el deporte, pero nunca había practicado trekking. Mucho menos había subido alguna montaña. Pero una tarde, un reel en Instagram le permitió conocer un grupo llamado «Mujeres a la Cumbre» de Chile. En seguida, se sintió fascinada por la propuesta de subir el Kilimanjaro, el cuarto pico más alto de las Siete Cumbres.

«Todavía no me explico qué pasó dentro de mí, pero algo me inspiró. Llamé a estas chicas y les expliqué que nunca había caminado, pero me entusiasmaron todavía más», recalcó Robert que nació en un pueblo llamado Camarones y ahora, vive en Puerto Madryn.

Alcanzar la cumbre fue «una experiencia profunda», definió Silvia. Foto: gentileza

Corría febrero cuando decidió empezar a prepararse físicamente para el viaje que ya tenía definida una fecha. Sería en septiembre. Decidió no perder tiempo: contrató una personal trainer y se compró una bicicleta.

«Tuve que aprender todo porque en Madryn no hay montañas. Es llanura. No sabía ni por donde empezar. De golpe, pasé del tenis a la montaña: cambié las zapatillas por botas y la raqueta por bastones. Me entusiasmaba tener una meta. Era motivador. Y entrené todo lo que pude«, comentó.

El entrenamiento para subir el Kilimanjaro duró siete meses. Foto: gentileza

El entrenamiento no incluyó subidas por montañas debido a la geografía de Puerto Madryn. Pero esto no inquietaba a Silvia que se sentía segura con su entrenamiento diario.

«En el gimasio trabajé mucho la idea de que había que fortalecer desde los pies hasta la cabeza. Hacía gimnasia cuatro veces por semana con mi personal trainer que nunca había entrenado a nadie para la montaña. Pero se fue capacitando on line. Aprendimos juntas. La preparación fue óptima porque ni una ampollita en los dedos tuve», advirtió.

El grupo optó por la ruta más larga, pero la más segura. Foto: gentileza

De pronto, llegó el día. El grupo de 17 mujeres acordó encontrarse en la base del Kilimanjaro, el lugar desde donde comenzarían el trekking. Silvia era la única argentina, el resto era de Chile.

Participaron de una charla previa con una médica especialista en montaña que les explicó «qué podría pasarle al cuerpo», cómo debían comportarse y la importancia de la hidratación y la comida. «El mal agudo de montaña se produce a partir de los 3.000 metros de altura y hay que estar atento a lo que diga el cuerpo. Se siente mucho«, contó.

El grupo optó por la ruta más larga, pero la más segura. Foto: gentileza

A lo largo de esos siete días, decidieron emprender la ruta más larga con «un ascenso tipo serrucho» en el que se sube y se baja constantemente, acercándose poco a poco a la cumbre. «Esto te permite avanzar con pausas, descansando y, así el cuerpo se va preparando. Cuando se llega a cada campamento, uno siente que va cumpliendo metas y es inevitable preguntarte si podrás llegar a la próxima cumbre», admitió.

Era la mayor del grupo. Pero yo sabía que estaba bien físicamente y que era el momento para subir ese monte. No fue fácil con una mochila cargada de peso. Pero pude hacerlo»,

Silvia Robert, 68 años.

Silvia destacó el trabajo en equuipo y lo distinguió de una actividad como el tenis. «Yo compito en tenis y quiero que la otra se equivoque, meter el punto. Acá es distinto. Si una se queda, la esperamos. Si me quedo yo, me esperan. Los logros son compartidos y los celebramos con todos«, contó y valoró que, en numerosas ocasiones durante la travesía, se generaron charlas profundas «de mujeres solas».

Solo dos mujeres debieron abandonar la travesía al descompensarse a causa de la altura. Silvia, en cambio, no tuvo inconvenientes y dijo que la clave fue concentrarse en su cuerpo y en lo que percibía.

Silvia Robert nunca había incursionado en el trekking. Foto: gentileza

«La variación del paisaje es impresionante: salís de la selva a 2.000 metros y a medida que vas subiendo, cambia el microclima, la vegetación, la fisonomía hasta llegar arriba, a un desierto andino como nuestra cordillera, con un glaciar y el crater de volcán«, recordó. Lo que más la impactó fueron las noches «con un cielo hermoso que se confundía con las montañas».

Para Silvia, alcanzar la cumbre fue una experiencia profunda. «Descargás toda tu adrenalina y emociones. Lo primero que pensé es: ‘Llegué hasta acá, es momento de dejar aquellas cosas que me han pesado en la vida. Las dejo en esta cumbre y bajo liviana’. Hoy cuando algo me lastima, me acuerdo que todo lo que pesaba lo dejé arriba y me siento más libre», concluyó.


Tras la experiencia del Kilimanjaro, Silvia decidió repetir la experiencia con «Mujeres a la cumbre». En julio, subió dos cerros de Bolivia, de 5.200 y 5.350 metros de altura, experiencia que describió como «algo más violenta porque fue un cerro tras otro». «En La Paz ya estás mucha altura y hace más frío y viento».

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